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CINE

La sombra del poder

Cine y periodismo componen un fecundo binomio que ha dejado en la historia del cine una dilatada estela de grandes películas, desde Luna nueva de Howard Hawks (1930) hasta Frost contra Nixon de Ron Howard (2008) por citar una película reciente. La sombra del poder vuelve a la cuestión introduciendo un nuevo polo que nos da un enjundioso puzzle dramático: la política.

Cine y periodismo componen un fecundo binomio que ha dejado en la historia del cine una dilatada estela de grandes películas, desde Luna nueva de Howard Hawks (1930) hasta Frost contra Nixon de Ron Howard (2008) por citar una película reciente. La sombra del poder vuelve a la cuestión introduciendo un nuevo polo que nos da un enjundioso puzzle dramático: la política.

Política y periodismo, a pesar de ser pastos habituales para cierto cine de género, se combinan en este film deliciosamente y nos ofrecen uno de los mejores títulos de la temporada.

El documentalista escocés Kevin McDonald, que se dio a conocer en el cine de ficción con El último rey de Escocia, afronta en La sombra del poder un thriller político muy ambicioso. Se trata de la adaptación al cine de la famosa serie televisiva homónima de la BBC. Aquella exitosa miniserie de seis horas de duración estaba escrita por Paul Abbott, que en esta versión cinematográfica se convierte en productor ejecutivo. La difícil adaptación del guión es obra de Matthew Carnahan, Tony Gilroy y Billy Ray.

El argumento se centra en la investigación periodística que hace Cal McAffrey (Russell Crowe), del Washington Globe, en torno al asesinato de un ladrón de poca monta. En el curso de sus pesquisas encuentra una pista que relaciona a la víctima con una mujer que trabaja en el Congreso a las órdenes de Stephen Collins (Ben Affleck), un político emergente de gran futuro. Una mujer que también acaba de morir en extrañas circunstancias. Para complicar aún más las cosas el periodista y el político son amigos desde hace muchos años, lo que hace que intereses personales y profesionales se confundan en un abigarrado nudo de intriga y dilemas morales.

La película abre el debate sobre la privatización de la seguridad nacional y la implicación de empresas de armamento en los conflictos bélicos. Ese es el "macguffin" que diría Hitchcock, pero el verdadero centro de interés es la deontología del ejercicio del periodismo, los límites morales de la búsqueda de información, la cuestión de si "todo vale" en la búsqueda de la verdad, raíz de la vocación periodística. Todas estas cuestiones son presentadas sin énfasis artificiales, sin impostaciones discursivas ni ideológicas. El punto de vista del espectador es el de la becaria, Della, que aún conserva una mirada inocente e ilusionada sobre la profesión, con unos conceptos muy claros de lo que se debe o no hacer, de lo legal y lo ilegal.

La película está muy bien trabada, montada con buen ritmo y narrada con bastante claridad expositiva. Las interpretaciones de Russell Crowe, Ben Affleck, Hellen Mirren y Rachel MaCAdams son excelentes y sostienen muy bien a sus personajes y la banda sonora es a su vez brillante. Es en la parte final del largometraje donde encontramos algunos giros de guión más discutibles o más artificiosos. Pero no logran ensombrecer el excelente ejercicio de estilo y oficio de este film, uno de los mejores que nos llegan de Hollywood tras la marea de los oscars. Imprescindibles para los amantes del periodismo de libreta y lápiz.
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