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LAICISMO, ABORTO Y EUTANASIA

Cuando está madura la sociedad

Cuando el secretario general del PSOE afirmaba, en su pasado congreso, que los cambios sociales a realizar desde los órganos estatales iban a ir más allá de la alternancia en el poder, con independencia de su intención, lo cierto es que estaba haciendo una constatación.

Cuando el secretario general del PSOE afirmaba, en su pasado congreso, que los cambios sociales a realizar desde los órganos estatales iban a ir más allá de la alternancia en el poder, con independencia de su intención, lo cierto es que estaba haciendo una constatación.
Zapatero en el 37º congreso del PSOE

Desde la llegada de los socialistas al Gobierno, ocurrida por primera vez en 1982, el Estado ha sido utilizado para moldear la sociedad. Incluso con alternancia en el poder, los cambios de los ingenieros sociales han permanecido a lo largo del tiempo. Si algo se ha modificado, ha sido para profundizar en la misma línea.

Salvo en el terrorismo, en las cuestiones significativas los gobiernos del PP intentaron casi únicamente una tímida reforma en la enseñanza que, al final, resultó mortinata. Y la prosperidad que trajeron sus políticas económicas sirvieron para dar un suelo estable tanto al bombardeo propagandístico, que continuaba casi unánimemente en los medios de comunicación, como al bricolaje que no paraba en los feudos que estuvieron en manos de los socio-ingenieros, entre los que hay que incluir a los nacionalistas.

Laicismo, aborto y eutanasia son solamente tres cuestiones, entre otras, que continúan viniéndosenos encima. Porque no hay nada nuevo, solamente se van desarrollando los temas ya anunciados en los primeros compases. Pero, subyaciendo a éstas y a otras muchas, hay un modo de entender a las personas y a la sociedad que hacen posible esto y casi cualquier cosa. Por eso, hay quienes no se han sorprendido, y por eso hay quienes creerán cualquier profecía, por pesimista que sea, para dentro de veinte años. Aunque claro, dentro del realismo, quienes creen que la Historia no es un fatalismo, por creer que el hombre es libre y que hay Dios que se interesa por las cuestiones humanas, siempre abrigarán la esperanza de que, por apurada que esté la situación, las cosas pueden cambiar si es que se pone manos a la obra.

Detalles de la portada de Leviathan de HobbesEl principio de subsidiariedad es uno de los temas centrales en la enseñanza social de la Iglesia. Conforme a él, la iniciativa la tienen en primer lugar las personas, luego los grupos sociales menores, después los mayores y, por último, el Estado. En este orden de prelación, los últimos están para prestar ayuda (subsidium) a los menores en aquello que su iniciativa no alcanza o sus fuerzas no pueden. En realidad, cuanto más se respeta este principio, hay más democracia, porque hay más poder en manos de las personas, las familias, etc. Este principio se está viendo claramente pervertido por una concepción estatalista y paternalista. Parece que el Estado tuviera que suplir nuestra libertad y capacidad de decisión y nosotros actuar allí donde los poderes públicos nos toleren. Esto, evidentemente, cuenta con la complicidad del miedo a la responsabilidad y de la pereza, que delegan todo con tal de poder disfrutar, cada vez más como animales, con el menor número de preocupaciones.

Cuando una sociedad busca el bien de las personas, trabaja positivamente por el bien común. Éste no es la suma de los bienes particulares, es un bien que es de todos y de cada uno y no es otra cosa que «el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección» (GS 26,1). Esto comporta que ese bien común es para cada uno; que ese bien común no es algo que simplemente fabrica el Estado, sino que es algo a realizar por todos; y que ese bien común no es un patrimonio de posesión estatal, que distribuyan dadivosamente los gobernantes a los ciudadanos, sino que es el conjunto de condiciones que favorecen, no suplantan, la realización de las personas y de los grupos a través de sus decisiones libres.

¿Y dónde está la perfección de las personas? A las propuestas del PSOE, algunos dirigentes del PP han respondido que no hay consenso sobre esos temas. Es decir, más de lo mismo. Esto está magníficamente patente en la ideología de género (número y caso). Todo parece accidente gramatical. El deber ser estriba en lo que cada uno decida, en el consenso, en lo que se vote. Incluso qué sea un hombre dependerá del lapso temporal acordado. No hay moral, solamente el miedo a la coacción del Estado. Lo bueno es lo que se vota y, para votar lo que conviene, la sociedad ha de estar madura. Y más lo estará cuanto menos lo sea.

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