Dos cosas son indudables: Amenábar maneja con maestría el lenguaje cinematográfico y dirige con acierto a sus actores. Pero Mar adentro es una mala película. Y voy a tratar de explicar por qué.
Cada género cinematográfico tiene sus propias características y recursos, que no son exportables a otros. El método lo impone el objeto, siempre, y no se puede tratar un drama como el de Las horas con los esquemas narrativos y categorías de, por ejemplo, La Guerra de las Galaxias. Amenábar empezó con Tesis, una película de suspense tradicional, con asesinatos, sospechosos, y escenas de intriga. Casi una película de terror. En Abre los ojos introduce un nuevo género que combina con el anterior, la ciencia ficción, tributaria del amor que Amenábar profesa al positivismo cientifista. Y en Los Otros, introduce elementos del género fantástico que le permite atravesar lo natural para moverse en el terreno de lo sobrenatural. En cualquier caso, estas mezclas de géneros admiten una serie de trucos que Amenábar explota al máximo y que aprendió del maestro en esas lides, Alfred Hitchcock. Fundamentalmente se basan en "engañar" al espectador, en llevarle de la mano deliberadamente por caminos equivocados que el espectador recorre confiado. Recordemos Psicosis. Después del asesinato de Janet Leigh, un simple movimiento de cámara nos muestra el intacto paquete con el dinero. Nos damos cuenta de que durante media hora Hitchcock nos ha tomado el pelo haciéndonos creer que la trama iba sobre un robo de dinero. De eso nada. Resulta que la película va de otra cosa. Nos "ha llevado al huerto". Pero el género lo admite. Abre los ojos y Los otros son sendas expresiones de la misma especie de trucos. Amenábar sabe "engañar", despistar, llevarte por aquí o por allá con el fin de sorprendente. El único fin de tanta trampa aceptable y aceptada es alimentar el suspense que vertebra el film.
Pues bien, en Mar adentro Amenábar abandona el cine de género y se mete en un dramón que tiene por protagonista a una persona real, conocida y documentada; y además aborda un asunto de naturaleza moral muy compleja y de grave actualidad. Sin embargo –y esta es la cuestión- Amenábar aplica el mismo método que el del cine de género aludido: el de llevar al espectador psicológica y emocionalmente por caminos diseñados de antemano. Y esto es absolutamente inaceptable ante un tema de estas características. Sólo se ha hecho eso en el cine de propaganda política o ideológica.