Pero nuestra mirada laica al caso de la extinta parroquia de San Carlos Borromeo en Entrevías es sencillamente una mirada ciudadana, de alguien que pone entre paréntesis sus creencias e intenta verlo como un fenómeno social simplemente. Lo cual contrasta ligeramente con determinado periodismo que, en vez de adoptar esa perspectiva, se coloca en una postura para-confesional e intervencionista en los asuntos eclesiales, aunque, eso sí, desde fuera, pero por encima; algo parecido a lo que hacen los gobernantes en los regímenes confesionales.
¿Qué ha ocurrido en Entrevías? Sencillamente que un grupo social se ha reestructurado en un barrio de Madrid y que esto ha dado lugar a una serie de protestas de un sector minoritario de sus miembros, al cual se han adherido personajes varios, algunos no pertenecientes a esa organización y otros incluso contrarios a ella. En esta línea de actuación, el viernes comenzaron unas jornadas de protesta para todo el fin de semana. Ciertamente es un grupo social muy peculiar, el más importante de España, tanto cuantitativa como cualitativamente, y que además no es una simple ONG o asociación, pero esto ni quiere decir que deba tener privilegios respecto a otras confesiones religiosas o grupos sociales ni tampoco que deba tener menos derechos.
Con una mirada laica, uno se puede preguntar por qué algo tan sumamente pequeño y local tiene rango de noticia nacional, incluso que se le dé un espacio informativo mayor que a otras tal vez más importantes. Si esto hubiera ocurrido en cualquier otro grupo social, no habría pasado de una nota en alguna gacetilla madrileña. Pero además, lo que más llama la atención es cómo determinados informadores de asuntos religiosos parecen más interesados en dirigir la trayectoria de un grupo social que de informar.
En determinados medios, la imagen que se suele dar es de que la Iglesia católica es como un ámbito asambleario en el que cualquier ciudadano tiene derecho a opinar e incluso a decidir. Ciertamente todos tenemos derecho a opinar sobre todo, pero una cosa es opinar sobre algo y otra tener derecho a opinar desde dentro de cualquier organización social por el mero hecho de ser ciudadano. Cualquier grupo social tiene derecho a mantener su identidad y a organizar el modo en que alguien puede pasar a formar parte de esa organización y también la manera en que causan baja sus miembros.
Da la impresión de que, para algunos, la Iglesia católica tiene que ser la excepción a la norma; por tanto, parece que no se tendría que regir por la ley, sino por un "privilegio". Pese a que lleva más de dos mil años definiendo su identidad, sospecho que, para algunos, ésta tendría que ser la que dictasen las corrientes sociales del momento, los poderosos o los consejos de redacción de algunos medios de comunicación. ¿No parece lo más democrático dejar que cada grupo social tenga libertad para organizarse y definirse por sí mismo? ¿Y si alguien no está de acuerdo con esa identidad, por qué no se marcha? ¿Y si no se marcha y no para de hacer daño al grupo, qué hacer?
Con una mirada laica, otra cosa que sorprende es la pasividad de la mayoría de los que se dicen católicos, lo poco que hacen para que su vida concuerde con su denominación. ¿Qué será eso de ser católico, lo que dice la Iglesia o lo que vive individualmente la mayoría?