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SEMANA SANTA EN EL CENTENILLO

Entiendo la vida en la Pascua de Cristo

Escribo con el convencimiento de que esta Semana Santa ha sido, para muchos, no una más, sino un acontecimiento novedoso de vida. 

Escribo con el convencimiento de que esta Semana Santa ha sido, para muchos, no una más, sino un acontecimiento novedoso de vida. 
Juan Pablo II.

El año pasado, por estas fechas, estábamos acompañando a Juan Pablo II en su última Pascua, completando los pasos que le quedaban para introducirse definitivamente en la Pascua redentora del Señor. Culminaba en su propia vida el misterio y el don que, al inicio de su pontificado, había proclamado en su primera encíclica, Redemptor Hominis, que Jesús es el Redentor del hombre, que en la vida de Cristo se ilumina toda la vida del hombre y de la humanidad.


Este año, yo también busqué celebrar y vivir la Pascua del Señor de una manera diferente. Mi mujer y yo aceptamos la invitación de unirnos a una asamblea de casi cien personas, familias completas, niños, jóvenes, adultos y abuelos, en Villa Paz, en El Centenillo. En días anteriores, allí se habían reunido cerca de noventa jóvenes relacionados con el Movimiento Oasis, para preparar la celebración de la Pascua. Allí también nos dimos cita gente de diversa pertenencia: de Encuentro Matrimonial, de la Acción Católica, de Cursillos de Cristiandad y, sobre todo, del Movimiento Oasis, entre otros. Me sigue asombrando la variedad y riqueza de expresiones de la Fe y de la caridad que existen hoy en la Iglesia. El Espíritu sopla dondequiera.

El Centenillo es un pueblo pequeño, situado cerca de La Carolina, en la provincia de Jaén; célebre por la explotación minera llevada a cabo en la primera mitad del siglo pasado, aún conserva importantes vestigios de las minas y de los poblados. Y sobre todo goza de una gran tranquilidad y de un entorno natural serrano que favorece la búsqueda del encuentro con uno mismo, con los demás, con la madre naturaleza y con el Creador. Aquí uno se siente más criatura y más agradecido al Creador.

En El Centenillo está Villa Paz, la casa del Movimiento Oasis, que acabo de descubrir. Es una de tantas expresiones de la diversidad y riqueza suscitada por el Espíritu del Resucitado, que siembran la historia de la Iglesia y la historia del mundo con el amor y la gratuidad de Dios. Los movimientos como Oasis son receptores y dispersores de las señales luminosas que sirven para indicar el paso de Dios por la vida de pequeños y mayores, niños y jóvenes, adultos y ancianos, matrimonios, laicos consagrados, sacerdotes y religiosas.

El misterio de la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, que es la fuente de la vida del cristiano, ha centrado la vivencia de nuestra asamblea. Frente a la fantasía de la superstición, el miedo fetichista, el actuar caprichoso de la divinidad desconocida, la Fe del cristiano es acontecimiento histórico, es encuentro en la medida en que nos introducimos en el acontecer histórico de la salvación lograda por la muerte y resurrección de Cristo. Por eso el cristiano no puede vivir su fe ajeno al acontecer de la historia de su comunidad, de su pueblo, del mundo entero y de toda la creación. En la celebración del Misterio Pascual se hace patente, quizá más que en ninguna otra, la dimensión histórica, social y política de la vida que nace y se alimenta de la fe en el Resucitado.

En este acontecer de nuestra celebración pascual, porque nada de nuestra realidad nos es ajeno, vale la pena hacer referencia a un hecho insólito. El día 14, viernes santo, unos cuantos individuos venidos de fuera arrancaron del edificio del Ayuntamiento de El Centenillo las banderas de España y Andalucía. De este modo, emulaban la ocurrencia de Rodríguez Zapatero, Llamazares, Carod Rovira, Otegui y otros, de conmemorar y enaltecer uno de los períodos más negros, sangrientos y trágicos de nuestra historia. Los elogios republicanos de Rodríguez Zapatero, que debe ser y comportarse como el Presidente del Gobierno constitucional de todos, derivan en gestos como éstos, que no siembran más que la cizaña del resentimiento y el odio entre el pueblo pacífico, ajeno a las ambiciones del poder y a la insensatez y la maldad de políticos sin escrúpulos.

Es de sentido común: las consecuencias funestas, a corto y a largo plazo, de la irresponsabilidad de los gobernantes son imprevisibles. Elogiar la experiencia histórica de la II República es dar un aval a la represión de las libertades, al ejercicio del poder sin escrúpulos, a la ruptura de la nación, a la destrucción y ocultamiento de valores e instituciones de nuestras raíces culturales. El presente y el futuro de un pueblo se construye sobre la memoria de su propia historia, en la cual se descubren y seleccionan, no las fantasías, los traumas y los rencores no superados, sino lo que libera, construye y añade caminos de vida a la vida colectiva.

Frente a un mundo descreído, indiferente, que no se hace preguntas últimas, hay un mundo que busca, pregunta, comparte y realiza, incluso sin proponérselo, el gran misterio de la vida del hombre, creyente o no, que está presente en el memorial de los acontecimientos que condujeron a Jesús de Nazaret de ser un líder aclamado y buscado por sus prodigios y sabiduría, a ser víctima de la burla, el escarnio, la tortura y la muerte más ignominiosa que se aplicaba a los más indeseables. Para Jesús de Nazaret no hubo libertad religiosa ni libertades políticas y civiles. Hoy, las iglesias cristianas, perseguidas y martirizadas en Palestina, en China y en casi todas las naciones islámicas, se identifican así con su Señor.

La Buena Noticia del Resucitado es como una bomba expansiva de alegría, de vida, de luz, de amor, que explota al fin en Pentecostés y alcanza al mundo entero, a gentes de todas las razas, lenguas, naciones y procedencia.

Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social "León XIII"
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