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LEER LA BIBLIA

Héctor, Hamlet,... Dios

El crítico literario norteamericano, Harold Bloom, el otro día, en una videoconferencia de contenido muy interesante, pero de la cual no podemos examinar todo el contenido, dijo que "el culto occidental a Dios es un culto a un personaje literario", sin dejar fuera de esta afirmación ni a judíos ni a musulmanes ni a cristianos.

El crítico literario norteamericano, Harold Bloom, el otro día, en una videoconferencia de contenido muy interesante, pero de la cual no podemos examinar todo el contenido, dijo que "el culto occidental a Dios es un culto a un personaje literario", sin dejar fuera de esta afirmación ni a judíos ni a musulmanes ni a cristianos.
Harold Bloom

Ignoro si la situación en Oriente, en su opinión, es distinta. No lo creo pues, si así fuera, habría especificado que la religión como patología era algo circunscrito únicamente a Occidente. También cabe la posibilidad de que el sintoísmo, el hinduismo, el budismo, etc., sin dejar de ser patologías, no lo sean de orden literario, sino de otro tipo todavía pendiente de determinar. En cualquier caso, ésta debe de ser una de las múltiples gangrenas con que nuestra civilización se ve aquejada, una razón más, tal vez, para renegar de ella. Aunque visto desde un punto de vista optimista, sería un consuelo, pues, a fin de cuentas, todo el mal que Occidente habría causado al resto del mundo y a sí mismo sería consecuencia de haber tomado por Dios a un ente de ficción y, claro, las perturbaciones psicológicas, máxime si tienen tal grado de pérdida del sentido de la realidad, no solamente serían atenuantes, sino incluso eximentes de toda responsabilidad. Claro está que, puestas así las cosas, la obra de Bach, Dante, El Greco, etc. acaso no pasarían de ser un delirio dentro del delirio. Al rezar J. R. Tolkien, ¿encontraría alguna diferencia ontológica entre un hobbit y Jesucristo?

Y el crítico literario insiste, refiriéndose a Jesucristo, Yhwh y Dios: "No son más literarios que los caracteres que Shakespeare creó. Es como si se rindiera culto a Hamlet". Es curioso que, en los miles de años de la cultura occidental, no se haya dado el caso de dar culto, por ejemplo, a Otelo o don Quijote. No será porque no sean personajes bien perfilados, ya que, puestos a elegir a un ente de ficción, tal vez, lo esperable sería ir al producto mejor elaborado. ¿Por qué no escoger a alguno de ellos para adorarlo en lugar del protagonista del evangelio de San Marcos, cuyo griego deja bastante que desear, por cierto? Ciñéndonos a la Biblia, sin ningún género de dudas, nos hallamos ante una de las obras de la historia con más interés y riqueza literarios. En ella, nos encontramos con poemas épicos y líricos, crónicas, narraciones, cuentos, cartas, situaciones dramáticas y no pocas cómicas, etc. Los recursos estilísticos y de género son abundantísimos, los distintos autores toman elementos de las culturas con las que entran en contacto, incluso se inventan, llegado el caso, un género nuevo, el evangelio. Y todo ello lo hacen por una razón muy sencilla, incluso perogrullesca, porque son hombres y los seres humanos nos comunicamos con palabras humanas y, cuando lo que intentamos transmitir lo consideramos importante, procuramos hacerlo de la mejor manera posible, con todos los recursos a nuestro alcance.

La Biblia, para el creyente, es palabra divina, pero también es verdadera palabra humana. Mas el que algo se comunique con recursos literarios no quiere decir que lo que se signifique con ese envoltorio sea meramente literario. El lector de la Biblia, más allá de que se lea con fe y, por tanto, se reconozca que es palabra verdaderamente divina y verdaderamente humana, corre un doble riesgo, por un lado, el de la literalidad, el de creer que las metáforas se leen como ecuaciones matemáticas y, por otro, el de reducirlo todo a símbolo sin ningún referente en la realidad.

Y nuestro crítico literario continúa: "El estado cognitivo que tenemos de ellos es igual al de El Quijote o Sancho". Supongo que ese será el suyo, ¿pero qué le hace pensar que el de los demás también lo sea? ¿Tan tonta es la humanidad y tan pocos son los listos? Algo de esto ciertamente hay, pero no todo. Por ello, los grandes maestros espirituales, pensemos en San Juan de la Cruz, genial literato, cima de la lírica española, hablan del camino espiritual como de un itinerario en el que uno se va desnudando de las imágenes falsas que de Dios tiene para encontrarse con su imagen real, no engendrada por fantasía de hombre, sino un verdadero hombre, que es verdadero Dios. Este tipo de declaraciones hacen pensar en la fábula de la zorra y las uvas. Es mejor reconocer que no se alcanzan, en vez de decir que están verdes.
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