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PEDAGOGÍA DESDE EL PODER

De tinieblas y progresos

La Vicepresidenta Fernández de la Vega ha dicho que desde hace siglos los que se oponen a las reformas en Europa son siempre los mismos señores tenebrosos: los curas y los jueces. ¡Encantadora sinceridad! La ácida prosa de la Vicepresidenta tiene la ventaja de despejar cualquier equívoco, aunque quizás esta vez su encono ideológico le haya jugado una mala pasada. Y es que la frasecita de marras deja ver al trasluz el perfil del nuevo inquisidor que denunciaba hace poco en Madrid Rocco Buttiglione.

La Vicepresidenta Fernández de la Vega ha dicho que desde hace siglos los que se oponen a las reformas en Europa son siempre los mismos señores tenebrosos: los curas y los jueces. ¡Encantadora sinceridad! La ácida prosa de la Vicepresidenta tiene la ventaja de despejar cualquier equívoco, aunque quizás esta vez su encono ideológico le haya jugado una mala pasada. Y es que la frasecita de marras deja ver al trasluz el perfil del nuevo inquisidor que denunciaba hace poco en Madrid Rocco Buttiglione.
La inquisición, ahora está representada por De la Vega y los suyos
Cuando alguien que detenta el poder señala con el dedo acusador a los que suponen un obstáculo para sus proyectos, es para echarse a temblar. Recordemos que la Vicepresidenta ha proclamado en otras ocasiones que quiere "hacer pedagogía", pero no desde las aulas, o desde el debate cultural a campo abierto, sino mediante los instrumento del poder aplicados al cuerpo de una sociedad a la que considera demasiado torpe y oscura todavía.
 
De poco servirá, seguramente, refrescar la memoria de tan ilustrada ministra sobre quién enseñó a leer a Europa; quién recopiló, guardó y transmitió la cultura clásica; quién formuló el primer Derecho Internacional, quién comenzó a escrutar el firmamento con rudimentarios telescopios y quién desentrañó los primeros misterios de la genética; o quién abrió los primeros hospitales, o inventó aquello de la escolarización universal: fue en los Estados Vaticanos, señora de la Vega, y se ve que San José de Calasanz madrugó más que la Institución Libre de Enseñanza. Sin bucear tan hondo, cabría recordarle que el testimonio de miles de mártires cristianos (bastantes curas entre ellos) ha sido un valladar inquebrantable frente a la gran mentira de los totalitarismos que durante el siglo XX prometieron el paraíso en la tierra, sembrándola a continuación de sangre y de lágrimas.
 
Lo malo de la señora Vicepresidenta no es que se combata la tradición cristiana. Otros mucho más grandes que ella lo han hecho a lo largo de la historia, y merecen todo respeto. Lo malo es que tiene un proyecto ideológico para modelar la sociedad conforme al patrón de su calentura ideológica, y cuando descubre un obstáculo (se llamen curas, jueces o medios de comunicación) siente la tentación de arrancarlo del mapa. Desde luego, el oficio principal de los cristianos no ha sido nunca el de oponerse, pero convendrán conmigo en que a veces, resulta necesario hacerlo.
 
A esta heredera de los jacobinos, yo le recomendaría que en lugar de tanta autocomplacencia, profundice algo más en lo que significan verdaderamente palabras como modernidad y progreso. Puede empezar por la lectura de su compañero de filas Ignacio Sotelo (del que hablamos hace algunas semanas), y continuar por un clásico de nuestro tiempo como Jiménez Lozano, que acaba de advertirnos del riesgo de una nueva llegada de los bárbaros. Muchos exponentes del pensamiento laico (Habermas, della Loggia, Filkienkraut… ) empiezan a reconocer que vivimos un momento dramático, una crisis de civilización que reclama un diálogo abierto y cordial con la fe cristiana, que permita reencontrar un fundamento moral para esta Europa que parece no saber quién es ni para qué vive. Esa sí es una convocatoria apasionante de esta hora, pero supongo que no figura en la apretada agenda de La Moncloa.
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