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IGLESIA LATINOAMERICANA

América, América

Tras los fastos y esplendores del ya lejano 92, parece que América Latina ha dejado de ser motivo de reflexión global, especialmente en las áreas del pensamiento católico que tantas atenciones le habían prodigado. Y sin embargo, muchos de los presupuestos de la reflexión en torno a las Conferencias del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968) y Puebla (1979), se han visto profundamente alterados.

Tras los fastos y esplendores del ya lejano 92, parece que América Latina ha dejado de ser motivo de reflexión global, especialmente en las áreas del pensamiento católico que tantas atenciones le habían prodigado. Y sin embargo, muchos de los presupuestos de la reflexión en torno a las Conferencias del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968) y Puebla (1979), se han visto profundamente alterados.
El uruguayo Alberto Methol Ferré

El famoso sustrato cultural católico del continente ya no es un dato inamovible, debido a la disolución de la cultura popular en las grandes urbes, a la secularización masiva que propagan los grandes medios de comunicación, y a la propia debilidad cultural que en ocasiones ha manifestado el tejido eclesial latinoamericano.

Uno de los mejores intérpretes de la realidad latinoamericana, el uruguayo Alberto Methol Ferré, sostiene que la última Conferencia General de Santo Domingo (1992) no pudo marcar claramente la ruta para la Iglesia en el continente, porque los obispos se vieron sorprendidos por el cambio de escenario internacional sin disponer de la necesaria perspectiva para entender las nuevas coordenadas históricas provocadas por el colapso del comunismo. Siempre según Methol (que era consultor del CELAM) la consecuencia de todo esto ha sido una cierta parálisis eclesial, una especie de desconcierto debido a que faltaba una plena conciencia del carácter de los nuevos desafíos.

Quince años después, en Mayo de 2007, tendrá lugar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Benedicto XVI ya ha señalado el lugar (el Santuario de Aparecida, en Brasil) y ha aprobado el tema: Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. Los obispos dispondrán entonces de aquella perspectiva histórica que se echaba en falta en Santo Domingo, y se enfrentarán al desafío de trazar un nuevo camino para la Iglesia en una situación más compleja por los cambios políticos, sociales y culturales. Preocupa muy especialmente todo el campo de la familia y de la transmisión de la vida, en el que hacen estragos tanto las políticas de algunos gobiernos radicales como la penetración de modelos de vida contrarios a la tradición cristiana. Pero también preocupa un creciente estatalismo que asfixia a la sociedad civil, y con ella, la dimensión social de la fe. Se trata, por supuesto, del caso venezolano, pero también de la Argentina de Kirchner, donde los encontronazos están siendo muy fuertes, y no sabemos qué puede suceder en México, caso de una hipotética victoria del PRD, o en Perú si prospera el mesianismo indigenista de Ollanta Humala. En todo caso, es significativa (y preocupante para la Iglesia) la aureola de Zapatero entre los nuevos dirigentes latinoamericanos, véase por ejemplo el entusiasmo de la “moderada” Bachelet, en Chile.  

Un campo donde también conviene hacer un examen crítico es el de la evangelización de la cultura, la gran estrella de la Conferencia de Puebla. Se han vertido ríos de tinta sobre este asunto y se han diseñado grandes programaciones, pero aquí se ve cómo la vida de la Iglesia no se mueve simplemente porque existan buenos proyectos, sino cuando hay personas y comunidades que encarnan vitalmente una novedad. No se trata de tirar a la papelera una reflexión necesaria, sino de ampliarla y actualizarla con realismo, e identificar las realidades que pueden hacerla vida en los ambientes. En el fondo, la gran cuestión de la evangelización de la cultura sintetiza toda la crisis que debe afrontar la Iglesia en este momento histórico.

Y precisamente en este punto, Methol Ferré nos reserva una sorpresa. Para el intelectual uruguayo, la aportación del Papa Ratzinger, que con toda probabilidad se hará presente el año próximo en Aparecida, puede ser decisiva para rescatar los mejores fermentos del pensamiento teológico y social latinoamericano, liberándolo de gangas y colocándolo en el contexto de los problemas actuales. Lejos de ser ajeno a las preocupaciones latentes en la Iglesia del continente, Benedicto XVI mantiene una gran familiaridad con ellas, fruto de sus viajes, de su propia reflexión y de su trabajo como Prefecto de la Doctrina de la Fe. Será curioso contemplar al que algunos presentaron como gran opositor de la novedad eclesial americana, reavivando un fuego que es hoy más necesario que nunca.
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