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RAÍCES CRISTIANAS DE LA CIENCIA ECOLÓGICA ESPAÑOLA

Iglesia y medio ambiente

El 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente, declarado como tal por la Asamblea General de Naciones Unidas el 15 de diciembre de 1972. Este 2007, declarado Año de la Ciencia, parece buen momento para caer en la cuenta de que en la base del ecologismo bien entendido, incluso de la ciencia ecológica, se encuentra la raíz cristiana, la presencia de la Iglesia católica.

El 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente, declarado como tal por la Asamblea General de Naciones Unidas el 15 de diciembre de 1972. Este 2007, declarado Año de la Ciencia, parece buen momento para caer en la cuenta de que en la base del ecologismo bien entendido, incluso de la ciencia ecológica, se encuentra la raíz cristiana, la presencia de la Iglesia católica.

Recientemente se ha originado una importante inquietud sobre el denominado cambio climático, que consiste básicamente en el progresivo aumento de las temperaturas del planeta debido a la actividad humana. El informe del panel de la ONU conocido como IPCC, en el que se daba la voz de alarma sobre este fenómeno, advertía de sus posibles consecuencias incluso a niveles de estabilidad internacional. El fenómeno mediático está siendo un reclamo tanto para el desarrollo de un ecologismo sano como para exageraciones con escasa base científica.

A este respecto, el pasado 30 de abril de 2007 se clausuró el seminario internacional sobre Cambio climático y desarrollo, organizado por el Pontificio Consejo de Justicia y Paz, para conocer la opinión de 80 expertos sobre el mismo tema. Su secretario, el Cardenal Martino, admitió en el acto de clausura que si bien la Iglesia reconoce el fenómeno, rechaza al mismo tiempo el enfoque catastrofista que algunos puedan estar dándole, advirtiendo al tiempo de que ciertos ecologismos que, por ejemplo, señalan el aumento de población del planeta como origen genérico del problema medioambiental y proponen el recurso al aborto y la esterilización masiva en los países pobres con alta natalidad, no son más que "formas de idolatría de la naturaleza que pierden de vista al hombre".

Y es que los asuntos medioambientales ocupan un lugar importante en la Doctrina Social de la Iglesia, por lo que proclama que la naturaleza es para el hombre, y no al contrario, saliendo al paso de ideologías que absolutizan a aquella, y proponiendo que el hombre no debe instrumentalizarla, por que más bien se le encomendó que "labrase y cuidase" (Gen 2, 15) el jardín de Edén. Por ello no debe atribuirse un derecho absoluto sobre ella, si no más bien aceptar el mandato de conservación y desarrollo en una lógica de destino universal de los bienes de la tierra que ha de compaginar sobre todo con la opción preferencial por los pobres y con el desarrollo de los países pobres. Pero no solo de palabra, si no también por obra, es posible contemplar la actividad de la Iglesia Católica a este respecto, presente durante el siglo XX a través de importantes científicos católicos laicos que pusieron en marcha la ecología como disciplina científica en España, alguno de los cuales viven todavía.

José María AlbaredaJose María Albareda, doctor en Farmacia y edafólogo (que es la ciencia que estudia el suelo), gestionó la puesta en marcha del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el mayor organismo público de investigación español. También intervino directamente en la fundación del primer centro de investigación dedicado a la entonces naciente ecología, el Instituto de Edafología, Ecología y Biología Vegetal (hoy Centro de Estudios Medioambientales). Llegaría a ordenarse sacerdote y a ser rector de la primera universidad privada de España: la Universidad de Navarra.

Su interés por esta disciplina científica permitió la formación de quienes se dedicarían a la investigación ecológica, como el eminente experto en pastos Pedro Monserrat, que desarrolla su actividad en el Instituto Pirenaico de Ecología, donde también trabajó Enrique Bacells, auténtico salvador de la extinción de la raza bovina pirenaica, o Fernando González Bernáldez ("Hay que amar la naturaleza para entenderla", repetía sin cesar a sus alumnos) que ocupó una de las primeras cátedra de ecología en España, la de la Universidad Autónoma de Madrid. Todos ellos eran además fervientes católicos como Albareda. Éste intervino directamente en la adquisición y puesta en marcha del Parque Nacional de Doñana, en igualdad de gasto con el World Wildlife Fund (WWF), y de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC, de la que recientemente han partido 20 gacelas dorca, especie en extinción en Senegal, y donde se evitó la desaparición del antílope mohor de Marruecos.

De Albareda decía recientemente un discípulo de González Bernáldez y presidente de la WWF (ADENA) en España, el catedrático de Ecología de la Universidad Complutense de Madrid, doctor Francisco Díaz-Pineda, al recibir el Premio FONDENA 2001 de manos del rey Juan Carlos:

Las raíces que yo pueda tener como posible aportación de la ciencia ecológica a la conservación de la naturaleza creo que habría que buscarlas precisamente en quien fuera secretario general de la institución en que nos encontramos hoy –el Consejo Superior de Investigaciones Científicas–, el profesor José María Albareda, como maestro de maestros. En la ciencia de laboratorio tuve la suerte de trabajar con el profesor Manuel Losada y en la ciencia de campo y laboratorio con el profesor Fernando González Bernáldez. Él y Losada fueron discípulos de Albareda y en aquellos primeros laboratorios de Edafología, hoy de Recursos Naturales, se generaron importantes bases del conocimiento científico que debe aportarse a la conservación de la naturaleza.

Mención aparte merece el más importante de los ecólogos españoles, y más insigne investigador catalán de todos los tiempos, el profesor Ramón Margalef, coetáneo de los ecólogos anteriormente mencionados, y profundo creyente como ellos. Escribió los libros de texto universitario Ecología y Limnología, con los que nos hemos formado la práctica totalidad de los biólogos españoles.

A modo de homenaje en este también año del centenario de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, su primer presidente, el ilustre científico y Premio Nobel español don Santiago Ramón y Cajal, dijo en pro del respeto a los orígenes cristianos de la sociedad y de la ciencia, de lo que mucho tienen que aprender quienes se tienen por científicos:

No te burles de los creyentes fervorosos si eres escéptico. Ten piedad de tus antepasados que fueron cristianos sinceros numerosas centurias. Sería ingratitud imperdonable olvidar que tu corazón y tu cerebro están enraizados en un protoplasma milenariamente cristiano y espiritualista. Pecarás, por tanto, de sacrílego y descastado, mofándote de tus antepasados, a quienes debes la vida.

Alfonso V. Carrascosa es doctor en Ciencias Biológicas y científico del CSIC.

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