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SOCIALISMO CONTRA SOCIEDAD CIVIL

¡A la sacristía!

Uno de los hechos que mejor reflejan, a mi modo de ver, esta época que nos está tocando vivir ahora es la respuesta que dio José Luis Rodríguez Zapatero a la encuesta que, hace unos meses, hizo la Escuela de Escritores. En ella, se preguntaba por la mejor palabra en nuestra lengua y el líder socialista dijo que su favorita era "generosidad". Y ello porque es "la que más humanos nos hace", pues es la que más entronca con su concepto de hombre: "El ser humano es dar para recibir". Como puede verse, en esta definición antropológica, con camuflaje de aforismo paradójico, se aúnan perfectamente la torsión de significado con la cursilería pseudo-intelectual.

Uno de los hechos que mejor reflejan, a mi modo de ver, esta época que nos está tocando vivir ahora es la respuesta que dio José Luis Rodríguez Zapatero a la encuesta que, hace unos meses, hizo la Escuela de Escritores. En ella, se preguntaba por la mejor palabra en nuestra lengua y el líder socialista dijo que su favorita era "generosidad". Y ello porque es "la que más humanos nos hace", pues es la que más entronca con su concepto de hombre: "El ser humano es dar para recibir". Como puede verse, en esta definición antropológica, con camuflaje de aforismo paradójico, se aúnan perfectamente la torsión de significado con la cursilería pseudo-intelectual.
José Luis Rodríguez Zapatero, y su definición de "generosidad"

Estamos en un momento en el que no hay demasiado esfuerzo por la creación de neologismos como búsqueda de palabras para expresar realidades nuevas fatigosamente encontradas, sino que se mantienen los significantes que despiertan las más entrañadas resonancias positivas, asegurando así la adhesión del oyente, pero ocultando, a la par, la inversión de valores. Parece evidente que, si el hombre fuera dar para recibir, la palabra adecuada habría sido honradez, porque es lo que hace mejor a un comerciante.

Según algunas informaciones, el PSOE, el próximo septiembre en Madrid, en el desarrollo de su Conferencia Política, debatirá un documento marco en el que se postula "un gran pacto de convivencia para que el Estado no intervenga en la actividad religiosa y las distintas iglesias y organizaciones religiosas no interfieran en la esfera pública". ¿Quién no va a querer "un gran pacto de convivencia"? Pero, sin necesidad de tomarse la molestia de analizar la frase, basta estar despiertos, rápidamente se cae en la cuenta de que el gran problema actual no es elegir entre derechas o izquierdas, sino que lo que está en juego es la democracia. Si es cierta la información, y no veo por qué no lo va a ser si se ha publicado, da la impresión de que comenzamos una fase, en la que, sintiéndose algunos muy seguros por la escasa resistencia encontrada, se va perdiendo hasta el disimulo en las expresiones y las barbaridades van tomando abiertamente el protagonismo.

Ese supuesto "gran pacto de convivencia" consistiría, en realidad, en lo siguiente: yo cumplo con mi deber, si tú renuncias a un derecho. En buena lógica, el siguiente paso sería: puesto que renuncias a tu derecho, yo no cumpliré con mi deber. No voy a recurrir a citar a la aparentemente vigente Constitución de 1978, porque sería colaborar en mantener la ficción; esa Constitución pienso que ya solamente se puede citar sensatamente como argumento histórico. El que los poderes públicos no interfieran en la vida privada de los ciudadanos, en la de las asociaciones particulares o en las confesiones religiosas no es algo negociable en una democracia, es uno de los elementos que distinguen a ese régimen de los muchos posibles de la amplia gama de los autoritarios. Porque no basta con que haya elecciones para que haya una democracia. Otro elemento fundamental para que podamos seguir hablando de democracia es que los ciudadanos puedan intervenir en lo público y fiscalizarlo. Las confesiones religiosas no son una excepción a esto porque, haciendo abstracción del componente teológico, en visión estrictamente laica y de derecho público, se trata de ciudadanos asociados con un determinado interés, en este caso el religioso.

Tal vez este último componente al que hago referencia sea, en la práctica, uno de los más ajenos a la mentalidad media española. Da muchas veces la impresión de que en España hay dos estratos yuxtapuestos, por lo que lo político es cosa solamente de los políticos y el que en ello quiera participar, más allá de la votación, estuviera profanando algo. De hecho, hemos asistido, a mi parecer, recientemente a la usurpación de la soberanía nacional, a la modificación de facto de una Constitución y, salvo excepciones, parece como si no hubiera pasado nada. Platón decía que cuando en una sociedad los buenos prefieren quedarse en casa retirados es hasta de justicia que sean los peores los que ocupen los puestos de gobierno. Seguramente vendrán más desafueros, pero que no sea por dejación de nuestra responsabilidad social. Y si alguien se queja, habrá que preguntarle: "¿Tú qué has hecho?"
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