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CINE DE PROPAGANDA

Los premios de Amenábar

Ya llegó la época de los premios y nominaciones. Esta semana se han conocido tres nominaciones: las de los Globos de Oro de la prensa extranjera acreditada en Nueva York, las de los Premios Goya de la Academia Española y las del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC). En todas ellas se repite un título: Mar adentro, de Alejandro Amenábar. La semana pasada se entregaron los Premios de la Academia Europea de Cine, y los galardones para el Mejor Director y Mejor Actor fueron también a manos de Mar adentro.

Ya llegó la época de los premios y nominaciones. Esta semana se han conocido tres nominaciones: las de los Globos de Oro de la prensa extranjera acreditada en Nueva York, las de los Premios Goya de la Academia Española y las del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC). En todas ellas se repite un título: Mar adentro, de Alejandro Amenábar. La semana pasada se entregaron los Premios de la Academia Europea de Cine, y los galardones para el Mejor Director y Mejor Actor fueron también a manos de Mar adentro.
Detalle del cartel de la película Mar Adentro
Dos cosas son indudables: Amenábar maneja con maestría el lenguaje cinematográfico y dirige con acierto a sus actores. Pero Mar adentro es una mala película. Y voy a tratar de explicar por qué.
 
Cada género cinematográfico tiene sus propias características y recursos, que no son exportables a otros. El método lo impone el objeto, siempre, y no se puede tratar un drama como el de Las horas con los esquemas narrativos y categorías de, por ejemplo, La Guerra de las Galaxias. Amenábar empezó con Tesis, una película de suspense tradicional, con asesinatos, sospechosos, y escenas de intriga. Casi una película de terror. En Abre los ojos introduce un nuevo género que combina con el anterior, la ciencia ficción, tributaria del amor que Amenábar profesa al positivismo cientifista. Y en Los Otros, introduce elementos del género fantástico que le permite atravesar lo natural para moverse en el terreno de lo sobrenatural. En cualquier caso, estas mezclas de géneros admiten una serie de trucos que Amenábar explota al máximo y que aprendió del maestro en esas lides, Alfred Hitchcock. Fundamentalmente se basan en "engañar" al espectador, en llevarle de la mano deliberadamente por caminos equivocados que el espectador recorre confiado. Recordemos Psicosis. Después del asesinato de Janet Leigh, un simple movimiento de cámara nos muestra el intacto paquete con el dinero. Nos damos cuenta de que durante media hora Hitchcock nos ha tomado el pelo haciéndonos creer que la trama iba sobre un robo de dinero. De eso nada. Resulta que la película va de otra cosa. Nos "ha llevado al huerto". Pero el género lo admite. Abre los ojos y Los otros son sendas expresiones de la misma especie de trucos. Amenábar sabe "engañar", despistar, llevarte por aquí o por allá con el fin de sorprendente. El único fin de tanta trampa aceptable y aceptada es alimentar el suspense que vertebra el film.
 
Pues bien, en Mar adentro Amenábar abandona el cine de género y se mete en un dramón que tiene por protagonista a una persona real, conocida y documentada; y además aborda un asunto de naturaleza moral muy compleja y de grave actualidad. Sin embargo –y esta es la cuestión- Amenábar aplica el mismo método que el del cine de género aludido: el de llevar al espectador psicológica y emocionalmente por caminos diseñados de antemano. Y esto es absolutamente inaceptable ante un tema de estas características. Sólo se ha hecho eso en el cine de propaganda política o ideológica.
 
Rossellini decía, hablando del drama realista, que la cámara jamás debía ofrecer una interpretación de los hechos, sino sólo los hechos. La interpretación era cosa del espectador. Y el comunista Godard afirmaba, en este sentido, que cualquier movimiento de cámara implicaba una decisión moral. Amenábar, por ejemplo, en la presentación final que hace del personaje de Julia, nos está forzando a sentir lástima por quién ha decidido seguir viva; en la secuencia del Padre Francisco está sustituyendo –no sólo interpretando- la verdadera realidad de los hechos por una caricatura tan demagógica como histriónica; la evolución que experimenta Rosa está diseñada para leer necesariamente en clave de amor el asesinato inducido de Ramón Sampedro; y así unos cuantos ejemplos más. Estas cosas, que en un film de género constituyen trucos lícitos, aquí son "manipulación". Y un cineasta debe respetar y amar sobre todo a sus personajes y a los hechos que tiene delante. Y debe amarlos para entregarnos el misterio que ellos encierran. Si por el contrario los manipula, como es el caso, a los espectadores sólo nos llega un discurso camuflado bajo apariencia de sentimiento y emoción. Mar adentro no es una buena película por su falta de honestidad. Con las cosas serias no se juega.
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