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CINE

El luchador

Estamos acostumbrados a las historias de redención, tan características del cine hollywoodiense. El cine "sin redención" siempre ha sido más europeo, muy vinculado a las experiencias bélicas y a cierto existencialismo ateo y pesimista. No obstante, de vez en cuando encontramos en el cine americano profetas de calamidades. Algunas películas de Woody Allen lo atestiguan, y la última de otro director neoyorkino, Darren Aronofsky, parece que también.

Estamos acostumbrados a las historias de redención, tan características del cine hollywoodiense. El cine "sin redención" siempre ha sido más europeo, muy vinculado a las experiencias bélicas y a cierto existencialismo ateo y pesimista. No obstante, de vez en cuando encontramos en el cine americano profetas de calamidades. Algunas películas de Woody Allen lo atestiguan, y la última de otro director neoyorkino, Darren Aronofsky, parece que también.

La cuarta película de este incatalogable cineasta, El luchador (The Wrestler), ha obtenido el León de Oro del último Festival de Venecia. La película está protagonizada por unos deslumbrantes Mickey Rourke, Marisa Tomei y Evan Rachel Wood, y su argumento narra el tramo final de la vida de Randy Robinson, un antiguo campeón de lucha libre de New Jersey que se encuentra en el ocaso de su vida profesional. Con el cuerpo ya demasiado tullido y con el corazón en estado crítico, Randy intenta reconstruir al menos su vida afectiva y conquistar el amor de Cassidy, una stripper maltratada por la vida, así como reconquistar el amor de su hija Stephanie. Pero parece que esa "segunda oportunidad" tan americana, no es algo que deba darse por supuesto.

Esta película tiene sus virtudes y sus defectos. La primera virtud es el excelente trabajo de Mickey Rourke, que afronta una historia con muchos tintes autobiográficos, y que le ha supuesto una merecidísima candidatura al Oscar así como ganar el Globo de Oro (arrebatándoselo a Leonardo DiCaprio, Frank Langella, Sean Penn y Brad Pitt). La segunda virtud es la profunda humanidad del film, la desnudez de los conflictos y la inmediatez de la puesta en escena, concebida como un puñetazo en la conciencia del espectador. Pero es en la puesta en escena donde también puede emerger el primer defecto: la directa sordidez sanguinaria de la lucha libre. Aronofsky no nos ahorra imágenes gore, que aunque ayudan a entender la psicología de nuestro personaje, endurecen en exceso la película, a lo que también contribuyen las descripciones lúgubres del mundo de las strippers. Otro defecto, menor a mi entender, mayor a los ojos de numerosos críticos, es la poca originalidad de la historia, como si de la enésima versión de Rocky se tratara. El principal defecto pienso que está en la resolución del film, que obviamente no vamos a desvelar. Es un final plausible pero decepcionante, y parece fruto más de una pose "intelectual" a la europea, que de una sincera comprensión de los personajes.

El guión es de Robert Siegel, que fue editor de The Onion, famosa revista satírica estadounidense. Aparte de reflejar con gran precisión las bambalinas del mundo de la lucha libre, a lo que dedica un gran porcentaje de la cinta, El luchador es un homenaje a los supervivientes de la existencia, un homenaje a los que quieren morir luchando por la vida. La película muestra a un monstruo de fortaleza física que por dentro es de extrema fragilidad, como la Bestia de La Belle et la Bête. Lo único que necesita para no sucumbir a la desesperanza es que alguien le dé una nueva oportunidad. En fin, una película honesta, con mucha fuerza visual, en ocasiones muy dura, que nos habla de la urgencia de ser acogidos y perdonados de forma incondicional. Lo que el film deja muy claro es que eso no es posible para el hombre abandonado a sus propias fuerzas.
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