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DIÁLOGO

Catarsis de los cristianos socialistas

Hace ya algún tiempo, en plena euforia del consenso democrático, se consolidó en España el diálogo entre cristianismo y marxismo, influido principalmente por los vientos que corrían desde Francia. Fue un diálogo que concluyó cuando quienes transitaban por el puente entre las dos orillas acabaron en una de ellas, y no precisamente en la cristiana.

Hace ya algún tiempo, en plena euforia del consenso democrático, se consolidó en España el diálogo entre cristianismo y marxismo, influido principalmente por los vientos que corrían desde Francia. Fue un diálogo que concluyó cuando quienes transitaban por el puente entre las dos orillas acabaron en una de ellas, y no precisamente en la cristiana.

Este asentamiento generó una corriente de renovación de la ideología materialista y le confirió un carácter de humanismo horizontal que necesitaba con urgencia. Fruto de esa época nos encontramos con la permanencia de algunos supuestos de la izquierda en los ambientes eclesiales, aún hoy cultivados en no pocas comunidades de religiosos, principalmente, por una concepción del Reino de Dios de naturaleza política sometida a lo que los obispos españoles han denominado el proceso de secularización interna de la Iglesia. Aunque en luna menguante, no es de extrañar que sea en la Iglesia donde el progresismo de diverso cuño tiene una más clara aceptación, sobre todo en las nuevas formas sociales y de red, y en la reivindicación y legitimación doctrinal de los nuevos derechos, muchos de ellos acompasados por una equívoca teología de los signos de los tiempos y de la permanente consideración del cambio de la realidad social como inevitable progreso, incluso teológico, de la historia.

Con este contexto, no nos debe extrañar que un grupo, ciertamente no muy numeroso, de obispos, encabezados por monseñor Fernando Sebastián, artífice intelectual de gran parte de la Transición eclesial española en las relaciones con la sociedad, se hayan reunido con un grupo, si cabe menos numeroso, de socialistas de carné y cargo, que se confiesan cristianos. Monseñor Fernando Sebastián es quien no hace muchos meses, en un prólogo a la edición de sus Cartas de la fe escribiera refiriéndose a las leyes de equiparación del matrimonio con cualquier forma de vida, la ley del divorcio Express, la ampliación del aborto, la de investigación con embriones humanos, la de Memoria histórica: 

Parece claro que la intención profunda de estas leyes es configurar una sociedad nueva que responda a la inspiración profunda de la nueva cultura atea, absolutamente permisiva y relativista. De este modo vamos a la consolidación del proyecto acariciado desde siempre por el Partido Socialista de una sociedad democrática exclusiva e irreversiblemente de izquierdas. Se trata de un proyecto difícilmente realizable y muy poco democrático, pero ahí está. La mayor o menor eficacia de este proyecto dependerá de la lucidez y de la decisión que tengamos los españoles, los católicos y todos los verdaderos amantes de la libertad.

¿Acaso este encuentro responde a un esfuerzo del Partido Socialista por acercarse a los presupuestos de la palabra pública de la Iglesia? ¿A qué responde esta renovada edición de unos diálogos, ahora con al jerarquía, que bien pudieran parecer una especie de catarsis de descargo de conciencia? ¿Resolverán la contradicción que significa votar a quienes propugnan los nuevos derechos anti-persona y confesar la negación radical de la Iglesia a esos supuestos derechos? ¿Qué prima, la ingenuidad de algunos interlocutores o el realismo de los criterios desde los parten y a los que se puede llegar conjuntamente? Se da la paradójica situación de que en un contexto ahora universitario, en fechas próximas, será monseñor Fernando Sebastián quien dialogue públicamente con el profesor Antonio García-Santesmases. ¿Se puede decir de estas reediciones que son nostálgicas? ¿O acaso España no necesita de la palabra serena y del diálogo sincero?

En teoría, cualquier cristiano, después de una atenta lectura del último capítulo de la encíclica de Pablo VI Ecclesiam suam, no debe negar, por principio, las posibilidades naturales del diálogo. Quienes encabezan esa corriente de aguas turbulentas en el Partido Socialista y repiten que un altísimo tanto por ciento de sus votantes se declaran católicos, necesitan de estos métodos no sólo para tranquilizar a su electorado sobre la compatibilidad moral de votar a los socialistas y ser cristiano confesante –no sé cómo, por cierto, en la actual propuesta del Gobierno socialista. Si los socialistas y cristianos partieran del supuesto de que la Conferencia Episcopal está entregada al electorado de las derechas, o de que los obispos alientan una deslegitimación sistemática del Gobierno de Zapatero, sin duda expresarían un nivel de análisis muy deficiente. No digamos nada en la actual situación del PP, en la que precisamente no abundan las ideas claras.  

Hamlet redivivo, ser o no ser… he ahí la cuestión.

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