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AYUDA AL TERCER MUNDO

Corrupción, financiación y desarrollo

Desde su fundación en 1944, el Banco Mundial ha vertido miles de millones de dólares en ayuda y préstamos a las naciones en desarrollo. En 2005 esa ayuda alcanzó 25.000 millones de dólares y cada día se cuestionan con más frecuencia los resultados logrados.

Desde su fundación en 1944, el Banco Mundial ha vertido miles de millones de dólares en ayuda y préstamos a las naciones en desarrollo. En 2005 esa ayuda alcanzó 25.000 millones de dólares y cada día se cuestionan con más frecuencia los resultados logrados.

Hasta los más entusiastas defensores comienzan a tener dudas. Se sabe que gran parte de ese dinero termina en los bolsillos de los presidentes vitalicios que han gobernado gran parte del mundo subdesarrollado. El Banco Mundial ha identificado, desde 2001, más de dos mil casos de corrupción relacionados con sus programas. Ahora, los funcionarios del Banco Mundial están poniéndole atención al problema y reconociendo que la corrupción es un problema moral.

La corrupción es un daño moral porque tiene que ver con personas que traicionan sus deberes legítimos y legales hacia los demás para beneficiarse a sí mismos. Eso explica por qué el presidente del Banco Mundial no sólo le ha dado prioridad al problema de la corrupción, sino que habló sobre ello a los representantes de la comunicad islámica de Indonesia y durante una conferencia sobre corrupción organizada por el Vaticano.

Bajo las leyes internacionales, los estados tienen la obligación de cumplir los contratos firmados por sus gobiernos y esa responsabilidad es trasladada a futuros gobiernos. Esto es importante, ya que de otra manera un nuevo gobierno podría repudiar la deuda contraída, simplemente por estar en desacuerdo con la operación firmada por sus antecesores. El incumplimiento daña el crédito mundial de la nación y su habilidad de atraer inversiones.

Kofi Annan, responsable político de la corrupción del programa 'Petróleo por alimentos'El problema es que los gobernantes corruptos han utilizado esos mismos principios para eludir toda responsabilidad personal. Son muy pocos los enjuiciamientos de esos políticos por la parte de los préstamos o ayuda que se robaron. Sorprendentemente, los gobiernos occidentales muestran poco interés en ello y hasta presionan al Banco Mundial para que no imponga nuevas condiciones al manejo del dinero recibido.

Recobrar tales fondos y castigar a los culpables es esencial para que pueda existir un Estado de Derecho. Igualmente importante es buscar métodos alternos para canalizar el flujo de capitales del mundo desarrollado hacia el creciente número de empresas privadas que están surgiendo en los países en desarrollo.

Habría que facilitar las operaciones en nuevos mercados de los bancos privados de occidente y entre nuevos empresarios. A lo contrario de los burócratas internacionales, las instituciones financieras privadas tienen un inmenso incentivo de evitar prestarle a regímenes corruptos, haciéndolo más bien a empresas exitosas del mundo en desarrollo. Los banqueros privados actúan así porque no tienen la opción de cubrir pérdidas aumentando los impuestos a sus conciudadanos, sino que, por el contrario, tienen que rendir cuentas a sus accionistas.

Fomentar la inversión privada no quiere decir que se trate de crear un clima de inversión sin riesgos. Eso no existe. Pero un paso positivo sería disminuir las regulaciones y los obstáculos que suelen crear las condiciones que facilitan el cobro de sobornos para la aprobación de financiamientos a empresas locales. Las empresas financieras internacionales saben que su activo más importante es su buena reputación, algo que no arriesgarán invirtiendo en países con funcionarios corruptos.

En las naciones en desarrollo, el camino para la creación de ambientes favorables a las inversiones de capital extranjero es largo y difícil porque requiere la reducción del poder de la burocracia. Para lograrlo, se necesita también reducir los préstamos de gobierno a gobierno, lo cual significaría una victoria moral y económica para todos.

Acton InstituteSamuel Gregg, doctorado en Filosofía por la Universidad de Oxford y director de Investigación del Instituto Acton en Grand Rapids, Míchigan (EEUU). Es autor de "Economic Thinking for the Theologically Minded" (University Press of America, 2001) y de "On Ordered Liberty: A Treatise on the Free Society" (Lexington Books, 2003).

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