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ADIÓS AL CONCEPTO DE PERSONA

En una sociedad simiesca

A lo largo del Quijote, la Biblia de España, una de las preocupaciones más hondas que atraviesan sus páginas es la búsqueda de la propia identidad. Esto se acentúa en la segunda parte, en la que a base de un juego de falsos y verdaderos espejos, don Quijote se va a ir engañando o descubriendo su rostro. A este respecto, es significativo que el bachiller Sansón Carrasco, jugando Cervantes también con el problema de la fragmentación y la unidad, aparezca como el Caballero de los Espejos y el de la Blanca Luna.

A lo largo del Quijote, la Biblia de España, una de las preocupaciones más hondas que atraviesan sus páginas es la búsqueda de la propia identidad. Esto se acentúa en la segunda parte, en la que a base de un juego de falsos y verdaderos espejos, don Quijote se va a ir engañando o descubriendo su rostro. A este respecto, es significativo que el bachiller Sansón Carrasco, jugando Cervantes también con el problema de la fragmentación y la unidad, aparezca como el Caballero de los Espejos y el de la Blanca Luna.
Un gorila, nuevo sujeto de derechos
En esta inquietud por saber de sí y de la realización de su identidad como caballero andante, don Quijote se asomará, en su última salida, a distintos sistemas de adivinación en que ver reflejado algo de sí; uno de ellos es el del mono de maese Pedro. Todo resultará falso y, lo mismo que la realidad de los títeres no era sino la proyección de su fantasía, lo del simio será también lo mismo. El engaño del titiritero sólo funciona en combinación con la ansiedad de quien ha perdido su centro y necesita ver algo de sustancia con que llenar su vacío y aquietar su incertidumbre. Todo cuanto de simios y hombres se pueda decir, tal vez se encuentre en este capítulo.
 
La presencia del cristianismo llevó a ir forjando una serie de herramientas conceptuales con que ver y entender la realidad. Una de ellas fue el concepto de persona. Sin entrar en profundidades filosóficas, el hombre empezó a ver que casi todas las realidades solamente son un qué, pero él, además de un qué, es también un quién, lo mismo que los ángeles, y Dios, un qué y tres quiénes. Esto tuvo consecuencias importantísimas; entre otras, lo que es solamente un qué puede ser un mero instrumento, pero el hombre, por ser también un quién, no puede ser reducido a ello.
 
Pero la historia del pensamiento tiene sus altibajos y las conquistas pueden eclipsarse, el continuo progreso es un mito que la historia se ha encargado de desmentir numerosas veces. El concepto de persona, a este respecto, no ha hecho excepción. Con el desdibujamiento de Dios del horizonte cultural occidental, se ha ido desvaneciendo a la par el concepto de persona; no en vano, la fe en la Trinidad fue la que llevó al hombre a descubrirse como persona. Basta para ello prestar atención a los reportajes de animales, cómo se tiende en ellos a acentuar las igualdades con el hombre, quedando en el olvido las grandísimas diferencias, desproporcionadas al pequeño porcentaje genético disímil. También puede uno fijarse en el uso que, en las conversaciones habituales, se hace de los términos antropológicos, baste como ejemplo la utilización de persona humana (quién) como sinónimo de hombre (qué), no de varón. En este caso, se puede ver cómo el quién se va diluyendo, en nuestra cultura, en el qué. De ahí a que los simios tengan la consideración de los hombre solamente había un paso que era previsible se fuera a dar. Otros vendrán después. ¿Por qué no hablar de matrimonio con simios? ¿Y las cabras por qué van a ser menos que los monos? Si el hombre es como los simios, ¿por qué no pensar en formas de esclavitud post-modernas?
 
La Conferencia Episcopal Española, en su Asamblea Plenaria, ha aprobado un nuevo Plan Pastoral, en el que se señalan dos dificultades en su acción. Una es la secularización interna, de la que tal vez hablemos la semana próxima; la otra, la situación social y cultural en la que estamos, que queda magníficamente reflejada en el acelerado descenso en el parlamento a la altura de los grandes simios, mientras que la sociedad, una vez más, permanece abotargada. ¿Pero es esto una dificultad? En cierto modo sí, pero ¿cuándo no las va a haber? Con lo preocupante que es la situación en la que estamos, se trata de la circunstancia en la que nos encontramos y más que una dificultad, no creo que lo sea mayor que las que había en los primeros siglos de nuestra era, de lo que se trata es de un reto ante el cual hay que dar una respuesta adecuada y en esto es donde estará el problema.
 
Mientras tanto, y sin necesidad de quitar las estatuas de Largo Caballero e Indalecio Prieto en la Plaza de San Juan de la Cruz en Madrid, se podría aprovechar el desnudo pedestal que dejó la de Franco para colocar una del General Urko y tapar las zanjas de Gallardón para que libremente y con un tanga Calvin Klein pueda corretear Charlton Heston.
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