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CRISIS DE LA POLÍTICA

Dios salva nuestra esperanza

España, Europa, Occidente, necesitan esperanza. Pero, ¿de qué naturaleza? Vivimos en un clima de permanente sugestión provocada por un pesimismo sobre el hombre y lo humano, alentado por el cúmulo de informaciones que se suceden en pos de lo que apunta a una crisis permanente de la sociedad y del Estado.

España, Europa, Occidente, necesitan esperanza. Pero, ¿de qué naturaleza? Vivimos en un clima de permanente sugestión provocada por un pesimismo sobre el hombre y lo humano, alentado por el cúmulo de informaciones que se suceden en pos de lo que apunta a una crisis permanente de la sociedad y del Estado.

Mientras la imagen de un G-20+2 pretende ser un espaldarazo a un progreso económico que se ha quedado atrapado en los márgenes, no del beneficio, sino del egoísmo y de la insaciable tendencia del hombre a desear siempre más, en España ya nadie se acuerda de las políticas sociales del Gobierno de Zapatero que nos iban a colocar a la cabeza de los países más progresistas del planeta. Sólo la absurda insistencia de la Comisión Parlamentaria sobre el aborto mantiene encendido el fuego de la indignidad de una política que mira hacia el lado que no debe. Lo más parecido a la esperanza socialista –ni cien años de esperanza, ni nada que se le parezca– es la sonrisa del presidente, anticipo seguro de una crisis de la que no sabe salir. Por más que frote la lámpara para que le salga algún gurú de la mercadotecnia, en un momento en el que las libertades fundamentales de expresión y de educación están siendo sistemática vulneradas, lo suyo, es decir, lo del Gobierno, es improvisación, pura improvisación.

En medio del sopor que hace que los ciudadanos durmamos el sueño de lo injusto, en la Iglesia, los cristianos no vivimos aislados del contexto general. Una especie de dormidera espiritual e intelectual atenaza el catolicismo español y facilita no pocas divisiones internas y no pocos desasimientos y cobardías manifiestas. Los virus del nacionalismo y de la liberación a ras de tierra se han colado por entre las rendijas del Evangelio y están provocando no poca perplejidad. El clima en la Iglesia en España no es precisamente de entusiasmo, ni de una fuerza arrolladora y una respuesta implacable ante lo que está ocurriendo. No podemos vivir mucho tiempo del 30 de diciembre de 2007, de la fiesta de la familia de Colón. Aún se espera que alguien dé el pistoletazo de salida de respuesta pública ante la anunciada ley del aborto, por no hablar de la situación que traviesan los objetores a la asignatura totalitaria de Educación para la Ciudadanía, que sufren sistemáticamente el acoso de diversas administraciones públicas y de los sindicatos. Por más que soñemos, lo que nos demuestra la historia reciente es que en quien no podemos confiar es en una clase política y en una oposición que padece una permanente huelga de brazos caídos y que, por más que lo intenta, no es capaz de ocultar su desorientación. Mientras España sestea, lo que de verdad necesita es la Esperanza fiable.

Hace unos días apareció la edición española, en Encuentro, de un libro titulado Dios salve la razón. Lo que necesitamos en la España de hoy es que Dios salve nuestra razón y nuestra esperanza. La esperanza no es sólo una moneda falsa con la que lo políticamente correcto se reviste el optimismo; la esperanza no es la hermana díscola del buenismo en boga. La Esperanza, como nos ha enseñado el Papa Benedicto XVI, es Cristo, y el encuentro con él genera una corriente de virtud en la que se encuentra la razón, el sentido de la existencia y la fe que se convierte en caridad. El problema de algunos que han predicado la esperanza en los últimos años, es que la han confundido con la calidad de la vida o con la conquista de una liberación intramundana, adocenada de un discurso sobre valores indefinidos, que más que teología era un exponente avanzado de la más antigua ideología. Benedicto XVI, con su encíclica Spe salvi, nos ha ayudado a volver a recomponer la esperanza cristiana y a volver a explicarla al hombre de hoy. La celebración del X Congreso Católicos y Vida Pública no es más que un eco de esa propuesta del Papa y de la seguridad de que la Esperanza fiable salvará a España.
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