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IGLESIA Y HOMOSEXUALIDAD

Marcela y Grisóstomo

Cervantes, entre el final del décimo capítulo y el comienzo del decimoquinto de la primera parte de su inmortal obra, introduce al Caballero de la Triste Figura en una de sus más singulares aventuras, pues se ve envuelto en una novela pastoril cuyos principales actores son Marcela y Grisóstomo.

Cervantes, entre el final del décimo capítulo y el comienzo del decimoquinto de la primera parte de su inmortal obra, introduce al Caballero de la Triste Figura en una de sus más singulares aventuras, pues se ve envuelto en una novela pastoril cuyos principales actores son Marcela y Grisóstomo.
Historia del pastor Grisóstomo y la pastora Marcela, de Valero Iriarte

En esta situación, el papel del manchego hidalgo, que aparentemente parece ser un mero espectador, queda sometido de una manera muy sutil a una radical y compasiva crítica, pues, bajo la aparente estructura narrativa, subyace otra concéntrica en la que podemos encontrar la falsilla del Triduo Pascual en la que el caballero andante se mostrará como un falso salvador desenmascarado por la realidad. La historia de Marcela y Grisóstomo es sencilla: La pastora de singulares dotes personales ha ido diciendo que no a todos los que la han solicitado en matrimonio y Grisóstomo no ha sido la excepción. La diferencia con los demás es que éste se ha suicidado ante la negativa y toda la comarca culpa a la bella Marcela por haber dado una negativa. Ésta basa su defensa en que es un ser libre y que no tiene que decir que sí al primero que llegue, pues nadie tiene derecho sobre ella. En el relato, Marcela se encuentra con que todos están frente a ella, pero, pese a la aparente inferioridad, acentuada por ser una mujer del XVII, desde su libertad y su no dejación de su dignidad es desde donde es fuerte y se convierte así en el personaje de referencia en el relato.

Recientemente se ha publicado la Instrucción Sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas con tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las Sagradas Ordenes y la afirmación que ha atraído la atención ha sido la que veda el acceso a los Seminarios y a las Sagradas Órdenes "a aquellos que practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o apoyan la cultura gay", lo cual no sorprende, pero no deja de llamar la atención. No sorprende por cuanto se viene diciendo y reaccionando por parte de determinados sectores últimamente, pero no deja de llamar la atención pues uno se pregunta qué cabría esperar de la Iglesia. Lo que sí sorprende es que algunos desde “dentro” de la Iglesia se lleven las manos a la cabeza, cuando lo que cabría esperar es que las críticas de los católicos se dirigieran a acentuar la coherencia con la propia esencia y no precisamente a que cambie su esencia la Iglesia.

Hay en la citada afirmación tres puntos. Si la Iglesia, en fidelidad al Antiguo y Nuevo Testamentos, considera moralmente graves los actos homosexuales, es lógico que excluya como candidatos al sacerdocio a quienes los practican habitualmente, lo mismo que ocurre con cualquiera que lleve una vida moralmente desordenada, pues para ser presbítero o diácono previamente hay que ser cristiano y llevar una vida acorde, lo cual no es sinónimo de impecabilidad, pero una cosa es pecar y otra estar “instalado”, por ello, la instrucción habla de los que “practican la homosexualidad”, es decir, que no se trata de hechos puntuales. En cuanto a los que “apoyan la cultura gay", no se entiende que, por ejemplo, el diputado italiano Franco Grillini, presidente de honor del movimiento "Arcigay", haya dicho: “La Iglesia quiere alejar a todos aquellos curas que no proponen el modelo de familia basada en el matrimonio". Tal vez la Iglesia no quiera tirar piedras contra su propio tejado. Sobre lo de las tendencias profundamente arraigadas, cabría el debate, suponiendo que de verdad se quisiera conocer la naturaleza de la homosexualidad, pues si en modo alguno tuviera ésta que ver con algún tipo de psicopatología, entonces no cabría hablar de falta de madurez afectiva ni psíquica. Lo mejor para todos sería buscar sin prejuicios la verdad.

Marcela termina su parlamento de defensa diciendo: “Tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera”. Tras lo cual desaparece en la espesura del bosque. Don Quijote intenta seguirla “buscándola por todas partes, sin poder hallarla”. Y es que quien mira la realidad fragmentariamente (por todas partes) difícilmente puede comprender una visión desde el Uno (la hermosura del cielo).
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