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VISITA DEL PRESIDENTE BUSH AL VATICANO

"Es bello estar aquí"

Un coloquio cordial que ha repasado los principales escenarios del mundo: así ha definido la Santa Sede el encuentro entre Benedicto XVI y el presidente Bush. Un coloquio que se prolongó durante más de treinta y cinco minutos, tiempo más largo del habitual en este tipo de audiencias, en el que se prodigaron los gestos de mutua estima en un clima de serenidad y respeto. Las primeras palabras dirigidas al Papa por el hombre más poderoso de la tierra fueron significativas: "es bello estar aquí".

Un coloquio cordial que ha repasado los principales escenarios del mundo: así ha definido la Santa Sede el encuentro entre Benedicto XVI y el presidente Bush. Un coloquio que se prolongó durante más de treinta y cinco minutos, tiempo más largo del habitual en este tipo de audiencias, en el que se prodigaron los gestos de mutua estima en un clima de serenidad y respeto. Las primeras palabras dirigidas al Papa por el hombre más poderoso de la tierra fueron significativas: "es bello estar aquí".
El presidente Bush con el papa Benedicto XVI

La relación entre Washington y la Sede de Roma ha sido siempre compleja y sutil. Por un lado está el peso de la historia, que señala una secular reticencia del establishment político norteamericano frente a la autoridad del Papa. No olvidemos que en algunos estados de la tierra de la libertad, los católicos sufrieron durante años marginación e incluso violencia física. Para algunos sectores WASP, el catolicismo fue siempre una anomalía dentro del esquema socio-político de los Estados Unidos, una especie de amenaza larvada para la identidad nacional. También es verdad que los católicos se han ganado a pulso su carta de ciudadanía, y que puede escribirse la historia de su contribución sustancial a la grandeza del país. No es que hayan desaparecido por completo las sospechas, incrustadas en algunas franjas de la "América profunda", pero a estas alturas nadie piensa que la independencia y la soberanía nacional se vean amenazadas por el vínculo de los católicos con Roma.

Por otra parte, los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca han tenido sobradas experiencias de los beneficios de una relación franca y fluida con la Sede Apostólica, que además de su autoridad moral, mantiene la diplomacia más antigua del mundo. Washington sabe que sobre algunos asuntos puede encontrar en el Vaticano una oposición correosa pero leal; sabe también que el Papa representa el más sólido valedor de los grandes valores espirituales y morales de la tradición occidental. Lo cierto es que Bush ha viajado a Roma con una significativa encuesta del diario USA Today en la cartera, según la cual siete de cada diez norteamericanos le pedían que prestase atención a las sugerencias del Papa. Y el presidente anticipó que deseaba, sobre todo, escuchar a Benedicto XVI en este primer encuentro.

Manifestación favorable a BushPor ejemplo, George Bush conoce perfectamente la dura oposición de Juan Pablo II a la intervención norteamericana en Irak, oposición que compartió públicamente Joseph Ratzinger. De hecho el comunicado vaticano insiste sobre la necesidad de una solución "regional" y "negociada" para los conflictos que asolan Oriente Medio. Pero el presidente norteamericano sabe también que la Santa Sede apoya con realismo la permanencia de la Coalición Internacional bajo los auspicios de la ONU, con el fin de asegurar en Irak unas condiciones mínimas de seguridad y de imperio de la ley. Lógicamente, la situación de los cristianos en toda aquella región es uno de los motivos de mayor ansiedad del Papa, y no hay duda que ocupó un lugar destacado en el coloquio.

Las diversas informaciones cruzadas, nos permiten saber también que Benedicto XVI invitó a Bush a liderar un gran esfuerzo contra las múltiples manifestaciones de la pobreza en el mundo, con especial atención a la trágica situación de África. El presidente, que reveló haberse sentirse conmovido ante la personalidad del Papa, respondió que ese era un empeño justo que merecía una respuesta positiva, y explicó de primera mano al Pontífice los acuerdos del G-8 orientados en esa dirección. Por supuesto, el capítulo referente a la defensa de la familia y de la vida, en el que existe una convergencia sustancial con la administración republicana, también mereció atención, así como la atribulada geografía de la libertad religiosa en el mundo.

No faltará quien contemple con cinismo este encuentro, pero lo cierto es que el presidente norteamericano se ha acercado al corazón del mundo católico para escuchar con atención las inquietudes y valoraciones del Papa, intuyendo quizás que estaba ante un hombre investido de tan misteriosa misión, que le lleva a mantener su libertad de juicio frente a cualquier clase de poder. Una libertad que puede resultar incómoda para el gobernante más poderoso de la tierra, pero que a la larga merece acogida y aprecio. Y en esto Bush ha demostrado ser menos obtuso que tantos que lo critican.

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