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LA GLOBALIZACIÓN FACILITA LA LIBERTAD RELIGIOSA

La silenciosa revolución del islam

La coherencia no es algo que uno espere de terroristas fundamentalistas. Pero la carta de Osama bin Laden del 7 de septiembre, dirigida al resto de humanidad, logró alcanzar nuevas cotas de confusión al expresar ideas asociadas normalmente a impenitentes izquierdistas de Europa Occidental aún atrapados en los años 60.

La coherencia no es algo que uno espere de terroristas fundamentalistas. Pero la carta de Osama bin Laden del 7 de septiembre, dirigida al resto de humanidad, logró alcanzar nuevas cotas de confusión al expresar ideas asociadas normalmente a impenitentes izquierdistas de Europa Occidental aún atrapados en los años 60.
Ben Laden

En medio de las denuncias de siempre, el líder de al-Qaeda planteó nuevos argumentos: un ataque contra la globalización, las empresas multinacionales y el capitalismo, acompañados de alabanzas para el ultraizquierdista y teórico de la conspiración Noam Chomsky. En palabras de Bin Laden: "Y yo les digo: así como ustedes se liberaron anteriormente de la esclavitud de monjes, reyes y del feudalismo, deberían liberarse del engaño, los grilletes y el desgaste del sistema capitalista."

Dejando a un lado el un tanto inadecuado conocimiento de Bin Laden sobre historia económica occidental básica, de lo que probablemente sí está enterado –y preocupado– es de que, a varios miles de kilómetros al sureste de su escondite afgano-pakistaní, algunos pequeños pero importantes países musulmanes están adoptando gradualmente aspectos de esos mismos sistemas de mercado que él detesta.

Durante los últimos 15 años, Kuwait, Bahrein, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos han hecho significativos avances en el camino de convertirse en economías abiertas. Lentamente están acabando con la dependencia casi total de sus ingresos de las exportaciones de petróleo. La trayectoria específica de cada país difiere, pero hay semejanzas importantes.

Primero, todos han reducido aranceles constantemente y están buscando acuerdos de libre comercio con grandes potencias económicas que incluyen a Estados Unidos, China, y Japón. En 2006, se firmó un acuerdo de libre comercio entre Bahrein y Estados Unidos, el primero de este tipo entre un estado de Golfo y el gigante norteamericano.

Proyecto de rascacielos en Doha, capital de QatarEn segundo lugar, todos han buscado mejorar su oferta para atraer capital extranjero. Por ejemplo, los Emiratos Árabes Unidos son una zona libre de impuestos para los inversores extranjeros. Ni tampoco hay impuesto alguno sobre el movimiento o la repatriación de capital.

Los resultados de estas medidas son impresionantes. Durante los últimos 10 años, una gran cantidad de ciudadanos del Golfo han abierto cuentas bancarias, usado tarjetas de crédito y obtenido préstamos por primera vez en su vida.

La economía de Bahrein está experimentando unas tasas de crecimiento anual por encima del 5%, y el 40% de sus exportaciones hoy en día no tienen relación con el petróleo. El 65% del crecimiento económico de los Emiratos se debe ahora al sector no petrolero, del cual el 50% corresponde al sector servicios.

La inversión directa extranjera también está aumentando en la región. Durante los últimos 10 años, Qatar ha adoptado incluso una política que anteriormente se desaconsejaba, permitir una mayor inversión extranjera en la expansión de sus yacimientos de petróleo.

Pero no es sólo capital lo que está fluyendo hacia estos países del Golfo. La mayoría de los empleadores y trabajadores en el creciente sector privado de estas naciones son extranjeros. Lo son aproximadamente el 40% de la población de Bahrein, el 50% en Kuwait, el 55% en Qatar y más del 80% en los EAU. Sólo en los Emiratos Árabes Unidos viven ciudadanos de más de 150 países.

Muchos de los inmigrantes son trabajadores domésticos del Asia suroriental. Mal pagados según los estándares occidentales, obtienen mucho mejores sueldos en el Golfo que en sus propios países. No obstante, los occidentales son cada vez más importantes en estas comunidades de inmigrantes. Por ejemplo, los estados de Golfo han reclutado a especialistas occidentales para desarrollar sus mercados financieros y bursátiles. En una entrevista en 2007 del McKinsey Quarterly, la ministra de Economía de los EAU, Sheika Lubna Al Qasimi (una mujer, es de suponer que para horror de al-Qaeda) indicó que la inversión extranjera "implica una transferencia de conocimiento y experiencia en áreas que no están entre las aptitudes básicas del país".

Claro que estas naciones también se enfrentan a retos importantes. Las tensiones políticas internas entre sunníes y chiítas persisten, al igual que las discusiones sobre el ritmo de la democratización. El desempleo es alto entre sus jóvenes ciudadanos nativos. El abastecimiento de agua subterránea también está disminuyendo. Kuwait importa ahora el 95% de su agua. Los trabajadores del Asia suroriental han de aguantar una carga extra. A menudo no disfrutan de libertad de movimientos. También hay casos de falta de pago de salarios, por no mencionar los abusos físicos y sexuales.

Torres de KuwaitPero, pese a todos estos problemas, el desarrollo económico en Kuwait, Qatar, los EUA y Bahrein contrasta dramáticamente con la pobreza que caracteriza a la mayoría de las economías dominadas por el Estado, típicas en el mundo islámico-árabe. También podría facilitar una esporádica liberalización económica en otros países árabes.

El Banco Mundial informa que, pese a sus enormes ganancias por el petróleo, la notoriamente burocrática Arabia Saudí redujo recientemente el tiempo de aprobación oficial para abrir una empresa de 39 a 15 días. La competencia por la inversión extranjera de sus minúsculos vecinos orientales es la causa más probable.

La liberalización económica no es una panacea para todos los problemas del mundo árabe-musulmán. Éstos van mucho más allá de asuntos económicos. Pero aunque la libertad económica y el libre mercado no sean suficientes para que las sociedades sean libres, sí son esenciales.

El 50% de los nuevos empresarios en los EUA, afirma Sheika Lubna Al Qasimi, son mujeres. En los cuatro países, se ha ido relajando las restricciones a la libertad religiosa como una concesión hacia los inmigrantes no musulmanes.

Probablemente ni Bin Laden ni los talibanes estarán encantados con estas transformaciones. No hace mucho, tales cambios habrían sido considerados revolucionarios en el Golfo.

Pero tal y como Alexis de Tocqueville, filósofo francés del siglo XIX, observó hace mucho tiempo, la libertad económica consigue aflojar esas ataduras que injustamente reducen otras expresiones legítimas de la libertad humana. Eso incluye, según parece, a la cultura musulmana.

Acton InstituteSamuel Gregg, doctorado en Filosofía de la Universidad de Oxford, es director de Investigación del Instituto Acton y autor de On Ordered Liberty (2003), A Theory of Corruption (2004), Banking, Justice and the Common Good (2005) y The Commercial Society (2007).

*Traducido por Miryam Lindberg del original en inglés.

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