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CARDENAL RATZINGER

Guía para perplejos

Quizás no haya en este momento uno como él en toda la geografía del orbe católico, capaz de aunar perspicacia y sencillez, amor a la tradición y apertura a lo nuevo, piedad intensa y sentido de la historia, rumia intelectual y viveza para el debate. Hablo de Joseph, Cardenal Ratzinger.

Se diría que este hombre de rostro todavía juvenil a pesar de sus 77 años busca multiplicarse en este momento dramático para contribuir a una mirada más inteligente y esperanzada de los católicos sobre el momento presente, y para tender a la sociedad del nihilismo blando y la desesperanza sorda, la mano de la fe cristiana, amiga de la razón y de la libertad del hombre.
 
Así entiendo la impresionante entrevista concedida el pasado 19 de Noviembre al vaticanista Marco Politi en La Repúbblica, el diario más anticatólico de Italia. Preguntado sobre el pesimismo que ronda en este momento a tantos fieles de la Iglesia en Europa, Ratzinger remonta la historia para descubrir que a lo largo del tiempo, «el catolicismo se ha vuelto siempre más "católico", es decir, más universal, de modo que mientras otros continentes descubren su propio modo de ser cristianos y católicos, Europa no tendrá ya una voz tan determinante como en el pasado». En otro momento no duda en recoger el guante que lanza Politi sobre la incapacidad de la Iglesia para hacerse comprender por el hombre de hoy. Es verdad, reconoce el Cardenal, especialmente si hablamos del hombre occidental. Y señala una primera dificultad en el plano intelectual, «porque el sistema conceptual del cristianismo aparece muy alejado del lenguaje y del modo de razonar moderno». Y reconoce que «debemos hacer todo lo posible para traducir este sistema conceptual de modo que salga a la luz la verdadera esencia del cristianismo, empezando por el hecho de que se trata de una historia de amor entre Dios y los hombres».
 
Pero el que algunos denominan "Panzerkardinal", no se detiene en el problema conceptual. No basta el empeño intelectual para presentar los contenidos de la fe, porque existe también una dificultad para aceptar el cristianismo desde un punto de vista existencial. Por eso es necesario «ofrecer espacios de vida, de comunión, de camino: sólo a través de experiencias concretas y del contraste existencial, es posible verificar que el mensaje cristiano es real y que es posible acceder a él».
 
En esta larga entrevista, de la que el diario El País ofreció un generoso resumen del que quedaron excluidos aspectos esenciales, Ratzinger no deja de romper esquemas. Quizás los de muchos lectores vacunados contra la Iglesia, pero también de muchos católicos acomodados a su propio análisis, de resistencia o de complacencia, según los casos. Por ejemplo cuando rechaza taxativamente la tentación de refugiarnos en el sueño de una sociedad orgánicamente cristiana, y nos invita a afrontar el desafío de creer «en un contexto pluralista, siendo bien conscientes de que en él se abren nuevas posibilidades para una fe libre y adulta».
 
Son magníficas también sus reflexiones sobre el laicismo, la ética sexual y el diálogo con el Islam. En un momento dado, el agudo entrevistador (¡qué pareja para un debate!) plantea que los conflictos éticos del momento reflejan la "revolución del sujeto", actualmente en curso en el mundo occidental, y pregunta cómo afronta la Iglesia el desafío de esta nueva subjetividad. En un primer paso, la respuesta pone en duda que muchos sujetos vivan una verdadera autodeterminación (como hoy se nos quiere hacer creer), y por el contrario denuncia la vigencia de una uniformidad prefabricada por el mercado, los medios de comunicación y la moda. No obstante Ratzinger da la vuelta al argumento, y concluye que el hecho de que el sujeto sea más consciente de su libertad y responsabilidad, siempre será una conquista positiva; pero también ha llegado el momento de reconocer que la libertad humana sólo puede vivir dentro de una responsabilidad común. Porque el hombre no se da la vida a sí mismo: es una criatura con sus límites y con la posibilidad de extraviarse o de encontrar el camino que corresponde a su propio ser.
 
Agua fresca para todos: para los cristianos apesadumbrados; para los que buscan desorientados y confusos; y para los que rechazan altivos la oferta de la fe cristiana, simplemente porque tienen de ella una idea grotesca y cargada de prejuicios. Pero sobre todo una inyección de esperanza: porque sigo convencido de la fuerza interior de la fe.
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