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VIERNES SANTO

La Cruz

El Viernes Santo es un día, para el creyente, centrado en la Celebración de la Pasión del Señor. Litúrgicamente es sumamente especial, pues en él no se celebran los sacra­mentos. Todo apunta hacia un gran silencio; hasta el altar está desnudo: ni cruz ni manteles ni candelabros. En medio de este ambiente, un signo habla elocuentemente: la Cruz.

El Viernes Santo es un día, para el creyente, centrado en la Celebración de la Pasión del Señor. Litúrgicamente es sumamente especial, pues en él no se celebran los sacra­mentos. Todo apunta hacia un gran silencio; hasta el altar está desnudo: ni cruz ni manteles ni candelabros. En medio de este ambiente, un signo habla elocuentemente: la Cruz.
Santísimo Cristo de la Agonía. Foto por el lector Alberto

La celebra­ción comienza con la liturgia de la Palabra, que culmina con la lectura de la Pasión según San Juan. A la Palabra escuchada se responde con la oración universal, es decir, rogando por las necesidades de todo el mundo y de la Iglesia. A continuación, el lugar de la Eucaristía lo ocupa la Adoración de la Cruz. Ésta puede realizarse procesionalmente en sus dos momentos. Siendo la más importante de este día, seguramente sea la procesión menos conocida y, desde luego, la menos concurrida.

El diácono se dirige a la puerta del templo donde toma, para mostrarla a la asamblea, una cruz. Entonces invita a la comunidad cantando: "Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo". A lo que todos responden también cantando: "Venid a adorarlo". A mitad de su camino, el diácono se detiene y vuelve a hacer el mismo gesto; lo mismo que al llegar al presbiterio. Entonces comienza la procesión de los fieles; todos caminan hacia el árbol de la vida, que es la Cruz, y uno a uno lo adoran.

La crucifixión era una pena de origen persa que adoptaron griegos, cartagineses y romanos. Estos, como en general en todo Occidente, exceptuaban de este suplicio a los hombres libres, o sea, los ciudadanos romanos; quedaba reservada la cruz, por tanto, a los esclavos, extranjeros y habitantes de las provincias, y para casos de especial gravedad como la alta traición. Se consideraba una pena extremadamente cruel y vejatoria. En el mundo judío, era incluso una maldición: "Es maldito de Dios el que muere colgado de un árbol" (Dt 21,23; Gal 3,13).

Procesión de la Hermandad de la Tercera Caída del Lunes Santo en Zamora. Foto del lector José AntonioSegún la costumbre romana, después de celebrarse el juicio, el condenado llevaba sobre sus hombros el travesaño (patibulum) hasta el lugar de la ejecución, que solía estar fuera de la ciudad. El penado era atado al travesaño con los brazos extendidos; excepcionalmente era clavado a él. Entre tremendos dolores, producidos por la fatiga y la paulatina asfixia, el ejecutado moría lentamente.

No es de extrañar, por tanto, que el anuncio de la Cruz como fuente de vida eterna fuera considerado por los de cultura helenística como una necedad y por los judíos como un escándalo. Los unos tenían la expectativa puesta en la sabiduría humana, los otros esperaban un signo de poder del cielo. Toda cultura reposa su confianza en algo que cree le puede dar sentido y plenitud a la vida; la nuestra también. Nuestras esperanzas suelen ser de menor formato que las de entonces, por eso nuestros salvadores son la técnica y el dinero.

Para nuestro modo de ver, la Cruz no suele ser, en principio, ni una necedad ni un escándalo. El horror de una crucifixión no nos está presente, es una barbaridad del pasado y, además, la cruz la tenemos amortizada a título de elemento decorativo, como parte de nuestra cultura, como objeto de nuestros museos... acaso también para algunos como amuleto. Sin embargo, ¿no es una estupidez pensar que en el sufrimiento pueda seguir teniendo sentido la vida? Y el caso es que si la vida pierde su sentido en el dolor, en la debilidad, en la deformidad, en la muerte, entonces el sentido que le haya podido dar a la mía es falso. ¿No es un escándalo que Dios se entregue en manos de la libertad del hombre para que estos hagan con Él lo que quieran, incluso crucificarlo, en lugar de eliminar de un plumazo, con su inmenso poder, el mal del mundo, aun a costa de la libertad humana? ¿Por qué permite el mal?

Hay hombres que siguen creyendo que la Cruz es el árbol de la vida y, cuando se acercan a adorarlo, no sólo el Viernes Santo, sino también en las encrucijadas de su vida, invitan a los demás cantando: "Venid a adorarlo". A continuación, se distribuye la comunión de la reserva del Jueves Santo y concluye la Celebración de la Pasión del Señor sin la bendición, en espera de la de la celebración de la Vigilia Pascual. Porque la Cruz es gloriosa, si hay Resurrección, y no hay gloria eterna sin Cruz.

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