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SER CIUDADANO

Leges sine moribus vanae

En la concentración de la AVT del pasado sábado vi a un chico con una camiseta en la que estaba impreso lo siguiente: "Don't be afraid; just believe". Original words and concept by Jesus Christ. O lo que es lo mismo: "No temas; cree". Palabras y concepto originales de Jesucristo.

En la concentración de la AVT del pasado sábado vi a un chico con una camiseta en la que estaba impreso lo siguiente: "Don't be afraid; just believe". Original words and concept by Jesus Christ. O lo que es lo mismo: "No temas; cree". Palabras y concepto originales de Jesucristo.
No pude por menos de preguntarme por los muchos cristianos que estarían allí presentes por motivo de su fe, y recordé estas palabras del Concilio Vaticano II: "La espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo" (GS 39). Con lo cual no quiero decir que la única opción cristiana posible fuera ir a la concentración, sino que muchos de los presentes estarían allí porque su fe les llevaba a comprometerse con el mundo y la sociedad de la que son parte. Ese compromiso, en unos casos, llevará a hacer unas cosas, y en otros, otras, pero lo decisivo es que el cristiano es forzosamente ciudadano.
 
El creyente en Jesucristo puede concretar su responsabilidad ciudadana en cualquiera de las tonalidades del variado espectro cromático que le abra su fe y que no la traicione, pero lo que no puede hacer es desentenderse de ser ciudadano. Lo que implica una acción positiva, porque aunque en realidad muchos ciudadanos lo sean solamente por estar en el registro civil y vivan esa condición de manera despersonalizada, sumidos en la masificación, lo cierto es que ciudadano a pleno pulmón lo es el que vive su pertenencia a una sociedad activamente desde su ser persona y como elemento fundamental de su personalización y, por tanto, de su realización personal.
 
El cristiano, además de ese dinamismo personal, cuenta con el empuje de la esperanza en la plenificación futura; con que su fe en la resurrección le permite afrontar riesgos que, de otra manera, le serían imposibles, por el freno que supone el miedo a una muerte sin ulterior horizonte; y con que el amor sobrenatural siempre es más que la mera filantropía natural.
 
Miguel de Unamuno.Tal vez algunos puedan pensar que esto quedaría reservado para los que se vean llamados a la militancia en algún partido o al ejercicio profesional de la política. Pero esto no es, no puede ser así, pues de otro modo estaríamos confundiendo y reduciendo la sociedad a Estado. Hay ciertamente cristianos cuya contribución a la sociedad, cuya ciudadanía se concreta en el ejercicio de algún cargo público, pero esto no quiere decir que el resto quede en situación pasiva ante los asuntos de la polis. Por el contrario, su responsabilidad será la misma, aunque no sea en esas responsabilidades.
 
El no ser de los que salen en los periódicos o juran un cargo no quiere decir que no se contribuya a la construcción de la ciudad; esa tarea silenciosa es a la que Unamuno llamó vida intra-historia, y sin ella la tarea del Estado es un cascarón hueco.
 
Probablemente una parte de nuestros problemas radique ahí. El nuevo estatuto de Cataluña, mal llamado de autonomía, que está en puertas de ser votado en referéndum, por poner un ejemplo, es, desde mi punto de vista, claramente anticonstitucional, pero desde un punto de vista político es seguramente peor que eso;: es que, a mi parecer y al de otros muchos, es incluso preconstitucional, en el sentido más amplio del término, es decir, está impregnado de aromas previos a 1789, incluso a 1714.
 
¿Cómo es posible esta feudalización? Porque leges sine moribus vanae, esto es, las leyes sin las costumbres son vanas. La Constitución de 1978 tiene serios defectos, una reforma de la misma podría arreglarlos formalmente, pero seguiría siendo una norma en hueco, porque nuestra sociedad está muy ayuna de hábitos, usos, vigencias y costumbres democráticos.
 
Y aquí es donde la tarea ciudadana es imprescindible: no basta un Estado formalmente democrático, es necesario que la sociedad lo sea, y ésta lo será en la medida en que los ciudadanos lo quieran. Los cristianos podrán tener una contribución como políticos profesionales, pero su gran aportación estará siempre en esa tarea imperceptible de todos los días que consiste en vivir como ciudadano.
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