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VISITA A ESPAÑA

¿A qué viene el cardenal Bertone?

Después de leer ciertos periódicos, más de un lector pensará que el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Su Santidad Benedicto XVI, viene a España no para mayor gloria de Dios, sino para mayor gloria de Zapatero. Una cosa es que la maquinaria propagandística de la Moncloa, con informaciones a medio gas, con filtraciones interesadas, con verdades a medias que son mentiras enteras, haya puesto la maquinaria a tope de revoluciones.

Después de leer ciertos periódicos, más de un lector pensará que el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Su Santidad Benedicto XVI, viene a España no para mayor gloria de Dios, sino para mayor gloria de Zapatero. Una cosa es que la maquinaria propagandística de la Moncloa, con informaciones a medio gas, con filtraciones interesadas, con verdades a medias que son mentiras enteras, haya puesto la maquinaria a tope de revoluciones.

Otra que la visita del cardenal Bertone se convierta en el principio del fin de una película de buenos y malos, de cardenales y obispos conservadores y progresistas, de tradicionales y moderados, de duros y de blandos.

A estas alturas de la película que vive España, nadie en su sano juicio pensará que el Gobierno socialista es precisamente el ejemplo de un Gobierno compatible con la antropología implícita de la Doctrina Social de la Iglesia, o que los ministros del señor de la Moncloa son ejemplo de convicciones públicas de fe, por más que alardeen de tomar cafés y calditos. No se trata ahora de tirar de la manta del archivo, pero quien más y quien menos recuerda que a la singular unión, por decirlo eufemísticamente, de un hombre con un hombre y de una mujer con una mujer, en nuestro país, y en pocos sitios más, se la denomina matrimonio. Y no contentos con esto, a la asignatura más expresamente agresiva contra el derecho fundamental de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones –sea objetable, sí o sí– de hecho se la denomina Educación para la Ciudadanía. Y al divorcio más supersónico de las legislaciones occidentales, se le denomina, por estos predios, divorcio express. Y a una de las leyes más avanzadas de investigación biomédica se la rinde, en esta piel de toro, pleitesía científica y ministerial. Y a una sistemática deslegitimación de la Iglesia, y de los eclesiásticos, se le tilda de progreso y otros muchos síntomas más.

No creo que haya ingenuo que pueda pensar que el cardenal Bertone, responsable táctico de la más prestigiosa diplomacia del mundo, es ajeno a este diagnóstico. Cuando el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid, invitó al cardenal Secretario de Estado a pronunciar una conferencia en nuestro país y a nuestra Iglesia, no lo hizo precisamente para agitar las ya de por sí revueltas aguas de la política y de la contaminación atmosférica en la Iglesia. Lo hizo porque cree en el principio de la comunión de los creyentes y porque es consciente, entre otras razones por experiencia, de que el magisterio de Benedicto XVI no sólo crea pensamiento, favorece y alienta la razón, marco estable de una auténtica política. Cree el cardenal Rouco que la palabra del Papa y de sus colaboradores fecunda la vida de la Iglesia y de la sociedad. En España estamos demasiado preocupados por las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno y muy poco ocupados en las relaciones entre la Iglesia y la sociedad.

Cuando el cardenal Bertone desgrane los ecos del magisterio de Benedicto XVI sobre la obligada fundamentación de los derechos humanos, no estará precisamente poniendo las cosas fáciles a un Gobierno que se cree elegido por el destino, como si estuviera poseído de un nuevo mesianismo para implantar los nuevos derechos humanos, que son producto de la ideología relativista. Ante una manifiesta inexpresividad comunicativa de los aparatos informativos de la Iglesia, frente a la potencia propagandística del Gobierno, el cambio de argumento con las fotos del día después y con los titulares, que sólo pretenden llevar el agua al molino del poder, no cambiará la realidad de la visita del cardenal Bertone a España, su naturaleza, su razón y su sentido: recordar el magisterio del Papa sobre una cuestión fundamental para el presente y para el futuro de España. Zapatero sonreirá ante Bertone, pero más va a sonreír la Iglesia.
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