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FIESTAS DEL SOLSTICIO DE INVIERNO

Exnavidad

El cristianismo ya no tiene vigencia social, lo cual no quiere decir que nuestra sociedad no tenga raíces cristianas ni que mucho de lo que forma parte de nuestra vida no sea herencia del cristianismo. Para percatarse de esta falta de vigencia social basta dar un paseo por la calle y ver las vallas publicitarias, los quioscos de prensa, el modo de vestir de la gente, etc. En lo que se opina, se dice o se habla, el cristianismo no tiene un peso significativo, aunque podamos encontrar en todo ello vestigios de épocas de cristiandad.

El cristianismo ya no tiene vigencia social, lo cual no quiere decir que nuestra sociedad no tenga raíces cristianas ni que mucho de lo que forma parte de nuestra vida no sea herencia del cristianismo. Para percatarse de esta falta de vigencia social basta dar un paseo por la calle y ver las vallas publicitarias, los quioscos de prensa, el modo de vestir de la gente, etc. En lo que se opina, se dice o se habla, el cristianismo no tiene un peso significativo, aunque podamos encontrar en todo ello vestigios de épocas de cristiandad.
Los adornos de Gallardón
Pero aunque no tenga vigencia social, algunos de sus elementos sí la mantienen aunque, eso sí, privados de su savia original. La gente se bautiza, se casa, se confirma, toma la primera comunión, etc., aunque la fe no tenga apenas relevancia en su vida. Desde hace más de veinte años no deja de sorprenderme la falta de reacción de los católicos ante esta realidad; a veces parece que a muchos les diera lo mismo. Tanta vigencia social tienen algunos de estos elementos que hasta hay pseudobautizos civiles. Lo cual, además de grotesco, no deja de ser ofensivo y mucho más si está tras ello algún poder público.
 
Pero claro, también hay, en el panorama religioso español, personas con fe, con fe viva, para quienes todo eso tiene un valor que va más allá de lo social y que, por ello, sufren cuando lo más valioso para ellas queda reducido a casi nada, aunque no pocas de ellas lo que saquen de esto no sea sino un encogerse de hombros. Además están el creciente número de personas que, sin ser cristianas, sí son religiosas y, por último, quienes viven lo religioso, muy especialmente lo católico, como algo pernicioso para la sociedad y las personas, como una lepra que hubiera que erradicar para que el hombre, libre de toda traba, pueda ser verdaderamente. Y todo esto en un estado aconfesional.
 
En medio de este panorama religioso uno se puede preguntar qué se celebra estos días. No qué celebran los cristianos, pues celebran el nacimiento del Hijo de Dios, lo cual debería de ser también un motivo de fiesta social, pues, con independencia de que se tenga fe o no, o de cuál sea la confesión religiosa, lo cierto es que el nacimiento de Jesucristo supone un antes y un después en la historia, el fundamento sobre el cual ha sido posible hablar de igual dignidad de todos los hombres, de la universalidad de los derechos humanos, de la libertad como ámbito para ser, del perdón como sanación social, de la verdad como fundamento de la libertad, de la justicia como engendradora de la paz,… Pero ni pregunto por lo que celebran los cristianos ni por lo que, a mi modo de ver, debería celebrar la sociedad, pregunto por lo que de hecho se celebra socialmente.
 
Y al preguntármelo, miro las olas de palabras que van y vienen en Madrid entre Colón y Cibeles, la creación de Eva Lootz: estupro, violencia, serpiente, viento, vivir, otra vez, esperando, lujuria, siempre, fiestas, casi, amable, de viaje, de entrada, regreso, maleta, cansancio, donde, dormir, alegría, nido, etc. Creo que es una de las más expresivas manifestaciones del nihilismo de nuestra sociedad. Palabras yuxtapuestas, azarosamente seleccionadas y colocadas, sin ninguna jerarquía entre ellas. Algo así como un montón de piedras, pero claro, el lenguaje humano es algo más que esto. Aunque también es cierto que un oleaje de significantes como éste también tiene un significado: en nuestra sociedad parece como si todo diera lo mismo, como si todo fuera igual de valioso. Tal vez Ruíz Gallardón debiera haber ahorrado dinero y haber puesto una sola luminaria que dijera x=-x, y si esto es así es que x=0. Tal vez tenga razón el alcalde capitalino y lo que se celebre estos días sea nada. Pero entonces yo le pediría que fuera consecuente y que en los anuncios de la prensa no pusiera "En Madrid la Navidad es mágica", sino que en lugar de "Navidad" pusiera "Exnavidad", porque lo de "Fiestas del solsticio de invierno" tal vez resulte muy largo. Que no use la palabra Navidad, porque hablar de Navidad no es hablar de nihilismo ni de la nada, sino de la realidad, porque hablar de Navidad no es hablar de magia, sino de la libertad divina y humana.
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