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POLÍTICA SIN ÉTICA

El vano empeño de José Blanco

Perspicaz, como nadie; ilustrado, como pocos, el docto don José Blanco, otrora secretario general del Partido y ahora vicepresidente del politburó, y algo más, ha sentenciado a la ética, y a la estética, y las ha condenado al ostracismo más pétreo. Destierro para la Ética a Nicómaco, uno de su pueblo, y enclaustramiento para la Ética a Eudemo, otro del pueblo.

Perspicaz, como nadie; ilustrado, como pocos, el docto don José Blanco, otrora secretario general del Partido y ahora vicepresidente del politburó, y algo más, ha sentenciado a la ética, y a la estética, y las ha condenado al ostracismo más pétreo. Destierro para la Ética a Nicómaco, uno de su pueblo, y enclaustramiento para la Ética a Eudemo, otro del pueblo.
José Blanco en una rueda de prensa

Ha dicho, con voz solemne y tono conciliador, que hay que acabar con tanta hipocresía en relación con los falsos debates morales y garantizar así el derecho de las mujeres a decidir. Es decir, que basta ya de falsos debates éticos y adelante con el "nosotras parimos, nosotras decidimos", nuevo dogma de las políticas sociales de Zapatero. Ya sabemos, el aborto, la eutanasia y un sinfín de cuestiones más son falsos debates morales. Añadió recientemente que su partido seguirá avanzando en el reconocimiento de los "derechos" de los ciudadanos "atendiendo a los que más lo necesitan", es decir, a los que viven de la subvención permanente, por eso de que la lucha por la igualdad y la filosofía de género aún no tienen las posaderas, intelectuales se entiende, asentadas en el imaginario social.

Hete aquí que el ínclito don José, en estricta continuidad con el Proyecto Gran Simio, abandona el homo éthicus para volver a homo erectus, dado que no llega al homo sapiens, y menos al homo sapiens sapiens. Si hay una pregunta que ha acompañado al hombre a lo largo de su historia es la pregunta por su identidad, quién soy, que siempre ha tenido su correlato perfecto en las cuestiones qué puedo saber y qué debo hacer, según nos enseñó Kant. El pensamiento humano, la razón, se ha dignificado por la pregunta ética, referida al sentido de la acción humana. Como señala uno de los más relevantes manuales de filosofía del bachillerato, el escrito por el filósofo José Ramón Ayllón, la ética es importante –la buena ética para nuestro por hombre– porque somos inteligentes y no nos dejamos gobernar por el instinto ni la sensibilidad; porque somos libres y estamos obligados a escoger; por lo mismo que son importantes la brújula y el mapa; porque carecemos de piloto automático; porque el hombre hace honor a su condición de sujeto sujetando sus actos, conduciéndose; porque estamos compuestos de inteligencia y libertad; porque la ley de la selva sólo es buena para la selva; porque necesitamos vivir en sociedad; porque es cuestión de vida o muerte; y porque queremos ser felices. Por éstas, y por otras muchas razones, existen las preguntas éticas, morales. Y por éstas y por otras muchas razones, existe la política como ejercicio público de la ética.

Estatua representando la justicia ¿Qué ocurre cuando un político abandona la ética, la desprecia, la degrada, la olvida, la ningunea, la envía al rincón de los castigados de la historia, de los perdedores de la historia? Pues que es un totalitario, o un dictador, o un cínico o un irresponsable, éticamente se entiende. Claro que ustedes se estarán preguntando, pero, ¿de qué ética hablamos? ¿De la ética católica, de la musulmana, de la de los socialistas? De la ética humana, aclaro. La ética es el más útil de todos los conocimientos, el más necesario, porque es el referente inmediato de la acción humana. Lo que pretende hoy el socialismo de las políticas de Zapatero es cambiar el agua a los valores de los españoles y de la sociedad. Su programa se ha empeñado en sustituir el sentido de la acción política y de la subsiguiente responsabilidad en pos del bien de todos por el de la ideología.

EL PSOE no tiene hoy más ética, por más que grite y se empeñe el presidente del Gobierno, que la ideología relativista y hedonista. Cada vez son más frecuentes las preguntas por lo bueno para la sociedad, por la verdad sobre lo que ocurre en nuestro país, síntoma de que carecemos de lo más elemental en el orden político. Lo que ahora tiene carta de legitimidad es la salida en falso hacia adelante, hacia un progreso desaforado que no entiende que la ética no es un límite, sino garantía de la verdad y del bien de la acción. Una persona ética, un político ético y moral, lo es doblemente, en su calidad de servidor del bien común y en su capacidad por orientar su acción hacia el bien de la persona. La antítesis de la política es la corrupción. Definamos el bien como lo que conviene naturalmente a una cosa. Es posible que nos hayamos olvidado ya de lo que conviene a los españoles. Pero si algo es hoy necesario es un serio debate ético, moral, sobre las políticas socialistas que no están llevando a la destrucción, de España y de los españoles. Por más que se empeñe y diga lo contrario el docto Blanco del socialismo ético y reaccionario.

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