Menú
MANIFESTACIONES

Más sociedad civil

El mes de junio, pese a la irritación de algunos, está siendo un mes muy saludable para nuestra vida democrática y para el protagonismo de la sociedad civil, a pesar de los obstáculos y las manipulaciones gubernamentales, y de la censura, los insultos y el silencio de la poderosa maquinaria mediática que ZP tiene a sus pies.

El mes de junio, pese a la irritación de algunos, está siendo un mes muy saludable para nuestra vida democrática y para el protagonismo de la sociedad civil, a pesar de los obstáculos y las manipulaciones gubernamentales, y de la censura, los insultos y el silencio de la poderosa maquinaria mediática que ZP tiene a sus pies.
Manifestación por la familia
La sociedad civil habló y no puede dejar de hacerlo. Las tres manifestaciones de este mes fueron lo que tenían que ser: la voz de los ciudadanos frente a un Gobierno borracho de arrogancia, que desprecia a una gran mayoría de la sociedad. Yo creo que se ha puesto de manifiesto la necesidad de una sociedad civil fuerte y participativa, que rescate la acción política del juego exclusivo de los partidos e imprima a la democracia su verdadero dinamismo. Para ello, el principio de subsidiariedad es una de las aportaciones más dinámicas de la Doctrina social de la Iglesia a la construcción de la sociedad; exige de los individuos y las asociaciones y los grupos a los que pertenecen tomar iniciativas, afinar la creatividad en respuestas sociales, ejercitar la corresponsabilidad y la participación, en todos los ámbitos que estén a su alcance; por su parte, el Estado tiene la obligación de ayudar a que los ciudadanos libremente organizados cooperen con iniciativas al bien común.
 
Evidentemente hay mucha gente interesada en adulterar y manipular el sentido de las manifestaciones, como se ha visto. Pero en éstas, a diferencia de otras convocadas en tiempos no muy lejanos, no hubo pancartas vejatorias con las fotos de los ministros socialistas, ni ataques a la sede de su partido, ni insultos... En estas manifestaciones no hubo trampa; fueron organizadas por iniciativas de la sociedad civil, a ellas correspondió el protagonismo, no a ningún partido político, sino a los ciudadanos diversamente organizados. Muchos de los que nos manifestamos en contra de la guerra de Irak no dudamos en manifestarnos con las víctimas del terrorismo y en apoyo de la familia. Había motivo para hacerlo. Y sigue habiendo motivo para repetir, porque la manipulación y la censura en el régimen de Zapatero hace muy difícil y muy cara la libertad de expresión y de comunicación. Poco deben valer las razones de aquellos que, para defender supuestos derechos, se dedican a insultar a millones de ciudadanos que, de manera festiva, ordenada y respetuosa, salen a la calle a pedir que el Gobierno les escuche.
 
Nos corresponde a todos, y especialmente a los seglares, ocuparnos de dar las razones de nuestra manera de creer y de vivir. La Exhortación postsinodal sobre los laicos en el mundo Christifideles laici invita a los laicos a hacerse presentes en la vida pública como acción política, porque “todos y cada uno tienen el derecho y el deber de participar en la política, si bien con diversidad y complementariedad de formas, tareas y responsabilidades” (n. 42). A pesar de los males de los que adolece la política, a saber: las acusaciones de falta de principios, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción, de haber convertido el arte de la política en el arte de la mentira,... ninguno justifica lo más mínimo nuestra ausencia de los asuntos públicos, en lo referente a la política, la economía, la educación, la sanidad, la cultura y la paz.
 
Para contar con una sociedad civil libre e informada necesitamos contar con medios de comunicación veraces, que respeten las reglas del derecho a la información y la libertad de expresión. Como lector asiduo de la prensa, confieso que hay días que me resulta irritante la burla diaria de un periódico que aparece cada mañana con el embuste de “independiente” en la cabecera. Un día, ETA hizo explotar una bomba en Madrid (cómo no, lo decidieron en el “club de Perpiñán”) que hirió al menos a 50 personas; al día siguiente, ese periódico dijo que hubo 5 heridos. El 4 de junio, casi un millón de personas acudió a la manifestación convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT); ese periódico, en sintonía con el Delegado del Gobierno en Madrid, habló de poco más de dos centenares de miles de manifestantes. El día 18 de junio, el Foro Español de la Familia congregó en Madrid en torno a un millón y medio de personas y recibió el apoyo, además, de más de mil Organizaciones nacionales e internacionales; una vez más, ese periódico coincidió con el Delegado del Gobierno e hizo referencia a unas 180.000 personas. Es cierto que estos datos son estimaciones, no son la verdad de los hechos; pero se refieren a hechos incontestables, de una magnitud tan significativa que rebajarla numéricamente es, en alguna medida, falsear la realidad. Si se falsea y manipula en la información de los hechos cuya magnitud se impone por si misma ¿qué credibilidad podemos esperar de las opiniones? ¿Es tan difícil dar cuenta del dato empírico del cual existen medidas comparativas más que fiables cuando se han producido otras manifestaciones?
 
Una acumulación de hechos de este rango puede llegar a formar una máquina rutinaria de la mentira. En este sentido, es oportuna la siguiente opinión de Simone Weil. La flamante Premio Príncipe de Asturias, recién concedido, dice que “todo el mundo sabe que, cuando el periodismo se confunde con la organización de la mentira, constituye un crimen. Pero se cree que es un crimen no punible. ¿Qué es lo que puede impedir que se castigue una actividad una vez que ha sido reconocida como criminal? ¿De dónde puede venir esta extraña concepción de crímenes no punibles? Es una de las deformaciones más monstruosas del espíritu jurídico”.
 
Todavía a propósito de la manifestación por la familia, alguna revista propiedad de una Congregación Religiosa no ha dudado en aplicarle calificativos como “la cruzada” o “una manifestación católica”. A mi me parece una hipocresía, una clara manipulación de los que dicen que no manipulan, y una sutil censura. ¿Por qué no era oportuna la manifestación? ¿Cuándo es oportuno manifestarse por las propias convicciones?
 
Me gusta tener siempre en cuenta la advertencia del papa Pablo VI, en la Carta Apostólica Octogesima adveniens, cuando admite que “en las situaciones concretas, y habida cuenta de las solidaridades que cada uno vive, es necesario reconocer una legítima variedad de opciones posibles. Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes” (n. 50). Sin embargo, me llama la atención el hecho de que algunos manifiesten en privado su pleno acuerdo en no equiparar las uniones de homosexuales con el matrimonio, pero no quieran manifestarse públicamente. ¿Por qué?, les pregunté. Me dijeron que, si se unen a la manifestación, hacen el juego a la derecha y a los obispos en contra del Gobierno socialista. Francamente, me parece una perversión flagrante de la conciencia moral. La Constitución Pastoral Gaudium et spes ha recogido el pensamiento del Concilio Vaticano II sobre el pluralismo de opciones del cristiano (n. 43): después de exhortar, especialmente a los laicos, a actuar como ciudadanos comprometidos en la construcción de una ciudad más humana, afirma que “a nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia”. Y exhorta a los todos a que procuren siempre hacerse luz mutuamente con un diálogo sincero, guardando la mutua caridad y la solicitud primordial por el bien común. En este sentido, obvia recordar también que no es aceptable apropiarse de manera partidista y sesgada de las implicaciones éticas, sociales, políticas, culturales y económicas de la fe cristiana.
 
 
Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social “León XIII”
0
comentarios