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MANIFESTACIÓN DE LAS VÍCTIMAS

La verdad de la paz

Lo percibo. Rodríguez Zapatero ya tiene "su" España: la España rota, la España subordinada al egoísmo nacionalista, arrodillada y suplicante frente a los terroristas; la España laicista, reverente con la "religión seductora de gentes", una religión que no conoce la modernidad ni el proceso de secularización de la cultura, la política, la ética y de la misma religión, que no respeta los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Lo percibo. Rodríguez Zapatero ya tiene "su" España: la España rota, la España subordinada al egoísmo nacionalista, arrodillada y suplicante frente a los terroristas; la España laicista, reverente con la "religión seductora de gentes", una religión que no conoce la modernidad ni el proceso de secularización de la cultura, la política, la ética y de la misma religión, que no respeta los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Zapatero y la anterior manifestación de la AVT

Esta es "su" España, compungida y destrozada moral y espiritualmente por la publicación de unas caricaturas, perfecta tapadera de la carrera armamentista nuclear de Irán; y la España desmemoriada que arrincona, desplaza y desprecia a todo lo católico, lo que representa y sus expresiones.

Zapatero ya casi tiene "su" España. No estoy seguro cuándo empezó a formarse, pero a nadie se le oculta que esta España irrumpió convulsa en los últimos dos años, después del 11M. Ahora le falta la España de la "paz", ¿la que se sienta a una mesa con los terroristas, para concederles lo que piden? ¿Acaso se ha preocupado Rodríguez Zapatero de saber dónde está el desaparecido y huido de la Justicia Josu Ternera? ¿Acaso sabe qué hace, cómo se protege y con quiénes se reúne? ¿Preocupa este fugado de la Justicia a la Fiscalía del Estado y al Ministro del Interior?

Aunque Fernández de la Vega –"¿está claro, no?"– lo niegue, es un secreto a voces que el Gobierno de Zapatero está negociando con los terroristas y rogando una tregua. Los ciudadanos necesitamos saber si el Gobierno de Rodríguez Zapatero está dispuesto a rendirse ante los asesinos de 1000 españoles. Nos lo tememos porque hay atajos abiertos para esa salida. Que lo hagan el Estado y la Nación al completo…, espero que todavía queden instituciones con sentido de responsabilidad y muchos millones de ciudadanos que no lo permitamos.

Estaba reflexionando sobre todo esto y me vino a la memoria un documento con muchos puntos de conexión con el tema y cuya lectura recomiendo. Hace ahora veinte años, un 20 de febrero de 1986, la Comisión Permanente del Episcopado aprobó por unanimidad la Instrucción "Constructores de la Paz". En ese mismo año, hacia fuera, se celebraba el Año Internacional de la Paz y, hacia dentro, el cincuenta aniversario de la guerra civil. Ha sido uno de los documentos episcopales más laboriosos. Vuelvo a leerlo y descubro que los problemas internos ahí referidos han recrudecido en los últimos años, pero sus propuestas siguen siendo válidas.

Decían los obispos que su intención era proyectar una "mirada evangélica sobre algunas cuestiones más urgentes de nuestro tiempo en torno a la paz, no para ofrecer soluciones concretas que pertenecen al terreno de la política mundial o nacional, sino para que las soluciones no sucumban al pragmatismo del puro 'realismo político' sin horizontes éticos. Es cierto que los grandes ideales quedan siempre más allá de las actuaciones prácticas, pero si éstas no brotan motivadas por las preocupaciones éticas ni tratan de acercarse a los ideales tampoco serán válidas para construir la verdadera paz".

Esta perspectiva debe orientar todo proceso de paz. No puede ser bueno y, por tanto, no se puede apoyar un proyecto político que conlleva la represión de las libertades, la instrumentalización de la vida humana, el olvido de las víctimas y la percepción del posible uso de la violencia con fines políticos e ideológicos particulares sobre el bien común de toda la nación.

A las víctimas del terrorismo no se les puede pedir más dolor, más olvido, más resignación, más ocultamiento, cuando sabemos que, bajo el discurso ideal de la paz se esconde la satisfacción de los objetivos de los verdugos. Perdonar está en la capacidad moral y espiritual de cada persona; que se haga justicia es exigible a todos. Lo que subyace a toda esta situación es una crisis moral y de sentido. También lo recogía "Constructores de la Paz": "Acostumbrados a vivir en un clima de injusticia y de violencia, las grandes palabras como paz, justicia, solidaridad, quedan adulteradas y vacías de sentido. Perdidos en una sociedad donde se infringen habitualmente los criterios morales del respeto a la vida y de la convivencia, los hombres y las naciones sufren una crisis de verdad, de confianza y de sentido". Esta crisis tiene su primera manifestación en la falta de respeto a las leyes y en la utilización política de la institución de la justicia; en las leyes interpretadas a conveniencia, que no busca tanto la justicia sino proteger o dar cobertura legal a determinados objetivos.

Hace veinte años, en "Constructores de la paz", los obispos enumeraban algunos problemas que, entre nosotros, constituían las mayores dificultades para construir sólidamente una convivencia pacífica y estable: "la injusticia social que mantiene en la pobreza a varios millones de españoles; el paro que en vez de disminuir alcanza cifras intolerables; las ideologías totalitarias y agresivas sostenidas por grupos minoritarios; la dificultad de armonizar los derechos e intereses de las diversas nacionalidades y autonomías con las justas exigencias del bien común; la pérdida de ideales y valores éticos socialmente compartidos, la persistencia del terrorismo inhumano y cruel".

Y sobre el terrorismo reiteraban que "es intrínsecamente perverso porque dispone arbitrariamente de la vida de las personas, atropella los derechos de la población y tiende a imponer violentamente sus ideas y proyectos mediante el amedrentamiento, el sometimiento del adversario y en definitiva la privación de la libertad social. Las víctimas del terrorismo no son únicamente quienes sufren físicamente en si mismos o en sus familiares los golpes de la extorsión y de la violencia; la sociedad entera es agredida en su libertad, su derecho a la seguridad y a la paz. La colaboración con las instituciones o personas que propugnan el terrorismo y la participación en las mismas acciones terroristas, no pueden escapar al juicio moral y reprobatorio de que son merecedores sus principales agentes o promotores".

La paz es un don de Dios, pero la construcción de la paz es también tarea nuestra; para ello, añade el documento, "es preciso vivir con sentimientos de reconciliación, con espíritu de justicia y con actitudes de solidaridad y misericordia hacia los más débiles y necesitados de la sociedad. Cuando no hay justicia, 'se dice paz, paz, pero no hay paz', cada uno crea sus propios ídolos para mantener sus falsas seguridades, oponiéndose así al verdadero Dios que quiere la justicia y la misericordia entre los hombres. Negando los derechos del hombre, se niegan también los derechos de Dios. Por eso, el mismo Creador pide cuentas a Caín, el primer fratricida que rompió la paz: '¿Dónde está tu hermano?'"

La paz tiene sus propios caminos que son inexorables: "...el respeto a los acuerdos adoptados, la renuncia al egoísmo nacionalista y a las ambiciones de dominio, el cambio de mentalidad de los pueblos hacia sus presuntos adversarios y el diálogo como camino de solución de los conflictos". Por todo esto, el próximo sábado día 25, tenemos que estar con las víctimas del terrorismo, honrando su memoria, su dignidad y el sacrificio de su vida.

Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social "León XIII"
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