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JUDÍOS Y CRISTIANOS

Gracias, gracias, gracias

El número tres ha tenido siempre un significado especial para el pueblo judío. Por eso no es casualidad que el rabino Gary L. Krupp, Presidente de la Pave the Way Foundation, se despidiera de Juan Pablo II conmovido: “Santidad, gracias, gracias, gracias, ¡Shalom!”. Nunca antes la Sala Clementina del Palacio Apostólico había albergado un encuentro semejante. Ciento sesenta rabinos llegados de todo el mundo, habían acudido al Vaticano para mostrar públicamente su gratitud al pontífice que más ha hecho por la reconciliación entre judíos y cristianos en toda la historia.

El número tres ha tenido siempre un significado especial para el pueblo judío. Por eso no es casualidad que el rabino Gary L. Krupp, Presidente de la Pave the Way Foundation, se despidiera de Juan Pablo II conmovido: “Santidad, gracias, gracias, gracias, ¡Shalom!”. Nunca antes la Sala Clementina del Palacio Apostólico había albergado un encuentro semejante. Ciento sesenta rabinos llegados de todo el mundo, habían acudido al Vaticano para mostrar públicamente su gratitud al pontífice que más ha hecho por la reconciliación entre judíos y cristianos en toda la historia.
El Papa dando la bienvenida a Meredith y Gary Krupp
Lo cierto es que aún nos falta perspectiva histórica para valorar en toda su profundidad religiosa y su potencia histórica, algunos de los gestos y palabras de Juan Pablo II dirigidos al pueblo judío. El propio Krupp recordó la visita del Papa al campo de exterminio de Auschwitz; su entrada en la Sinagoga de Roma, cuando denominó a los judíos “nuestros hermanos mayores”; o su inolvidable discurso en Yad Vashem, el memorial del Holocausto en Jerusalén, en el que denunció al antisemitismo como “un pecado contra Dios y contra la humanidad”.
 
No es exagerado pensar que la Providencia ha preparado a Karol Wojtyla, a través de su biografía, para esta tarea singular: la amistad con sus compañeros y vecinos judíos en la infancia y su experiencia directa del Holocausto, le han permitido desarrollar una relación de calidez y profundidad extraordinarias con el pueblo judío, una relación en la que no existe cálculo ni artificio.
 
La importancia del gesto realizado por la Pave the Way Foundation radica en el reconocimiento clamoroso y sin fisuras de todo esto por parte judía, ya que algunas veces ha dado la impresión de que el camino de la reconciliación discurría sólo en una dirección, y que la otra parte esperaba orgullosamente en su lugar, esperando siempre algo más, sin dar un paso hacia quien venía a su encuentro con los brazos abiertos.
 
Desde luego no es éste el caso de la Declaración Dabru Emet, firmada por más de doscientos rabinos y profesores de judaísmo en 2002, que es la respuesta más completa y articulada al rumbo que marcado por Juan Pablo II. En esa Declaración se subraya que el nazismo no es un fenómeno cristiano, y se reconoce que también el judaísmo tiene pendiente un reconocimiento cordial de su parentesco con el cristianismo, que adora al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y que ha permitido que millones de personas en todo el mundo hayan entrado en relación con el Dios de Israel.
 
Me parece que esa Declaración (escasamente conocida por estos pagos) habría sido imposible sin el testimonio tenaz de Juan Pablo II, a quien el rabino Gary Krupp ha dedicado esta hermosa afirmación: “Su Santidad es verdaderamente la personificación del espíritu de Aarón, el sumo sacerdote del antiguo Israel”.
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