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VICISITUDES DE LA IGLESIA EN CHINA

La adaptación y el martirio

En pocos días se han sucedido noticias contradictorias sobre la Iglesia en China, que demuestran hasta qué punto es compleja y difícil de descifrar la situación que allí viven los católicos.

En pocos días se han sucedido noticias contradictorias sobre la Iglesia en China, que demuestran hasta qué punto es compleja y difícil de descifrar la situación que allí viven los católicos.
Iglesia en Pekín

Los días 30 de Abril y 3 de Mayo, tuvieron lugar sendas ordenaciones episcopales forzadas por la Asociación Patriótica (organismo seudo religioso creado por el régimen de Pekín para crear una Iglesia nacional separada de Roma) que han merecido una dura condena por parte de la Santa Sede. Dichas ordenaciones no contaban con la aprobación del Papa, lo que implica infligir una grave herida a la unidad de la Iglesia. Los observadores más avezados reconocen que la decisión de forzar estas ordenaciones constituye una provocación deliberada de la Asociación Patriótica con el fin de impedir el avance del diálogo entre Roma y Pekín, que en los últimos meses parecía empezar a dar frutos. De hecho, en el último año todas las ordenaciones episcopales habían contado con el visto bueno del Vaticano y la aceptación del Gobierno chino, lo que suponía una solución de compromiso para el espinoso tema del nombramiento de obispos.

De consolidarse esta vía, la frontera entre los católicos "patrióticos" y los "clandestinos" (que han mantenido su fidelidad explícita al Papa a pesar de las persecuciones) se haría cada vez más difusa, quedando la AP progresivamente fuera de juego. Eso explica que los líderes de la AP hayan querido jugar la carta de la ruptura. El portavoz vaticano Navarro Valls, se hacía eco de las "fuertes presiones y amenazas" que han sufrido numerosos obispos y sacerdotes, a fin de que tomaran parte en ordenaciones episcopales "que estando privadas del mandato pontificio son ilegítimas, y además, contrarias a su conciencia". Aquí se introduce un dato importante: parece que ni los propios candidatos ni los obispos consagrantes, deseaban llevar a cabo estas ordenaciones, que por otra parte cuentan con la desaprobación general de los fieles, que desean tener obispos unidos al Papa. Así lo hacía saber el cardenal de Hong Kong, Joseph Zen: "la inmensa mayoría del clero y de los fieles chinos, quieren que su obispo sea nombrado por el padre común de la familia católica, el Papa". Y advertía que "aquellos que van contra este deseo del pueblo, no vencerán".

Muchos católicos en China tienen que esconderseLa actitud del Gobierno de Pekín en todo este proceso parece más bien fría. Por una parte la AP es una criatura suya, y de momento prefiere "dejarle hacer"; por otra, le interesa avanzar en el diálogo abierto con Roma, y eso implicará necesariamente desactivar ese órgano espurio, tarde o temprano. Pero a día de hoy, nadie sabe con cuánto apoyo cuentan los partidarios del acuerdo frente a los que prefieren romper la baraja. El Vaticano ha demostrado tener paciencia y flexibilidad, dos virtudes necesarias para moverse tras la Gran Muralla; sabe que las etiquetas de patrióticos y clandestinos no definen dos grupos perfectamente encasillados y enfrentados entre sí, porque de hecho numerosos obispos que fueron ordenados en el pasado sin la aprobación de la Santa Sede, han pedido y obtenido después este imprescindible reconocimiento. La prueba de que no todo es blanco ni negro, la tenemos en el hecho de que tras las dos ordenaciones ilícitas, se ha producido en Shenyang una tercera, ésta vez con la aprobación del Papa. En la ceremonia ha participado una multitud de cinco mil fieles y se ha desarrollado en un ambiente de fiesta, muy diferente de la atmósfera enrarecida que rodeó las precedentes. En esta ocasión, el pueblo conocía que su nuevo pastor está en comunión con Pedro, y que en Shenyang la unidad de la Iglesia está garantizada.

Con todo, este maremagnum requiere, además de paciencia, claridad. Es lo que ha pedido el cardenal Zen, y a eso responde el duro comunicado de Navarro Valls. Los bienes preciosos de la comunión con el Papa y de la unidad de la Iglesia no son negociables, hasta el punto de que no faltan quienes han derramado su sangre por defenderlos, y todavía hoy, numerosos católicos chinos sufren penas de cárcel y destierro por mantenerse fieles. Por un lado es preciso dispensar comprensión a quienes han buscado un modus vivendi, pero sin dejar de señalar el testimonio resplandeciente de los mártires. Sólo Dios sabe cuánto trecho de camino le queda por recorrer a la Iglesia en China para recobrar su plena unidad y su libertad. Mientras tanto, nos deja estupefactos el valor de estos católicos que mantienen viva la llama de la fe, contra viento y marea.

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