En efecto, Tarancón necesitó tres votaciones para lograr 50 de 75 votos, los dos tercios de los presentes en el aula; es decir, sólo a la tercera fue la vencida, y eso es lo que precisamente han impedido los actuales estatutos de la Conferencia aprobados en 1999, que limitan a dos las votaciones para que un obispo ocupe por tercera vez consecutiva la Presidencia. Es, si se quiere, una anécdota, pero no deja de tener su miga, porque el Cardenal Rouco pasó de 48 a 51 votos en la segunda votación, y todo parece indicar que al menos un voto más habría caído de su lado si hubiese existido una tercera oportunidad. Así que está fuera de dudas que el Arzobispo de Madrid sigue siendo un referente de máxima autoridad en el episcopado español, pero el designio de Dios sobre su Iglesia pasa a través de mecanismos tan “humanos” y circunstanciales como esa disposición sobre el número de votaciones, y es justo que así sea.
En el momento de escribir este artículo, el nuevo Presidente, Ricardo Blázquez, ha tenido ya una comparecencia larga ante los medios (la primera, recién elegido, apenas fue un saludo) que nos permite realizar un primer bosquejo de las urgencias que más le reclaman. En sus declaraciones hay, ciertamente, un acento sobre la cuestión del diálogo, pero en la línea de la Ecclesiam Suam de Pablo VI, es decir, el diálogo como método de la misión cristiana. Por otra parte, Don Ricardo señala como gran reto para la Iglesia en España, abrir caminos al Evangelio en este tiempo y en esta cultura, consciente de su alejamiento de Dios y del daño que esto produce a los hombres y a la sociedad. “Dios también ha enviado a su Hijo a esta generación, y es una Palabra que nos salva, que tiene la capacidad de salvarnos”, ha repetido. También ha mostrado su inquietud por el desafecto que expresa una parte significativa de la juventud, porque “la Iglesia es hogar de todos, también de los jóvenes”, a los que ha pedido que participen, que nos ayuden a encontrar los caminos más adecuados del Evangelio en nuestro tiempo. Piensa también Don Ricardo que es necesario un saludable examen de conciencia sobre la vitalidad de nuestras comunidades cristianas, en la línea apuntada por Mons. Sebastián en el reciente Congreso de Apostolado Seglar: es algo que a nadie debería extrañar y menos aún preocupar. ¿Acaso no ha urgido el Papa a la Iglesia a realizar este ejercicio, especialmente en Europa?