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PASOS VIVIENTES

Los otros pasos de esta Semana Santa

Me he propuesto escribir sobre la Semana Santa. Por diferentes motivos, a todos gusta, a cristianos y a no cristianos. Para los cristianos, "los hermanos menores de los judíos", es la semana mayor, la más importante del año, en la que celebramos los acontecimientos centrales del cristianismo. Sin embargo, esta fiesta cristiana donde las haya ha devenido, para muchos, en un período más de vacaciones, fruto del proceso de secularización.

Me he propuesto escribir sobre la Semana Santa. Por diferentes motivos, a todos gusta, a cristianos y a no cristianos. Para los cristianos, "los hermanos menores de los judíos", es la semana mayor, la más importante del año, en la que celebramos los acontecimientos centrales del cristianismo. Sin embargo, esta fiesta cristiana donde las haya ha devenido, para muchos, en un período más de vacaciones, fruto del proceso de secularización.
Procesión de Semana Santa

El proceso de secularización de la sociedad, la cultura, la religión y la vida social, entre otros ámbitos, es un fenómeno ineludible, del cual hacemos lecturas positivas y negativas. La secularización de la vida social es un proceso positivo en la medida en que supone un reconocimiento de la autonomía de las realidades temporales, como devenir y resultado de las opciones y la actividad humanas, sin que tengan que acudir a un referente sagrado o divino. En este sentido, toda la actividad humana se entiende inscrita en el orden y armonía del Creador.

Sin embargo, cuando la autonomía de lo humano se concibe como facultad del hombre para negar y rechazar a su Fundamento, a aquél que es su origen y su fin, convirtiéndose el creado en creador de sí mismo, no estaríamos hablando de secularización, sino de secularismo. El Concilio Vaticano II, en la constitución pastoral Gaudium et spes, n. 36, lo expresa de manera elocuente. Pablo VI, en la exhortación Evangelii nuntiandi, n. 55, lo matiza y lo aplica a algunas tendencias de la cultura actual.

Este proceso ha producido, entre otras cosas, una menor visibilidad e influencia de lo religioso en la cultura y en la vida de las sociedades. La sociedad española no es ajena a este fenómeno, y la Iglesia tampoco. La reciente instrucción pastoral Teología y secularización en España viene a responder a algunas inquietudes suscitadas por insuficiencias y desviaciones doctrinales.

La secularización también ha pasado por la Semana Santa. En sentido negativo, ha paganizado y deteriorado su espíritu religioso y litúrgico. En sentido positivo, ha contribuido a purificar algunas costumbres, ha favorecido una vivencia más auténtica de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, con más carga evangélica y celebración comunitaria de los misterios de la fe. Socialmente, me da la impresión de que nunca hubo tantas hermandades y cofradías vivificadas por el espíritu religioso, preparadas para representar en las calles los acontecimientos históricos de la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. En toda Semana Santa salen a las calles y plazas los pasos, cuales liturgias de masas y catequesis públicas, que hacen presentes, al hombre secular de hoy, tan grande Misterio rememorado en el Triduo Pascual.

Jesús Despojado de Sus Vestiduras, SevillaLas representaciones de los pasos de Semana Santa están bien, es bueno que se hagan. Muchos, en su descanso de Semana Santa en el pueblo, en la playa, se acercan a ver los pasos. Los cristianos no sólo nos acercamos para ver, nos introducimos en el acontecimiento y en la actualización de la Pascua del Señor. Las esplendorosas imágenes no deben, sin embargo, distraer nuestra mirada de las representaciones vivas del escarnecido, del traicionado, del injuriado, del flagelado, del esposado, del torturado, del crucificado y asesinado; sus verdaderos iconos están vivos, completan en su carne lo que falta a la Pasión de Cristo.

Por eso, en mi Semana Santa, no quiero hablar de las mangas y capirotes que Zapatero y los suyos están haciendo de la Constitución y de todo el Estado de Derecho. Quiero sacar a la calle algunos pasos vivientes, sin los cuales la Pascua de Cristo no pasará (pascua, es decir, paso) por nuestras vidas.

En mi Semana Santa sale el paso viviente de los 852 millones de personas que, en el mundo, mueren atados a las estructuras de pecado del hambre, de la pobreza extrema, de las enfermedades del sida, la malaria y la tuberculosis, y de la marginación.

Quiero sacar a la calle el paso viviente de las víctimas de los Pilatos judiciales cínicos y corruptos; el paso de los perseguidos, exiliados y torturados por motivos religiosos e ideológicos, en regímenes totalitarios; el paso viviente de los casi 300.000 vascos que han tenido que esconderse y abandonar su tierra, y el de los que tienen que protegerse de las amenazas de los esbirros de la idolatría nacionalista.

En mi Semana Santa sale el paso viviente de aquellos que, habiéndose jugado la vida en una patera o en un cayuco, hacen su particular calvario, de obra en obra, de cáritas en cáritas, de parroquia en parroquia, mendigando un poco de comida y un poco de ropa para sobrevivir en el mundo de la abundancia; y el de aquellos que, con más suerte y ayuda, hacen un camino pedregoso de ventanilla en ventanilla.

En mi Semana Santa quiero sacar a la calle el paso viviente de la consolación de las mujeres prostituidas en contra de su voluntad, de las madres que han tenido que abortar en contra de su conciencia; y el paso de aquellas que mueren día a día desfiguradas por la humillación, la violación, la explotación laboral y sexual.

Quiero ver salir el paso viviente de los pedros acobardados y temerosos, y el de los judíos, el de los cristianos y el de los islámicos, víctimas de la burla y la mofa, de unos que no saben lo que hacen, y de otros que lo hacen adrede.

Quiero sacar el paso viviente de aquellos que se sienten vigilados, perseguidos, discriminados, traicionados y abandonados por autoridades y jefes religiosos, cual Sanedrín de nuestros días.

En mi Semana Santa, quiero llenar las calles de la luz y los colores de los pasos vivientes de los padres, madres y educadores, que no abandonan su propia cruz y perseveran en el camino del cuidado de la vida; el de los misioneros, religiosos y seglares, testigos de la Vida, que con ternura y amor ayudan a los enfermos y moribundos a guardar su verdadero rostro de iconos de Dios; el paso viviente de los defensores de la verdad y de los luchadores por la Paz.

Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social "León XIII"
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