Menú
MATRIMONIO, DIVORCIO Y EMBRIONES

Jueves negro y sintomático

Lo que ocurrió el pasado jueves se podía ver venir desde hace décadas. El detalle evi­dentemente no, pero el fondo del problema sí. Hay, desde luego, coincidencias que son suma­mente significativas y lo son justamente porque son la sintomatología de una situación que se ha estado fraguando durante años y que, por eso precisamente, era barruntable.

Lo que ocurrió el pasado jueves se podía ver venir desde hace décadas. El detalle evi­dentemente no, pero el fondo del problema sí. Hay, desde luego, coincidencias que son suma­mente significativas y lo son justamente porque son la sintomatología de una situación que se ha estado fraguando durante años y que, por eso precisamente, era barruntable.
Celebración por parte de activistas homosexuales de la decisión del congreso
En el Con­greso de los Diputados, el proyecto de ley sobre el pseudo matrimonio de homosexuales, in­cluida la adopción de niños por ellos, dio un paso adelante. En el mismo hemiciclo se aprobó la reforma de la ley del divorcio para poder dar paso a la modalidad exprés del mismo o, lo que es igual, la descafeinización casi completa del matrimonio civil. En la Asamblea madri­leña, PP, PSOE e IU aprobaron una proposición no de ley por la que se insta a Esperanza Aguirre a que cree un centro para la investigación con células madre, incluidas las de em­briones; no es una novedad absoluta, pues ya, en tiempo del gobierno de J. M. Aznar, la Ley de Reproducción asistida, que se aprobó en 2003, lo preveía y así ha tenido ello cabida ya en Andalucía, Cataluña y Valencia.
 
Los tres hechos son de una gran importancia moral y, por tanto, también social, pues en ellos quedan afectados seriamente el matrimonio, la familia y la vida humana. Desde esta si­tuación, preguntas como qué es el matrimonio, qué es la familia o qué es un hombre, varón o mujer, difícilmente pueden encontrar una respuesta; en el relativismo y nihilismo morales reinantes no importa demasiado la verdad o la bondad, pues lo que prima es la arbitrariedad voluntarista del yo que decide, a lo sumo la cuestión es mantener la buena apariencia de las palabras, vaciadas a raudales de contenido. Marco Junio Bruto, uno de los asesinos de Julio César, al suicidarse dijo: "¡Oh virtud miserable, eres una mera palabra, y yo te seguía como si fueses algo, pero te sometes a la fortuna!". Occidente decía perseguir la verdad, pero ha es­tado intentando matar el horizonte de eternidad del hombre, constriñéndolo en los límites de la mera razón, y ahora, mientras se suicida envuelto en la cultura de la muerte, dice, en nomi­nalista delirio, que todo son palabras, que todo depende del vaivén de las modas.
 
Pero lo más grave de los tres hechos no está en ellos mismos, con todo lo que lo son, sino en el caldo social que los hace posible. Es verdad que ha habido personas que indivi­dualmente como tales se han movido, incluso recogiendo medio millón de firmas, pero so­cialmente hay aceptación, aunque sea solamente por el procedimiento del encogimiento de hombros. Es lo que se lleva. Y el "se" impersonal, donde se concentra la presión de lo social, cobra un peso muy particular en sociedades tan masificadas como las nuestras.
 
¿Qué podemos hacer? ¿Qué puede hacer la Iglesia? Todas las declaraciones que se hagan serán buenas. Pero si siguen siendo la excepción los católicos que quieren vivir conforme al magisterio eclesial, el crédito de las palabras estará seriamente cuestionado ante la enorme diferencia entre lo predicado y lo que de hecho acepta y quiere vivir una parte no precisamente pequeña de los que se dicen católicos. Hay tres posibles soluciones: adaptarse a lo que pide la gente, es decir, lo que vulgarmente se llama modernizarse; continuar como hasta ahora, no vinculando los sacramentos sin que esto esté demasiado vinculado a la madura­ción de la fe, que se deja en manos de un hipotético futuro; llevar a cabo una pastoral en la que la personalización y maduración de la fe estén vinculadas a los sacramentos y estos a aquellas.
 
Benedicto XVI, en su última homilía como cardenal, dijo: "'Adulta' no es una fe que sigue las olas de la moda y de la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo", que se define por dos elementos: la verdad, "no hay se­cretos entre amigos: Cristo nos dice todo lo que escucha al Padre" y la caridad, "la amistad es comunión de voluntades". Desde aquí la esperanza para nuestro mundo es posible.
0
comentarios