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CAMPAÑA CONTRA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Hoy como ayer, la COPE dice la verdad

He escuchado y leído muchas críticas sobre la Cadena COPE. Algunas, reflexivas y argumentadas, otras, quizá las más, yo diría que muy viscerales e irracionales. Escucho a todas y las tengo en cuenta. Debo decir, no obstante, que la que más credibilidad me ofrece es la manifestada por millón y medio de personas, el pasado día 12, en las calles de Madrid. No estaba entre los objetivos de la convocatoria, pero los manifestantes le han tributado, de manera espontánea, el reconocimiento que merece.

He escuchado y leído muchas críticas sobre la Cadena COPE. Algunas, reflexivas y argumentadas, otras, quizá las más, yo diría que muy viscerales e irracionales. Escucho a todas y las tengo en cuenta. Debo decir, no obstante, que la que más credibilidad me ofrece es la manifestada por millón y medio de personas, el pasado día 12, en las calles de Madrid. No estaba entre los objetivos de la convocatoria, pero los manifestantes le han tributado, de manera espontánea, el reconocimiento que merece.
Las voces de la COPE

Con cierto dolor, permítanme que les cuente. Hace días, el secretario de un organismo ligado a la Iglesia católica me decía: “La COPE debería ser cerrada igual que lo fue el periódico Egin” (sic). Ante mi sorpresa e incredulidad, repitió: “Como te lo digo: la COPE hay que cerrarla”. No esperaba de mi interlocutor esta comparación de unos medios tan contradictorios. Me pareció una perversión. No hubo tiempo para replicarle. La ingenuidad es tan peligrosa como el dogmatismo. Las simplificaciones de este tipo son muy peligrosas, sobre todo cuando son dogmáticas. Me quedé aún más perplejo cuando mi interlocutor me dijo que no escuchaba la COPE desde hace mucho tiempo. ¿Es que en algunos ámbitos se han perdido los papeles?

Alguna vez escribí aquí que el problema no es la COPE. El problema de fondo, lo que realmente importa es lo que provoca que los periodistas que trabajan en esta cadena no cesen de denunciar, a tiempo y a destiempo, las tramas que intentan cambiar la sociedad al modo de una “dictadura silenciosa”, por usar el título de un libro de Jiménez Losantos, relato de uno de los períodos de gobierno de Felipe González. Entonces, cuando Rodríguez Zapatero ocupaba asiento en el Parlamento, callado, ya estaba ahí Rubalcaba; la corrupción gubernamental y de partido extendía los tentáculos por doquier; y la persecución contra algunos periodistas de varios medios estaba a la orden del día. Ya entonces la COPE fue víctima de la persecución y la discriminación gubernamental y sus profesionales fueron insultados. Para los que vivimos aquella etapa, basta recordarlo para comprobar que algunos personajes de aquellas mentiras son los personajes de las mentiras de hoy; los periodistas de aquellas denuncias, que eran verdades, son los periodistas de las denuncias de hoy, que también son verdades. Y hoy como ayer, en la COPE se ofrece información veraz y opiniones libres.

¿Qué está pasando? Hablando con algunas personas con las que compartí tomas de postura en contra de ciertas políticas y decisiones, en los últimos años de Gobierno del PP, da la impresión de que aquellos que, dos años antes del 11-M, empezaron a coger la pancarta con ZP y a agitar la calle, hoy se encuentran sin pancarta, sin manifestación y sin ZP. Reconocen a regañadientes que ZP fue un error, pero no tienen la valentía de denunciar abiertamente sus graves errores de gobierno, porque eso sería dar oxígeno a la derecha. Hasta les cuesta reconocer las cosas positivas que la derecha hace allí donde gobierna. Parece como si a algunos les moviera más el haber apostado por Rodríguez Zapatero que el respeto por la verdad y la defensa de la vida democrática.

