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ATAQUE A LONDRES

Confianza y comunicación

Los actos terroristas en general, pero muy en particular los atentados sincronizados y de corte islamista del 11-S, 11-M y los recientes de Londres, causan daño en las democracias occidentales en dos puntos fundamentales: la confianza y las comunicaciones.

Los actos terroristas en general, pero muy en particular los atentados sincronizados y de corte islamista del 11-S, 11-M y los recientes de Londres, causan daño en las democracias occidentales en dos puntos fundamentales: la confianza y las comunicaciones.
Autobús atacado por los terroristas en Londres
Ciertamente las vidas segadas son importantes, así como las secuelas perdurables, tanto psíquicas como físicas, en los heridos y los allegados a las víctimas, pero todo ello no es la finalidad primera del terrorista, sino un medio. Ahí es donde empieza el terror, en la conversión de unos inocentes en medios para alcanzar una finalidad, que no es precisamente acabar con unas vidas, sino acabar con un modo de vida y todo lo que ello implica, como organización social, cultura, valores, etc.
 
Dentro del mundo occidental, hay dos cuestiones esenciales que han empezado a ser atacadas de un modo muy importante con estos tres señeros racimos de atentados, porque no vienen de uno en uno, sino agavillados. En su ejecución, los medios de comunicación se han convertido en un instrumento de terror. Esos mismos medios que en el desarrollo de nuestras sociedades han servido precisamente para ir achicando el mundo e ir acercando más a las personas de distintas culturas y modos de ver el mundo. Dicho con otras palabras, la técnica, que es precisamente uno de los frutos de nuestra civilización judeocristiana, ha ido creando unos medios de comunicación, tanto de personas como de ideas, que, en no pequeña medida, han contribuido a que muchas de las fronteras entre naciones se hayan ido desdibujando y no sólo entre naciones, también entre civilizaciones y culturas. Acaso ahí se enraíce una de las causas del fanatismo islamista, en el roce con la cosmovisión occidental, lo cual les ha podido llevar a dudar de su propia comprensión de las cosas, a perder la fe que los sostenía en el mundo y, cuando las creencias empiezan a caer en descrédito, lo que nos queda, como muy bien señalaba Ortega, son ideas que, lejos de sostenernos, las tenemos que sostener, muchas veces a costa de cualquier cosa, incluso de las vidas ajenas. Los atentados buscan división e incomunicación, que la libre circulación de personas e ideas quede dañada.
 
Ataque terrorista a LondresPero el terror también busca sembrar desconfianza, que miremos recelosos a un lado y a otro, al vecino que tengo al lado. Notemos que uno de los ejes entorno al cual gira nuestro modo de vida es la confianza, por ejemplo, todos somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario; todos, salvo casos como el País Vasco, lo cual es ya sintomático, confiamos en que la expresión de nuestras ideas no comportará represalias por parte del otro; el intercambio de bienes es posible gracias a la confianza. En cambio, el miedo y el terror van sembrando la división entre las personas, haciendo de ellas, en vez de conciudadanos, potenciales enemigos ante los cuales debo estar prevenido. La confianza y la comunicación son elementos esenciales del bien común, es decir, son parte de ese entorno favorable que, junto con el ejercicio responsable de la propia libertad, hace posible el desarrollo y logro de las personas.
 
Pero la confianza y la comunicación no son frutos que hayan aparecido en occidente por generación espontánea. El cristianismo es la única religión que ha enseñado a sus miembros a rezar diciéndole a Dios: “Padre Nuestro”. Gracias a ello, para occidente, Dios no ha sido un ente lejano o temible, sino un Padre que hace posible que los hombres entre nosotros nos miremos como hermanos, que pensemos las relaciones entre todos desde una perspectiva de fraternidad. La confianza y la comunicación, están siendo atacadas por enemigos externos, pero desgraciadamente hay algo que las está minando también desde dentro y es la perdida progresiva, muy en particular desde la Ilustración, de la fe en la paternidad divina. ¿Por qué confiar en quien no es mi hermano? ¿Hasta qué punto puedo unirme con un extraño?
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