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NACIONES UNIDAS

Cumbres de hipocresía y cinismo

El 60 aniversario de la ONU fue celebrado, entre otros eventos, con una Cumbre Especial sobre el cumplimiento, avances, retrocesos y nuevas necesidades de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). En España lo que más transcendió fue lo de la Alianza de Civilizaciones, esa expresión que nadie sabe lo que significa.

El 60 aniversario de la ONU fue celebrado, entre otros eventos, con una Cumbre Especial sobre el cumplimiento, avances, retrocesos y nuevas necesidades de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). En España lo que más transcendió fue lo de la Alianza de Civilizaciones, esa expresión que nadie sabe lo que significa.
Bandera de la ONU

En su discurso a esta Asamblea General, el Rey dijo: “Quiero manifestar que el Gobierno de España celebra que el secretario general, al asumir el pasado mes de julio una iniciativa española que cuenta con el copatrocinio turco, haya designado un Grupo de Alto Nivel que deberá presentar antes de fines de 2006 un informe para un Plan de Acción sobre la propuesta de Alianza de Civilizaciones”. Además de hacerle decir a Su Majestad una palabra que no está en el Diccionario de la RAE, 22ª edición, –copatrocinio en vez de “coparticipación”, que sí es palabra castellana, ha hablado de algo que yo creo que nadie sabe lo que es o, al menos, no nos lo explican.

No encuentro una definición, una descripción, unas líneas provisionales de acción... Nadie sabe concretar en qué consiste, ni el mismo ZP, el predicador de este nuevo movimiento salvador de la humanidad. ¿Cuáles son los principios fundacionales de dicha Alianza? Si existen, ¿son de naturaleza filosófica, religiosa, laicista, económica, política, militar, sociológica, antropológica, de todo un poco? Si alguien pudiera decirnos al menos dos o tres principios que sostienen el invento, los pocos ciudadanos interesados agradecerían. A riesgo de equivocarme, a mí me parece que el asunto está montado de la siguiente manera. A raíz del 11-S y del 11-M, alguien inventó la expresión, sonó bien y se dijo: vamos a trasladarla al personal, a ver qué le sugiere y que la bola vaya creciendo. Soy así de pragmático y optimista. A juzgar por lo que nos han contado hasta el momento, la Alianza de Civilizaciones no es nada, es una expresión inconcreta, indefinida, vacía de contenido, finalidad y operatividad…

Estatua de Francisco de VitoriaIntento ser positivo y, a falta de explicaciones, arriesgo decir que lo que esa expresión me sugiere ya existe, no hace falta inventarlo. Me explico. La ONU, bien vista, es la gran alianza, la plaza, el lugar de encuentro para el diálogo y el entendimiento de todos los pueblos, naciones y culturas, que se viene gestando desde hace muchos siglos. La semilla primera de esta realización es el Derecho Internacional creado por Francisco de Vitoria (siglo XVI) y los demás pensadores de la “Escuela de Salamanca”, que facilitaron el desarrollo de una filosofía y de un derecho internacional que planteaban la unidad de la humanidad, criticaban la doctrina de la guerra justa, la conquista y el dominio cultural; revisaron las relaciones entre los Estados, exigieron la libertad para los indios y trataron temas políticos y económicos. Existe un elenco de los derechos humanos derivados del pensamiento de Francisco de Vitoria, que anticipa todas las declaraciones siguientes.

Ya en el siglo XX, después de los horrores de la I Guerra Mundial, el Papa Benedicto XV y los líderes políticos apoyaron una Liga de Naciones, Sociedad de Naciones. Hubo que sufrir la terrible II Guerra Mundial para que, en 1945, se pusiera en acción lo que parecía que toda la humanidad anhelaba como proyecto común de cooperación y paz entre las naciones y los pueblos, y defensa de los derechos humanos derivados de la dignidad de todas las personas: la Organización de las Naciones Unidas. El Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, en el capítulo nueve dedicado a la comunidad internacional, recoge una síntesis de las abundantes y frecuentes enseñanzas de los papas sobre la necesidad e importancia de esta institución, a pesar de sus limitaciones.

Además, existe también la Carta de la Tierra (2000) que ha nacido con la vocación de “reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común”. Es el producto de un período de consulta de más de una década a nivel mundial, de conversación intercultural acerca de metas comunes y valores compartidos. Dice la Carta que “debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras”.

Yo creo que existe un patrimonio suficiente de cultura de democracia y respeto a los derechos humanos, cultura de paz, no violencia y diálogo, cultura de pactos y respeto al derecho internacional. Además, se habla de lanzar una Convención Global contra el terrorismo, un Consejo de los Derechos Humanos, un Fondo para la Democracia,... ¿Para qué queremos más tinglados, más burocracia y más gastos, en una organización en bancarrota sin credibilidad? Sobran declaraciones solemnes y cumbres llenas de hipocresía y cinismo; hay que pasar de una vez a la acción. ¿Por qué no se comprometen a fondo en denunciar y limpiar la corrupción que se ha instalado en la ONU, empezando por el entorno familiar del mismo Secretario General? Hay quien pide la refundación de la ONU. Yo me contento con que se intente aplicar profundas reformas.

En este sentido, la expresión “alianza de civilizaciones” me sugiere que algunos elementos de esa posible idea se pueden empezar a aplicar. Nuestro Jefe del Estado y nuestro Presidente del Gobierno podrían haber dicho, por ejemplo, que para impulsar dicha alianza hay que aplicar, desarrollar y respetar la libertad religiosa en todos los países de tradición islámica mayoritaria, oficial o real. Los creyentes islámicos que inmigran a países de tradición cristiana gozan felizmente de libertad religiosa, y debe ser así; en cambio, los cristianos en países de tradición islámica son víctimas de hostilidades, persecuciones, asesinatos, torturas, pena de muerte y tienen que vivir clandestinamente. Por algo podrían haber empezado a ver si entendemos la idea. ¡Qué oportunidad han perdido, en el marco de las Naciones Unidas, de pedir a Turquía (copartícipe de la idea de ZP), a Marruecos, a China, a Cuba, a Indonesia, a Irán, a Afganistán, a Pakistán o a Arabia Saudí que la alianza de civilizaciones se construye con la libertad religiosa e ideológica para todos!

Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social “León XIII”
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