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CINE

Cartas para Jenny

El joven pero ya veterano director argentino Diego Musiak dirige este film coproducido por la española María José Poblador, una productora que busca historias con denso contenido humano. Y precisamente Cartas para Jenny tiene contenido humano a espuertas.

El joven pero ya veterano director argentino Diego Musiak dirige este film coproducido por la española María José Poblador, una productora que busca historias con denso contenido humano. Y precisamente Cartas para Jenny tiene contenido humano a espuertas.

El argumento gira en torno al hecho de que una mujer judía argentina, enferma terminal de cáncer, decide dejar escritas unas cartas a su hija Jenny para que las lea en cada uno de los momentos decisivos de su vida: hay una carta para cuando Jenny celebre la mayoría de edad judía (el Bat Mitzvah), otra paracuando se case, para cuando tenga un hijo... e incluso para cuando esté desesperada. Cada vez que llega uno de esos momentos, Jenny abre la carta correspondiente y así la madre ausente se convierte en una compañía real para su hija. Jenny, a pesar de vivir con su padre y su hermano, que la quieren y desean ayudarla en sus graves dificultades, es a la madre "epistolar" a la que más caso hace, de la que se fía, hasta el punto de marcharse a Israel siguiendo los pasos que muchos años atrás había emprendido su madre cuando enfermó.

La película tiene un tono muy dramático –sin dejar de ser fresca y cercana– y aborda cuestiones muy duras y de muchas implicaciones morales, tales como el aborto, el suicidio, el matrimonio... y por encima de todo ello el sentido de la vida. Los protagonistas son judíos y quizá por ello tampoco está ausente la cuestión de Dios en el horizonte de la existencia de Jenny (en ese sentido es elocuente la escena final). Muchas decisiones de los personajes son gravemente equivocadas –incluso de la propia madre– y otras discutibles, pero hay algo que en este film es tan conmovedor como incuestionable y es que Jenny recoge todo el inmenso dolor de su vida y lo elabora para encontrar desde él un sentido positivo a su vida y para afrontar sus retos con la esperanza de quien sabe que ya la vida misma es un don por el que merece la pena luchar.

Cartas para Jenny no hay que verla como un film de tesis redonda, de moraleja aceptable o como una declaración de principios, sino como un fragmento de vida humana, contradictorio, imperfecto, pero con un ingrediente poderoso: el valor de la tradición. Porque, ¿qué son las cartas sino la experiencia de la madre que se transforma para Jenny en fuente de certezas para el presente? ¿Y qué es el viaje a Israel sino la verificación de que el camino dejado por su madre –sus amigos– sigue siendo válido para Jenny? Jenny no parte de cero, sino de unas hipótesis maternas que, eso sí, deberán verificarse como válidas también para ella.

Jenny está interpretada por la soberbia actriz televisiva bonaerense Gimena Accardi, que con veintitrés años es capaz de mostrar un repertorio interpretativo tan creíble como deslumbrante. Sobre su trabajo se levanta toda la construcción dramática del film y ella soporta con solvencia todo el peso de la película. Por parte española, el barcelonés Manu Fullola (conocido sobre todo por su papel en la serie de sobremesa Amar en tiempos revueltos), encarna a Kevin, el novio de Jenny. El tercer país coproductor, Israel, está bien representado por la guionista Andrea Bauab, que ha sido durante nueve años portavoz y jefa de Prensa de la Embajada de Israel en Buenos Aires.
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