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CRISIS

El realismo económico de Benedicto XVI

En su primera declaración oficial sobre la crisis financiera, el Papa Benedicto XVI podría haber perfilado su próxima y muy esperada encíclica social. Aparte de unas pocas críticas genéricas a la avaricia y a resaltar la urgencia de la caridad, el Papa (a diferencia de otros cargos públicos del Vaticano) no ha hablado demasiado sobre la encíclica o sobre la crisis.

Pero el día 26 de febrero, en una sesión de preguntas y respuestas con los sacerdotes de la diócesis de Roma, Benedicto XVI reconoció sus dificultades para analizar la crisis con profundidad.

Así, dio una larga respuesta a la pregunta de un sacerdote que se quejaba de la pobreza y la incertidumbre que sufren sus feligreses y que sostuvo que "debemos tener el coraje de denunciar un sistema económico y financiero injusto de raíz". Sin duda, este sacerdote ofreció al Papa una oportunidad de oro para criticar al capitalismo.

Pero Benedicto XVI no mordió el anzuelo. Rememorando uno de sus pocos escritos como Joseph Ratzinger sobre la Iglesia y la economía, lanzó serias advertencias contra el moralismo simplista y demagogo que no estuviera basado en un conocimiento técnico (en este caso, económico) sobre el asunto. En cierto modo, su respuesta es una versión más teológica de la observación que ya efectuó Juan Pablo II en su encíclica social de 1991 Centesimus Annus, en la cual consideraba que lo que realmente pone en peligro la sociedad libre no es el sistema económico, sino el marco ético-cultural que pone a la economía en el centro de todo. Al reconocer que no posee una formación técnica en economía, Benedicto XVI vuelve a demostrar su integridad y honestidad intelectual.

En lugar de criticar un sistema económico que incentiva a la gente a seguir sus propios intereses, el Papa denuncia realidades con efectos más profundos: el pecado original, la avaricia humana y la idolatría. Pero Benedicto XVI no equipara beneficio con avaricia, probablemente dándose cuenta de que librar una batalla contra las ganancias provocaría perder el interés, la atención y quizá la salvación de todos aquellos que saben algo de negocios y de economía. Y tal vez más importante, en lugar de decirnos que necesitamos un "nuevo" sistema de producción y consumo, de compra y venta, el Santo Padre adopta una postura más sobria y realista al recordarnos que no puede existir ningún sistema justo si la propia gente no es justa, y que el pecado es algo inherente a la vida al que hay que combatir con paciencia, persistencia y sobre todo espiritualidad.

Los rumores de una encíclica social han circulado por Roma durante los últimos dos años, normalmente aprovechando la efeméride del 40 aniversario de la publicación de Populorum Progressio de Pablo VI. El aniversario ya pasó, por lo que ahora se trataría de aprovechar la coyuntura de crisis económica y financiera.

Y es que el Papa puede y debe decir mucho sobre la crisis. Pero yo, desde luego, no creo que vaya a seguir el camino de Obama o Brown de pedir más y más gasto público y rescates, como si los políticos y los reguladores fueran inmunes al pecado original y a la avaricia, lo que sólo nos traería a la mente otra parábola de los Evangelios: la del ciego que guía a otro ciego y terminan ambos cayendo en un hoyo.

Acton Institute
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