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CIENCIAS PARA EL MUNDO CONTEMPORÁNEO, ÉMULO DE EPC

Aprender a gestionar vida humana

La asignatura Educación para la Ciudadanía es un claro ejemplo de bien aparente. En principio, su enunciado no parecería presentar ningún problema, aunque, analizándolo con una cierta detención, incluso se podría descubrir en él su verdadero rostro. Un envoltorio así fácilmente pasa por bueno.

La asignatura Educación para la Ciudadanía es un claro ejemplo de bien aparente. En principio, su enunciado no parecería presentar ningún problema, aunque, analizándolo con una cierta detención, incluso se podría descubrir en él su verdadero rostro. Un envoltorio así fácilmente pasa por bueno.
Zapatero y la educación

Dada la escasa tendencia crítica del común, a pesar de los muchos títulos universitarios que andan circulando por la calle, también resulta sencillo descalificar, a golpe de propaganda, a quienes presentan objeciones tanto argumentales como de conciencia.

El debate que se podría haber abierto en serio y que, en realidad, está quedando prácticamente en la movilización de unos pocos habría permitido plantearnos públicamente cuál es el papel de la enseñanza prestada por el Estado. Sin discusión abierta no es posible la creación de opinión pública y, sin ésta, no hay conciencia ni personalidad nacionales, es decir, hay despersonalización o masificación, el camino abierto hacia la turba. El envite que algunos han percibido en esta asignatura es sencillamente el de la titularidad del derecho a la educación, si el Estado lo tiene o no a educar moralmente a los niños o bien esto es algo propio de los padres.

Ahora bien, este problema, que aparece en este caso concreto, acaso no sería algo puntual, sino que pudiera ser que estuviera ya impregnando, o fuera a hacerlo, el resto de la enseñanza y no se quedara circunscrito a una asignatura; esto, sin duda, sería más peligroso por sinuoso.

A partir del próximo curso, los estudiantes de Bachillerato cursarán una nueva asignatura, Ciencias para el Mundo Contemporáneo. La finalidad enunciada es buena, se trata de que todos los alumnos de la Secundaria no obligatoria tengan conocimiento de las ciencias. Esto hace que fácilmente cualquiera que presente algún pero a la asignatura podrá ser tachado de anticientífico u oscurantista. La futura materia se dividirá en seis bloques: "Contenidos comunes", "Nuestro lugar en el Universo", "Vivir más y mejor", "Hacia una gestión sostenible del planeta", "Nuevas necesidades, nuevos materiales" y, por último, "La aldea global".

Embrión humanoSin embargo, pese a la aparente bondad, aunque el vocabulario utilizado sea ya un indicio, por lo que de momento sé de ella la cuestión no se ceñirá a la transmisión de unos conocimientos científicos. Así, en lo que a contenidos se refiere, el primer bloque tratará de la crítica y reflexión sobre la ciencia y la tecnología, donde entrarán posibles aplicaciones perversas; en otro bloque, aparece la bioética, es decir, cuestiones éticas sobre la biología y la medicina. Como se ve, se trata de algo más que de ciencia; se entra claramente en el terreno de la moral.

Pero ahí no queda la cosa, los criterios de evaluación son también significativos. Entre ellos está el que los estudiantes puedan formarse una opinión sobre cuestiones como la clonación terapéutica y reproductiva. Y la finalidad de la asignatura incluye que puedan valorar las posibilidades científicas de manipulación genética y embrionaria, "siendo capaces de fundamentar la existencia de un Comité de Bioética que defina sus límites en un marco de gestión responsable de la vida humana", según el Ministerio. ¿Pero la vida humana se gestiona? ¿Se trata simplemente de vida humana o hablamos de personas?

Angelo Scola, en Una nueva laicidad, dice: "La aparición de la bioética en los ámbitos de la sanidad, se reconozca o no, impone por medio de preguntas acuciantes –del uso de las células madre (¿cuáles?) al ensañamiento terapéutico y la eutanasia, de la delicada relación economía-organización de la sanidad al derecho a la rehabilitación de personas por encima de los sesenta y cinco años– la necesidad de afrontar la cuestión central". Y ésta va más allá de unos conocimientos científicos.

Las preguntas que los avances de la ciencia nos imponen solamente se pueden resolver desde la pregunta sobre el hombre, que no es interrogarse en abstracto, sino que es preguntarse por cada uno en concreto, y ésta es una cuestión, a la par, antropológica, moral y religiosa. Su planteamiento y respuesta no nos los puede usurpar el Estado; no debemos dejarnos suplantar en la búsqueda de la verdad sobre nosotros mismos.

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