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ESTADO DE CACHONDEO

Justicia

¿Qué va a pasar con la sentencia del Supremo reiteradamente desobedecida por Atutxa? ¿Se va a ejecutar la sentencia del Supremo que obliga a los Albertos a cumplir penas de cárcel por estafar varios miles de millones de las antiguas pesetas?

¿Qué va a pasar con la sentencia del Supremo reiteradamente desobedecida por Atutxa? ¿Se va a ejecutar la sentencia del Supremo que obliga a los Albertos a cumplir penas de cárcel por estafar varios miles de millones de las antiguas pesetas?
La justicia
¿Qué va a pasar con la sentencia del Supremo que obliga a Polanco a devolver las emisoras de Antena 3, el liberticidio del cual Rubalcaba sabe mucho? ¿Qué va a pasar con la sentencia del Supremo que...? Podríamos seguir preguntando y nos acordamos de quién dijo aquello de “la justicia es un cachondeo”.
 
Los ciudadanos normales, los que nos levantamos diariamente a las seis y media de la mañana para trabajar, que cumplimos religiosamente con nuestros deberes y procuramos formar una familia honrada y trabajadora, hacemos esas preguntas. Necesitamos tener la seguridad de no estar en un "estado de cachondeo" o en un "estado de desecho".
 
El hecho de que Zapatero, nada más llegar al poder, haya roto de manera unilateral el Pacto por la Justicia que había firmado con el Gobierno del Partido Popular no parece propio de un Estado de Derecho y, sobre todo, es impropio de personas a las que se supone la fidelidad a la palabra dada. Después de esto, vino un suma y sigue de desmanes: rompen el Pacto por las Libertades, violan la Ley de Partidos, detienen a dos militantes del Partido Popular en Madrid de manera arbitraria, negocian a escondidas con los terroristas, amenazan y acusan de fanáticos e intolerantes a quienes no piensan como ellos. ¿Qué debemos hacer? ¿Callar y mirar hacia otro lado para no molestar y para que no se nos note? ¿Quién provoca y crispa, el que hace las fechorías o el que las denuncia y comenta? Lo políticamente correcto es la nueva forma del proselitismo político, que, a corto plazo, se convierte en caldo de cultivo de más injusticias.
 
El artículo 1 de la Constitución Española dice que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Está claro, la “justicia” es un valor superior de nuestro ordenamiento jurídico.
 
Con este término nos referimos a un principio jurídico que debe orientar todas las acciones de los profesionales y las instituciones del Estado de Derecho; y a un principio sociopolítico que debe guiar la actividad política como servicio al bien común. En este sentido, hablamos de la justicia como lo contrario de la arbitrariedad, de la corrupción de las leyes y de las formas, y de los privilegios de los pequeños y grandes tiranos del poder. Hacer justicia tiene el sentido de emprender acciones y procesos tendentes a satisfacer las aspiraciones de más igualdad, más tolerancia, más solidaridad y seguridad para todos.
 
Pero, es la advertencia de Aristóteles, la justicia puede convertirse en mero mecanismo legalista, la ley y la política no lo arreglan todo, hace falta algo más. La dimensión moral inherente a la actividad de la justicia obliga a los profesionales a actuar de acuerdo a la verdad sobre la dignidad de la persona y de la vida; la búsqueda de la verdad, además, debe ser el criterio inspirador de los que imparten justicia.
 
Desde antiguo se habla de la justicia como virtud propia del hombre: no sólo hay que aplicar la justicia, sino también ser justo. Está en las reglas de oro de las grandes religiones: "Lo que no deseas para ti, no lo hagas a los demás hombres" (Confucio); "No hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti" (Rabbi Hillel); "Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros" (Jesucristo). Además, no basta con aplicar paliativos ante la injusticia o con soluciones individuales; es indispensable suprimir las estructuras de injusticia o "estructuras de pecado"; las más dañinas empiezan en la mente y en el corazón de los hombres, de las cuales el relativismo, el laicismo, el egoísmo y la ambición del poder son exponentes muy activos.
 
Estas cuestiones son viejas. Hoy, citar el Quijote, además de obligado por la efeméride del 400 aniversario, es casi un argumento de autoridad, en un texto que dice así: “No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había que juzgar, ni quien fuese juzgado”.
 
Peces-Barba, siguiendo el relativismo de Kelsen, razona en "Los valores superiores" sobre la justicia y da en concluir "el carácter superfluo de su enumeración entre los valores superiores. O es sinónimo de libertad e igualdad, o está vacío de contenido". Por su parte, José Mª Mardones, dice que la fe religiosa debe buscar el camino de la política para "Recuperar la justicia".
 
Yo creo que la justicia no debe ser cosa superflua entre los valores superiores cuando la Constitución empieza el Preámbulo diciendo que "La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran…".
 
 
Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social “León XIII”.
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