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PERJUICIO A LAS VÍCTIMAS

Bono hizo su manifestación

– ¿Has visto a Bono, ayer, en la tele?
– A ver, ¿en qué lío se ha metido de esta vez?
– ¡Qué cara de inocente y qué don de la palabra, que Dios le ha dado, para engañar a bobos!...
– Hombre, el don de la palabra se lo habrá dado Dios; pero lo de engaña bobos lo habrá aprendido del viejo profesor...
– No sé cómo explicártelo, me causaba lástima y repulsa a la vez.
– Eso te pasa por ver telebasura…

– ¿Has visto a Bono, ayer, en la tele?– A ver, ¿en qué lío se ha metido de esta vez?– ¡Qué cara de inocente y qué don de la palabra, que Dios le ha dado, para engañar a bobos!...– Hombre, el don de la palabra se lo habrá dado Dios; pero lo de engaña bobos lo habrá aprendido del viejo profesor...– No sé cómo explicártelo, me causaba lástima y repulsa a la vez.– Eso te pasa por ver telebasura…
José Bono en la manifestación de la AVT
Escuché esta conversación, que transcribo casi literalmente, cuando iba, uno de estos días, hacia el tren de cercanías, para dirigirme al trabajo.
 
Ministro Bono. No voy a solidarizarme con el Ministro, ino con las víctimas del terrorismo a las que usted, en un lamentable incidente, privó del protagonismo y la atención que merecen.
 
Y me permito dejar a un lado, por un instante, su condición de Ministro de Defensa de España, para hablarle como "hermano". De hecho, creo que son muchas las cosas que nos hermanan. Usted y yo nos hermanamos en Dios Padre (Todos son de los nuestros); nos hermanamos en el seguimiento del Evangelio y en la fe en Cristo que es la fe de nuestra Iglesia. Créame, se lo digo sin retórica; usted mismo echa mano a menudo de su fe católica. Estando rodeado de tantos laicistas, me atrevo a pensar que no es fácil; quizá por este motivo, pronunció usted una descalificación aludiendo al Concilio de Trento. Tal vez desconozca que este Concilio representó, para la Iglesia del siglo XVI y siglos posteriores, un gran esfuerzo de renovación, sólo comparable con el aggiornamento propiciado por el Concilio Vaticano II. Usted y yo compartimos la misma fe y, por tanto, somos herederos de toda la historia de nuestra Iglesia, hecha de luces y sombras, y siempre la Iglesia de Cristo, no la de los intereses de cada cual. Pero, en ese caso, la ignorancia teórica o quizá intereses vanos le han llevado por la calle de la arrogancia práctica.
 
Nuestra Iglesia, peregrina en el mundo y actuando en él, ha sabido mostrar, unas veces más y otras menos, con altos y bajos como un oleaje que recorre la historia, en todos los tiempos y lugares, una opción especial por los pobres y los desprotegidos.
 
Los acontecimientos, en los que usted se ha visto mezclado últimamente, me inducen a pensar en una opción ineludible: la opción preferente por los que la violencia terrorista ha empobrecido arrebatándoles los bienes más queridos, y que no pueden recuperar. En esta opción por los pobres, es tan rechazable la espantada como búsqueda de notoriedad; sólo cabe respaldar, sin ambigüedades ni frivolidades, a las víctimas del terrorismo.
 
Por eso, no logro entender por qué y para qué un Ministro de Defensa se suma sin avisar a una manifestación bien organizada. No es razonable que, siendo usted lo que es, se haya colado como un ciudadano más; lo entiendo menos, habiendo una cabecera constituida por personalidades civiles y políticas. Pero usted, protegido por guardaespaldas, iba a ser el centro de atención de un lamentable incidente. ¿No cree usted que ha pecado de imprevisión, de la cual es políticamente responsable?
 
Sin duda lo que le movió fue el sentido de justicia y solidaridad, pero la torpeza me parece garrafal. Hoy, todo indica que usted podía haber hecho más de su parte. No culpe a los demás, no extienda cínicamente la sospecha a toda una multitud. Como servidor público, pregúntese qué podría haber hecho y no hizo. ¿Qué ha aportado de esperanzador y constructivo? Al contrario, usted ha contribuido a ahondar la división y el desamparo de las víctimas. Los medios llevan más de una semana hablando de usted, de sus mentiras y sus llantos; no se habla de las víctima y de sus derechos por el hecho de ser víctimas.
 
Al final, usted ha acarreado un grave perjuicio para las víctimas del terrorismo, especialmente las víctimas del terrorismo de ETA. Porque lo más injusto e insolidario de su aparición es haber robado a las víctimas la atención, el consuelo, el apoyo y el respeto que merecen. Y no pareciendo esto suficiente, se ha paseado usted por las televisiones y las radios, buscando cariño y consuelo por las supuestas agresiones recibidas que, según los informes policiales, nunca han existido.
 
¿Sabe qué pasa? Hay ciudadanos que están cansados de tantos atropellos, mentiras e injusticias acumuladas; ya no se fían de algunas personas y no descubren dónde hay sinceridad y dónde fariseísmo. Y, por otro lado, siempre es más fácil llamar violento al río que se desborda que a los muros que le comprimen.
 
¿Quiere usted honrar la memoria y dignidad de las víctimas? Permítame dos sugerencias: una, el interés y la intensidad que puso en el accidente del Yack 42, aplíquelos en exigir que se esclarezca toda la verdad del 11M, del cual socialistas, comunistas y nacionalistas sacaron la gran tajada de poder político; y dos, no permita que el olvido de la sangre y la dignidad de las víctimas de ETA sea moneda de cambio en ningún chantaje. Aquí tiene usted un reto enorme para lucir su sentido de la justicia y la solidaridad.
 
Créame, me preocupan las conductas de los servidores públicos, porque llevan implícitas, para bien y para mal, una dimensión pedagógica de los ciudadanos; y creo que tenemos derecho a exigirles ejemplaridad en virtudes sociales. Usted, desde el ámbito de la política, los demás, desde la sociedad civil, haga cada uno lo que pueda para aportar equilibrio, racionalidad, ponderación y verdad a la vida pública española.
 
 
Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social "León XIII".
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