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CRISIS MORAL: AVARICIA Y FRAUDE

El libre mercado no causó la crisis

Muchos afirman que el capitalismo salvaje y los libres mercados causaron la actual crisis económica. No estoy de acuerdo, y no por ser conservador y liberal, sino porque a través de un razonado análisis de los hechos llegamos más bien a la conclusión opuesta.

Muchos afirman que el capitalismo salvaje y los libres mercados causaron la actual crisis económica. No estoy de acuerdo, y no por ser conservador y liberal, sino porque a través de un razonado análisis de los hechos llegamos más bien a la conclusión opuesta.

Existen, al menos, tres razones interrelacionadas para esta crisis: la cultura de la avaricia y el consumismo, la política monetaria irresponsable y la desregulación de los derivados financieros. ¿Están estos tres principios en la base del libre mercado? Veámoslo.

Puede argumentarse que la avaricia y el consumismo están potencialmente relacionados con algunas formas de la ideología capitalista. Pero eso es discutible, ya que muchos defensores del libre mercado creen en la primacía de las virtudes morales para el funcionamiento de los mercados y las sociedades. De hecho, más bien cabe sostener que es el Gobierno grande, y no los mercados, quienes incentivan la falta de responsabilidad financiera y económica.

¿Y qué hay de la política monetaria expansiva? También podría argumentarse que este tipo de decisiones forman parte del capitalismo, pero resultado igualmente dudoso. Tal y como explica el economista Jesús Huerta de Soto en su monumental libro Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos, las políticas monetarias inflacionistas no son una consecuencia natural de los mercados libres, sino de la interferencia gubernamental en el dinero y la banca: "El banco central no emerge de manera espontánea en el mercado, sino por la imposición forzosa del Gobierno en respuesta a las demandas de los grupos de presión". En su opinión:

[El actual sistema financiero] descansa en la concesión gubernamental de un monopolio a una agencia que puede decidir sobre temas esenciales como el tipo y la cantidad de dinero y el crédito que debe crearse e inyectarse en el sistema económico. Esto constituye claramente un sistema de planificación central del mercado y financiero, cuyo gran nivel de intervencionismo puede tildarse en gran medida de socialista.

Es cierto que algunos defensores del libre mercado (por ejemplo Milton Friedman) estuvieron felices con las políticas monetarias greenspanianas. Pero no puede culparse al mercado de sus errores intelectuales a la hora de detectar los problemas implícitos en esta opinión.

¿Qué pasa con la desregulación de los instrumentos financieros estructurados, como los conocidos derivados de crédito over-the-counter? En este punto, reconozco que la ley no los reguló de manera adecuada. Sin embargo, ningún partidario del libre mercado sostendría que la legislación debe promover el fraude.

En su sugerente historia de los derivados financieros, Avaricia Contagiosa, el profesor de derecho y antiguo banquero de inversión, Frank Partnoy, detalla cómo los reguladores estuvieron durante muchos años bajo la presión de grupos de interés para que adoptaran normas laxas sobre estos instrumentos. Partnoy también explica que: "Hay muchos ejemplos del trato diferencial que recibían los derivados con respecto a los instrumentos financieros y el resultado fue que se incrementó la distancia entre los costes percibidos (los números hechos públicos en las cuentas contables) y la realidad económica (que sólo aparecía en notas a pie de página incompletas y confusas o ni siquiera se comunicaba)".

Es cierto que muchos defensores del libre mercado también se destacaron por favorecer unos mercados de derivados sin regulación. Sin embargo, esta tesis resultaba incoherente e impulsa estrategias financieras que eran equivalentes, a efectos prácticos, al fraude y al engaño.

Partnoy también denuncia una cuestión adyacente: el fracaso de las autoridades para perseguir y castigar el fraude financiero. En los años anteriores a la actual crisis, se cometieron numerosas ilegalidades y las demandas ya comienzan a amontonarse. Pero si revisamos el historial de casos, nos daremos cuenta de que la mayoría de quienes cometieron esas ilegalidades se fueron de rositas.

Una función central de la ley es la de educar a sus ciudadanos en la virtud. No todos los vicios deben ser prohibidos, y en la educación de los niños, la mezcla adecuada de reglas y sanciones depende de la aptitud moral de la gente. En Wall Street, la cultura de la avaricia y la presencia de enormes incentivos financieros para acometer estrategias fraudulentas debería ser contrarrestada por fuertes sanciones. El fracaso de los códigos legales actuales para castigar estos actos ha promovido algo así como la ley de la jungla.

Partnoy también recomienda sustituir las actuales normas, muy concretas, por principios regulatorios generales. Estos estándares más amplios no son sólo más difíciles de evitar, sino que además ayudarían a desarrollar una cultura basada en la honradez.

El sistema financiero requiere de diversas reformas, pero éstas no consisten en mayores impuestos y mayor regulación industrial. Un Gobierno grande sólo dificultaría que las economías se adaptaran a la actual situación de crisis. Debemos atajar el problema defendiendo los principios básicos de justicia y honradez.

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