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LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Manufacturas humanas

La libertad de expresión y de conciencia no son un añadido al cristianismo, no son las hombreras que quitar y poner se pueden a la chaqueta, son carne de su carne y sangre de su sangre. El cristiano es el que cree que Dios le ha creado persona y que de esto el Creador no se ha arrepentido nunca, sino que lo ha afirmado hasta el extremo de no impedirle tomar la decisión de matar en cruz a su Hijo.

La libertad de expresión y de conciencia no son un añadido al cristianismo, no son las hombreras que quitar y poner se pueden a la chaqueta, son carne de su carne y sangre de su sangre. El cristiano es el que cree que Dios le ha creado persona y que de esto el Creador no se ha arrepentido nunca, sino que lo ha afirmado hasta el extremo de no impedirle tomar la decisión de matar en cruz a su Hijo.
Quemando la bandera danesa

Una de las aportaciones más importantes del cristianismo a la cultura occidental, como es generalmente reconocido, aunque no falte quien hasta de esto dude y reniegue, es el concepto de persona. Lo cual no fue simplemente la tarea de pioneros como Tertuliano que se pusieran a darle vueltas a la cabeza. Los conceptos vivos, preñados de realidad, que engendran novedad en la historia, son la carne, la expresión de algo creído y vivido previamente. Si no fuera así, no pasarían de ser ocurrencias que levantarían expectación durante algún tiempo, como no pocas de las obras que se exponen en ARCO, pero que a rápida velocidad envejecerían, dejando a su paso sólo el olor a pólvora y el estruendo de los cohetes de las fiestas de los pueblos.

La historia de la etimología del significante persona es interesante, pero la etiología del concepto está en la forma que Dios ha tenido y tiene de actuar con los hombres. Desde Abraham –tome nota de esto Harold Bloom ahora que parece que quiere reeditar el marcionismo, oponiendo al Dios del Antiguo Testamento el del Nuevo–, Dios fue acostumbrando al hombre a ser tratado como un tú. Es decir, el hombre fue aprendiendo poco a poco, al ver afirmada absolutamente por el Absoluto su libertad y dignidad, que no era una cosa, ni siquiera un animal, era más, era el ser que, pese al trato amoroso de Dios recibido, podía negarlo, podía darle la espalda e intentar vivir sin Él. A ese modo singular y único de realidad, la cultura occidental lo llamó persona. Por eso la libertad de expresión y de conciencia no son un añadido al cristianismo, no son las hombreras que quitar y poner se pueden a la chaqueta, son carne de su carne y sangre de su sangre. El cristiano es el que cree que Dios le ha creado persona y que de esto el Creador no se ha arrepentido nunca, sino que lo ha afirmado hasta el extremo de no impedirle tomar la decisión de matar en cruz a su Hijo. Por ello la sangre de los mártires es semilla de cristianos, por eso los 45 millones de cristianos asesinados por tales en el siglo XX, en cifras de David Barreto, son martirio, es decir, testimonio de que el hombre es persona y que Dios no le niega la posibilidad de negarse a sí mismo y de negar a Dios, que las dos cosas son lo mismo.

El hombre ha ido aprendiendo a reconocer que es persona, al verse tratado como un tú, pero también al ver que ese Dios le enseñaba a tutearlo, incluso le daba a conocer su nombre. Allâh no es propiamente un nombre, significa sencillamente Dios y es por eso el término que los cristianos de lengua árabe usan para decir Dios. Los otros 98 nombres de Dios en el Islam (el Clemente, el Misericordioso, el Rey,… el Paciente) son epítetos propiamente dichos. Pero Dios le da a conocer su nombre a Moisés: Yhwh (Ex 3,13ss). Y en su Hijo encarnado da al hombre un rostro al que mirar e incluso pintar y un nombre al que llamar: Jesús (Lc 1,31). Curiosamente, conforme se ha ido perdiendo en la modernidad la fe en ese Dios cercano, personal, personificador y tuteador, desde el deísmo ilustrado hasta los recientes ateísmos y agnosticismos, simultáneamente ha ido dándose un proceso de cosificación y despersonalización. Cuando en la tele se presenta algún descubrimiento de etología animal, parece que la finalidad es despertarnos de ese sueño que sería la personalidad para llevarnos a la salvadora verdad de que somos sólo animales, finalmente parecería triunfar la visión eleática de la realidad y el hombre sólo sería pensable como una cosa. Que esto es una vigencia operante, no hay nada más que ver la aceptación social de la manufactura de seres humanos desde la fecundación in vitro hasta… la clonación terapéutica, en una futura ley de reproducción, tan reproductiva como la así llamada, pero más cruel porque manufactura seres humanos para usarlos como medios y luego matarlos con la excusa de curar; éste es el penúltimo paso. Mientras no creamos que los hombres son personas, se darán más.

Pere Lluis Font ha organizado un curso sobre cuestiones de teología. Su madre nonagenaria le pregunta: "Si Dios nos ama tanto, ¿cómo puede ser que haya infierno?". Porque somos personas, porque el infierno es la posibilidad real, por Dios respetada hasta las últimas consecuencias, de decirle no.
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