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DIOS A LA MEDIDA

El magisterio de Bridget Jones

Hace unos años, El diario de Bridget Jones, me refiero a la versión cinematográfica, tuvo cierto éxito y, como suele pasar en estos casos, la industria del cine no se ha resistido a hacer una segunda parte para aprovechar el tirón de la primera. Para promocionar la nueva entrega, hace unos días, el equipo artístico de la película dio en Madrid una rueda de prensa. Renée Zellweger, que vuelve a encarnar a Bridget Jones, dijo de ésta que "es una mujer que busca su felicidad como ella la concibe, que no es acorde con los paradigmas e ideales que nos imponen".

Hace unos años, El diario de Bridget Jones, me refiero a la versión cinematográfica, tuvo cierto éxito y, como suele pasar en estos casos, la industria del cine no se ha resistido a hacer una segunda parte para aprovechar el tirón de la primera. Para promocionar la nueva entrega, hace unos días, el equipo artístico de la película dio en Madrid una rueda de prensa. Renée Zellweger, que vuelve a encarnar a Bridget Jones, dijo de ésta que "es una mujer que busca su felicidad como ella la concibe, que no es acorde con los paradigmas e ideales que nos imponen".
Renée Zellweger, la actriz que encarna a Bridget Jones
No sé si la frase es fiel a lo que dijo la actriz o es mérito de la traducción, pero sea como sea, tiene la ventaja de ofrecernos, condensada en muy breve espacio, una de las claves de lo que ocurre en nuestro mundo occidental. ¿Quien no la suscribiría para sí? Desde luego muy pocos. Y es que es una de esas cosas que se dicen, que van rodando de mano en mano, como si moneda de oro de ley fuera, y muy pocos se toman la molestia de comprobar su valor real; tan es así, que las confundimos con la misma realidad. Parece como si el problema de la felicidad se debatiera solamente entre dos polos: de un lado, lo que se dice, del otro, lo que yo concibo.
 
Todas las culturas son una interpretación de la realidad, que socialmente se traduce en una serie de vigencias, usos y costumbres. Es lo que se dice, lo que se hace, lo que se piensa, etc. Estas vigencias sociales son el acceso más próximo que tenemos a la moral, pero, al mismo tiempo, es un acceso despersonalizado, ya que, desde ahí, el que hace algo lo hace porque es lo que se hace, es decir, lo hace en el anonimato de la corriente social. En la vida diaria, estas vigencias y usos son de una gran utilidad, aunque sólo sea porque nos evitan tomar decisiones sobre cosas de menor importancia, ya que sabemos a qué atenernos sobre ellas. Pensemos simplemente cuando saludamos a alguien, nos ceñimos a lo que se hace en esos casos. Pero en asuntos de categoría, como es la felicidad, no parece que sea lo mejor vivirlos de una forma despersonalizada; son cuestiones que exigen de cada uno un protagonismo máximo, ya que lo que está en juego es la propia vida.
 
¿Pero mi felicidad, entonces, la encontraré en lo que yo concibo? Alonso Quijano vivía en la "felicidad" que socialmente estaba prevista para un pobre hidalgo lugareño pero, frisando los cincuenta años, concibe que su "felicidad" está en ser andante caballero –Cervantes, en su genial novela, adelantó la crítica a la modernidad anticipándose incluso a la aparición de ésta. ¿Por qué mi felicidad va a ser la que yo conciba, la que se me ocurra? La mente humana es capaz de concebir, imaginar, fantasear, etc., pero no es un rey Midas que transforme en bueno o felicitante lo que toque. La felicidad es, más bien, algo que envuelve la vida toda en diálogo con la realidad, no solamente una mente que conciba.
 
Pero como sabemos, el problema no está solamente en la felicidad. Las grandes preguntas de la vida las hemos reducido a concepción, opinión, ocurrencia. Esto se ve muy claramente en la cuestión religiosa; con frecuencia se oye decir a alguien que cree a su manera, que a Dios lo concibe a su manera, etc; más que ser creados, se crea un Dios a medida. En el terreno moral, cobra tintes particulares, pues, si lo que se concibe es grupal, entonces cobra el carácter de pretensión de derecho; los casos más frescos son  el pseudomatrimonio homosexual y la "eu"-tanasia, aunque no son los únicos.
 
Decía Nietzsche que "resulta muy difícil aceptar la verdad sin más, pues una vez aceptada hay que someterse a ella". En mi vida, en la de cualquiera, la verdad de la realidad toda, sobre todo la divina, constantemente nos llama y la felicidad está en escuchar y responder a esa vocación. Es hora de que vayamos saliendo de la trampa de estar entre lo que socialmente se me dice y lo que a mí se me ocurre y hagamos silencio para escuchar la realidad, que es escuchar la verdad.
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