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TEOLOGÍA

Cursos de verano

Habitualmente se tiene la idea de que lo de la intelectualidad y la cultura es algo que, en el mejor de los casos, tuvo que ver algo con la Iglesia en el pasado, pero que a fecha de hoy no es precisamente lo que se espera encontrar ella.

Habitualmente se tiene la idea de que lo de la intelectualidad y la cultura es algo que, en el mejor de los casos, tuvo que ver algo con la Iglesia en el pasado, pero que a fecha de hoy no es precisamente lo que se espera encontrar ella.
Palacio de la Magdalena en Santander, sede de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo
Es curioso cómo las exposiciones organizadas por Las Edades del Hombre son interpretadas por algunos en esta línea, vendrían a ser la confirmación de que la fuerza creativa de los creyentes es algo que ocurrió tiempo atrás e incluso las catedrales vendrían a quedar reducidas a salas de exposiciones o museos. En cierta ocasión, fui a unas jornadas de patrología con un buen amigo, VMF, quien organiza con frecuencia conferencias y otras actividades culturales, y también pertenece a una de las instituciones culturales más señeras de España, y recuerdo cómo, tras la brillante conferencia, como en él es usual, que dictó J. J. Ayán Calvo, me comentó que había quedado impresionado del nivel intelectual de los ponentes y de las intervenciones de los participantes, y que, desde luego, ese no era ni mucho menos el nivel habitual del mundillo cultural español. Esa es también la impresión que tengo yo desde hace años.
 
Ahora en verano, desde hace algunos lustros, va siendo frecuente la organización de todo tipo de cursos de verano. Raros serán la universidad o ayuntamiento de una cierta importancia que no organice alguno. La calidad es desde luego muy variada, pero entre todos ellos creo que destacan, tanto por los ponentes como por los alumnos, dos de teología, aunque no sean los únicos sobre este saber, pero sí los de más relevantes, no sólo por la calidad de los mismos, sino también por las atalayas desde donde se realizan. Me estoy refiriendo en concreto al de la Universidad Complutense de Madrid, cuyo desarrollo está teniendo lugar esta semana en El Escorial (Madrid), y el de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que en los primeros compases de agosto ocupará las aulas del Palacio de la Magdalena en Santander. Al frente de los mismos dos primeras espadas. En la costa cantábrica, lidiará Olegario González de Cardedal, que, de alguna manera, lo podríamos considerar el pionero en estas tareas, no sólo por los que dirigió en la sede escurialense, sino porque siempre ha querido hacer presente en todos los ámbitos a la teología, haciendo así bueno su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas El lugar de la Teología. El de este año, en la Menéndez Pelayo, se titula El hombre y Dios. Tres antropologías en conflicto: ciencia, filosofía, religión. Junto al monte Abantos, Alfonso Pérez de Laborda es quien se está encargando de escanciarnos estos días los distintos caldos que ha seleccionado para que en esta semana podamos degustar, al menos intelectualmente, la gracia. Sí, querido lector, un año más he tenido la providencia de poder dedicar cinco días de julio a pensar sobre Dios y desde Él, con otros daremos Una mirada a la gracia, que así es como reza el título del curso.
 
En medio de estos calores, cuando parece que encuentra su momento álgido el esfuerzo por realizar la felicidad que se nos dice podemos encontrar en el consumismo y el hedonismo, un grupo de personas, cerca de unas tumbas reales, donde se certifica que esas felicidades de pequeño formato tienen fecha de caducidad, incluso para los soberanos más poderosos de la historia, se ponen a pensar, a decirse, en los pobres conceptos humanos, que el hombre ha sido creado para participar de la naturaleza divina, que en ello está su realización y, por tanto, su felicidad, pero que dicho único fin es inalcanzable para él con sus solas fuerzas, la divinización del hombre sólo es posible como un don divino. He aquí la gran paradoja del hombre, necesita la divinización para ser él plenamente, pero no puede conquistarla ni exigirla, frente a Dios no podemos blandir ningún derecho, nuestra felicidad es don y gracia. ¡Feliz veraneo!
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