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PRIMER CONSISTORIO DE BENEDICTO XVI

El peso de la púrpura

El Colegio cardenalicio ha conocido ya la primera renovación del pontificado de Benedicto XVI. El Papa ha querido mantener escrupulosamente el techo de 120 cardenales electores establecido por Pablo VI, y eso le obligaba a nombrar un máximo de doce purpurados con menos de ochenta años. Así pues, los posibles cardenales eran numerosos pero las sillas disponibles pocas, de modo que la difícil elección del pontífice abre la puerta a las interpretaciones. Intentaremos aquí algunas, sin dejarnos llevar por un exceso de fantasía.

El Colegio cardenalicio ha conocido ya la primera renovación del pontificado de Benedicto XVI. El Papa ha querido mantener escrupulosamente el techo de 120 cardenales electores establecido por Pablo VI, y eso le obligaba a nombrar un máximo de doce purpurados con menos de ochenta años. Así pues, los posibles cardenales eran numerosos pero las sillas disponibles pocas, de modo que la difícil elección del pontífice abre la puerta a las interpretaciones. Intentaremos aquí algunas, sin dejarnos llevar por un exceso de fantasía.
Benedicto XVI anunciando los nombres de los nuevos cardenales

Tres de los nombrados (Levada, Rodé y Vallini) presiden importantes organismos de una Curia que se encuentra a la espera de renovación y seguramente de reforma en su estructura. Otros señalados curiales se han quedado sin el capelo rojo, lo que indica que el Papa no ha querido atarse las manos hasta perfilar dicha reforma que se espera para antes del verano.

Otros tres nuevos purpurados proceden del Extremo Oriente. Gaudencio Rosales, de Manila (la mayor metrópoli católica de toda Asia), es el sucesor del gran cardenal Sin, héroe de la revolución contra el dictador Ferdinand Marcos. Filipinas es el epicentro de la presencia católica en el Asia oriental, lo que auguraba este nombramiento. NicolásCheong, de Seúl, es el segundo cardenal coreano. Su país experimenta uno de los crecimientos más llamativos de la Iglesia Católica en todo el mundo. El nuevo cardenal se ha caracterizado por la defensa de la vida no nacida, en el contexto de los turbulentos episodios sobre la clonación humana que se han desarrollado en su diócesis. Joseph Zen, de Hong Kong, será el primer cardenal de esa populosa ciudad desde que se reintegró a la soberanía china. Salesiano de fuerte personalidad y profundo conocimiento de la realidad del celeste imperio, se ha convertido en portavoz de las comunidades católicas de toda China, y en un referente acreditado del movimiento cívico a favor de las libertades y la democracia en la antigua colonia británica. Su nombramiento es un gesto de aprecio muy especial del Papa hacia la sufrida iglesia china, un gesto que puede provocar reacciones contrapuestas en Pekín, que por el momento guarda un mutismo absoluto.

Cardenal Jorge Urosa, de CaracasEl capítulo americano de esta hornada tiene sendos exponentes del norte y el sur del continente. El capuchino Seamus O’Malley es el arzobispo de Boston. Llegó a esta urbe emblemática del catolicismo norteamericano cuando se encontraba literalmente descoyuntada por los casos de abusos sexuales protagonizados por sacerdotes de la diócesis y la errónea gestión de la crisis llevada a cabo por su predecesor. La claridad pastoral y el coraje del nuevo arzobispo, han sido un factor esencial para ver la salida del túnel. No es extraño que los EE.UU. hayan sumado este nuevo nombre a su dilatada lista de cardenales. El otro purpurado americano es el venezolano Jorge Urosa, de Caracas. Un nombramiento significativo en el contexto del actual enfrentamiento entre la Iglesia y el régimen chavista, que se explicaría en todo caso por la importancia de la diócesis caraqueña. América Latina no ha recibido en esta ocasión nuevos cardenales, porque ya los tiene al frente de las principales sedes del continente.

Nos quedan los cuatro nombramientos europeos. Stanislao Dziwisz añade a su condición de arzobispo de Cracovia la de haber sido el fiel secretario de Juan Pablo II: una responsabilidad y un homenaje para la Iglesia de Polonia, que espera ya la inminente visita de Benedicto XVI. Otro colaborador estrecho del anterior Papa fue el arzobispo de Bolonia, Carlo Caffarra, gran autoridad en materia bioética y paladín de la cultura de la vida, un hombre sin pelos en la lengua que no rehuye la polémica. En Francia, el Papa se ha decantado por el arzobispo de Burdeos Jean-Pierre Ricard, presidente de la Conferencia Episcopal, mientras queda a la espera el nuevo arzobispo de París, también como deferencia hacia el anciano cardenal Lustiger, que sigue ocupando un puesto brillante en la escena pública francesa. Por último, el Papa ha mirado a Toledo, la diócesis primada de España. Antonio Cañizares es uno de los más jóvenes de esta hornada, pero es también un viejo conocido del Papa Ratzinger, con quien trabajó en Doctrina de la Fe. Junto a los evidentes méritos del nombrado y el poso histórico de la sede toledana, hay que advertir lo que el escenario español significa hoy para la Iglesia, como frontera avanzada con la cultura laicista y como terreno para la nueva evangelización. En suma, doce hombres para compartir con Pedro el peso y la alegría de conducir la Iglesia en esta encrucijada de la historia.
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