Creo que es éste es el marco común del cual no podemos apartarnos. Hace treinta años, la Iglesia española desempeñó un protagonismo imprescindible en el advenimiento de la democracia y en la creación del consenso y del espíritu de reconciliación. La Iglesia asumió con sinceridad el “Pacto Constitucional” y todo lo que representaba. Hoy, ante la tentación y los esfuerzos de algunos por romper ese Pacto, la Iglesia debe seguir colaborando a través de la denuncia firme de todas las desviaciones y tropelías del poder. A mí me parece que la Cadena COPE, cuyo accionista mayoritario es la Conferencia Episcopal, es una fórmula de empresa de comunicación muy compleja. En la programación hay espacios delimitados específicamente para dar cumplimiento a los fines específicos de la Cadena; y hay otros que, sin dejar de cumplir los fines de informar, formar y entretener, tienen una factura más comercial y competitiva en el juego global de la radio en España. ¿Se puede hablar de la “libertad de emisión” del director de un programa, como hablamos de la “libertad de cátedra” de un profesor? A mí me parece que hay similitud. Otro tema es el derecho personal de los oyentes a conectar y a desconectar.

A propósito, me cuentan que, en algunas ciudades, a determinadas horas, se desconecta la programación nacional de la COPE. No sé a qué viene este paternalismo, censura, represión o violación del derecho a la información, no sé como llamarle. ¿No es más ajustado a derecho y a la ética dejar la responsabilidad de desconectar a cada oyente? ¿Cómo respetar el derecho de los que quieren escuchar la COPE y de los que no? ¿Es aceptable que los “dueños” de la emisora desconecten la programación cuando el director del programa no les gusta, o deben respetar la libertad de los oyentes para que lo haga el que lo desee? Pensemos que hay oyentes que, a pesar de escuchar la COPE todo el día, no comparten necesariamente todo lo que en ella se dice, pero conectan o desconectan cuando les parece, por el simple hecho de contar con informaciones de diversas fuentes. Ante el posible conflicto entre el derecho a la información veraz y la información acomodaticia para no molestar al gobierno de turno ¿qué es lo que la Iglesia debe garantizar de manera preferente? ¿Hay que salvaguardar la libertad de expresión y de información veraz, o reprimir la crítica y la supuesta incontinencia verbal de algunos periodistas? Los profesionales, a los que se ataca e insulta, ¿han mentido alguna vez en la cadena de los obispos? ¿Les insultan porque mienten o porque dicen la verdad?

La capilla de los huesos, en Évora, construida con los restos de 500 monjesCreo que de eso se trata. Mientras, a Rodríguez Zapatero le hemos visto hablar, estos días, airado y herido, desde la pacífica y bella ciudad de Évora. No sé si tuvo tiempo para ver “la capilla de los huesos”. Quizá sí, y pudo arrepentirse de sus pecados (con perdón). Después de mentiras y embustes de sus cercanos, no tuvo más remedio que reconocer que le han pillado mezclado en el negocio del monopolio de la energía, la OPA de Gas Natural sobre Endesa. ¿Cómo es posible que el Presidente del Gobierno se involucre, en reuniones clandestinas y con dinero público, en gestiones que pertenecen a empresas privadas? ¿Qué interés público tiene que garantizar ZP con la formación del monopolio de la energía en Cataluña? ¿Tiene algo que ver con su continuidad en el poder? En ese caso, ¿es denunciable la corrupción gubernamental con dinero público?

La manera cómo lo hace cada periodista es discutible, no es un dogma. No nos distraigamos con los ruidos. Vayamos a la veracidad de la información. Lo que escucho en la COPE lo leo también en periódicos de ámbito nacional, en otras emisoras de radio y, en algunos casos, en algunas cadenas de televisión. ¿Por qué, pues, este acoso feroz a la COPE? ¿Tendrá algo que ver con su fuerte credibilidad y su creciente audiencia? A la Cadena COPE hay que ayudarla y apoyarla, no por ser una emisora ligada a la Iglesia, sino por muchas razones, y por ser, hoy por hoy, a pesar de todos los errores que pueda estar cometiendo o pueda cometer, uno de los pocos espacios de libertad y de información objetiva, descarnada y cruda, si se quiere, pero veraz, que tenemos los ciudadanos para conocer las tramas perversas que no cesan.

Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social “León XIII”
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