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FÚTBOL

Menos que un club

Sea uno aficionado al fútbol o no lo sea, le guste a uno el fútbol o no le guste, hay que prestarle de vez en cuando algo de atención, no solamente por ser uno de los fenómenos sociales más aparatosos del hoy que nos toca vivir, sino porque nos da la ocasión para expresar y comprender cosas de nuestro entorno. Y en verdad es así, el fútbol además de darnos temática para rodar una película o escribir un libro, es fuente de imágenes, por ello Juan Pimentel llega incluso a decir: “El fútbol es una metáfora de la propia vida, donde en hora y media asistimos a la apoteosis del éxito y el fracaso, con la promesa (y la amenaza) de que ambos impostores son revocables el domingo que viene (y si hay suerte el miércoles)”.

Sea uno aficionado al fútbol o no lo sea, le guste a uno el fútbol o no le guste, hay que prestarle de vez en cuando algo de atención, no solamente por ser uno de los fenómenos sociales más aparatosos del hoy que nos toca vivir, sino porque nos da la ocasión para expresar y comprender cosas de nuestro entorno. Y en verdad es así, el fútbol además de darnos temática para rodar una película o escribir un libro, es fuente de imágenes, por ello Juan Pimentel llega incluso a decir: “El fútbol es una metáfora de la propia vida, donde en hora y media asistimos a la apoteosis del éxito y el fracaso, con la promesa (y la amenaza) de que ambos impostores son revocables el domingo que viene (y si hay suerte el miércoles)”.
Partido entre Real Madrid y F.C. Barcelona

Pero más interesante que como cantera de sillares metafóricos, el balompié es también como el barro en manos del escultor que deja que, con poca presión sobre él, queden plasmadas la huellas. El fútbol es un lugar donde pronto encontramos expresadas y tematizadas las fuerzas y corrientes sociales de nuestro tiempo.

Por eso el fútbol español ofrece su peculiar folklore e idiosincrasia frente al de otros países, porque nosotros tenemos nuestra propia personalidad. Por cosas que ocurren en nuestra liga uno fácilmente se puede dar cuenta de que estamos en un país confesional. No se asuste el lector, no quiero decir que se haya derogado el artículo constitucional en el que se dice que el estado no tiene ninguna religión oficial ni tampoco quiero decir que de hecho lo sea la católica, aunque la quieran encajar en el papel de religión subsidiaria, que se deje o no se deje será cosa suya. Lo que quiero decir es que funcionamos con mentalidad confesional y aunque ninguna religión cumpla ese papel, hacemos de otras cosas religión y como lo nuestro es la confesionalidad, sea lo que sea , nos sale el ramalazo castizo e ibérico y lo vivimos confesionalmente.

Laporta, presidente del F.C. BarcelonaHace unos días algunos de los que han hecho del nacionalismo religión –no sé si el nacionalismo se puede vivir de otra forma– han empezado a hacer confesión pública del mismo en la palestra futbolística. Bueno, no es del todo cierto esto que digo, porque la cosa tiene ya solera, y si no basta con ver los brazaletes de los capitanes de fútbol. ¿Se imaginan al capitán del Celtic de Glasgow llevando como brazalete la bandera escocesa? Claro, que donde más patente se puede ver que una cuestión política se vive religiosamente, por ocupar el primer lugar en la escala de valores, y confesionalmente, por impregnar todos los ámbitos de la vida tanto pública como privada, es la política de fichajes de algunos clubes, en los que está vetada la contratación de cualquier español que no pertenezca a una determinada región. La novedad de estos días ha sido la adhesión pública del F.C. Barcelona al nuevo estatuto de autonomía. Ya su presidente ante trescientos niños había reclamado los “derechos históricos”, y el domingo sobre el verde césped del Camp Nou lucía una pancarta: “Volem un nou Estatut”.

En la vida democrática y ciudadana la política tiene un espacio determinado, y cuando ésta lo invade y lo instrumentaliza todo es porque ha empezado a dejar de ser política y se ha convertido en otra cosa. Sus servidores envueltos por la aureola de la divinización de la misma, pueden llegar a creer que así son más, pero en realidad son menos, porque lo más que uno puede ser es ser simplemente uno mismo y solamente eso. Un club de fútbol a lo que debería aspirar es a ser un buen club de fútbol , pero sólo un club y no más que un club. Cada cosa tiene su lugar y su esfera propia, incluso la religión, y si por algo se ha caracterizado el cristianismo es por saber que al César hay que darle unas cosas y a Dios otras y que no hay que mezclar las churras con las merinas.

Y ahora, desde estos ejemplos del fútbol, tal vez se puede comprender mejor que lo de nuestro laicismo rampante algo tiene que ver con nuestro espíritu confesional. Si no fuera así, tal vez nos conformaríamos con que el estado fuera aconfesional y no necesitaríamos que el laicismo, o cualquier otro sucedáneo de religión, fuera quien llenara el vacío dejado en el organigrama confesional.
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