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DEBATE SOBRE LAS CRÍTICAS DE CINE

La polémica de Boyero

Sin duda es interesante la polémica que se ha suscitado en las últimas semanas con el asunto Boyero. Por si acaso no lo han seguido, les pongo en situación. El crítico de cine Carlos Boyero, que antes escribía en El Mundo y ahora lo hace en El País, se caracteriza por escribir desde sus tripas, a partir de una incontenible visceralidad

Sin duda es interesante la polémica que se ha suscitado en las últimas semanas con el asunto Boyero. Por si acaso no lo han seguido, les pongo en situación. El crítico de cine Carlos Boyero, que antes escribía en El Mundo y ahora lo hace en El País, se caracteriza por escribir desde sus tripas, a partir de una incontenible visceralidad

Sus artículos, lejos de proponer un análisis sosegado y objetivo de un film, lo que hacen es recoger sus reacciones personales más primarias, positivas o negativas. Se puede dudar seriamente de que eso que hace Boyero tenga algo que ver con la crítica de cine, pero si el periódico le paga por hacerlo, asunto concluido. Pues bien, enviado como corresponsal de El País al Festival de Venecia, publicó unas crónicas que a muchos les parecieron delirantes, en las que despotricaba contra el Festival o en las que relataba cómo se había largado de la proyección del último film de Kiarostami, desertando de lo que se podrían considerar como sus obligaciones periodísticas con el lector. La polémica empieza cuando una serie de profesionales del cine y aficionados (unos trescientos, encabezados por Guerín y Victor Erice) mandaron una carta a El País, que se publicó, donde expresaban su rechazo al trabajo de este crítico por considerarlo nocivo para el cine "de autor", denostado por el citado cronista. La carta exigía a El País que aclarara si esa actitud de desprecio por el cine minoritario es compartida por la línea editorial de diario de Prisa.

Esa carta, publicada el 13 de septiembre, ha generado una insólita cadena de reacciones que aún colea y que ha salpicado el debate de todos los medios especializados. De toda la cascada de artículos y declaraciones fue especialmente comentada la rápida respuesta de Oti Rodríguez Marchante, el crítico del diario ABC, que apoyaba la posición de Boyero en nombre de la libertad de expresión, además de comprender y aplaudir su decisión de abandonar la susodicha proyección de Kiarostami, que según Oti, era insoportable.

Creo que es interesante tratar de afinar en el asunto.

1. Por un lado, de la lectura de la misiva masiva no se deduce necesariamente que se limite la libertad de expresión de Boyero. Se pide al diario de Polanco que defina su posición ante el cine minoritario e independiente.

2. Si se pudiera entender esa carta como un recorte a la libertad de expresión de Boyero, habría que oponerse frontalmente, ya que la libertad de Boyero de decir majaderías –léase su crítica de Camino– es la misma libertad que permitirá a otros decir cosas serias.

3. Sin duda la polémica ha puesto sobre la mesa la cuestión de en qué consiste la crítica de cine y creo que es oportuno reivindicar una crítica rigurosa y analítica que deje en manos del lector/espectador la última palabra. Algunos críticos de cine han puesto de moda un estilo personalista, egocéntrico y narcisista que han hecho de su ombligo el objeto de la crítica, dejando al cine en un segundo plano.

4. Si al lector de El País no le gusta Boyero, pero al editor sí, la solución es muy fácil: que el lector ejerza sin miedo su libertad y se compre otro periódico, o comprando El País se salte la columna de Boyero. En este segundo caso podrá encontrar firmas como la del crítico Javier Ocaña, con un nivel de rigor y finura intelectual muy superiores a quienes escriben a base de exabruptos y vómitos emocionales.

Y he aquí un punto que nadie se atreve a sacar a la palestra. Boyero llevaba muchos años escribiendo en El Mundo y no pasaba nada. ¿Por qué ahora, de repente, tanta visceralidad, justo cuando se ha pasado a El País? Porque todos los firmantes de esa carta, pertenecientes al estatus de "intelectuales de izquierda" que tantos beneficios reporta, no están dispuestos a que el diario progresista por excelencia, en el que se sienten representados como si de una amada bandera se tratara, adopte ante el cine una postura pro-hollywoodiense en detrimento del cine minoritario y poco comercial. Si eso lo hiciera un periódico de derechas no pasaría nada, pero que lo haga el buque insignia de la progresía burguesa-radical es considerado algo inaceptable. Es cómo si dijeran: "¡A quién iremos si tú, oh, gran hermano, nos abandonas! ¿Quién defenderá el cine que hacemos?"

En fin, que por el interés te quiero Andrés. La crítica de cine es lo de menos en este debate, lo que se ventila es un asunto industrial. Si El País deja de apoyar ciertas películas de autor, ¿no irán detrás distribuidores y exhibidores? ¡Dios santo! ¿Tanto poder tiene el diario de PRISA como para reorientar el sector de la explotación cinematográfica? ¿Tanto necesitan los artistas de izquierdas a El País para seguir existiendo? Tan interesante como estremecedor. El cuarto poder.
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