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ANIVERSARIO DE DON LUIGI GIUSSANI

Mucho que construir

Un misterioso verso de los famosos Coros de la Roca, de T. S. Eliot, compara la Iglesia con un edificio que siempre se está deshaciendo y reconstruyendo, en un proceso dramático en el que entran en juego, por un lado, la infidelidad y torpeza de los hombres, y por otro la savia vital del Espíritu, capaz de recrear la figura histórica de la Iglesia.

Un misterioso verso de los famosos Coros de la Roca, de T. S. Eliot, compara la Iglesia con un edificio que siempre se está deshaciendo y reconstruyendo, en un proceso dramático en el que entran en juego, por un lado, la infidelidad y torpeza de los hombres, y por otro la savia vital del Espíritu, capaz de recrear la figura histórica de la Iglesia.
Don Luigi Giussani con Juan Pablo II

Un misterioso verso de los famosos Coros de la Roca, de T. S. Eliot, compara la Iglesia con un edificio que siempre se está deshaciendo y reconstruyendo, en un proceso dramático en el que entran en juego, por un lado, la infidelidad y torpeza de los hombres, y por otro la savia vital del Espíritu, capaz de recrear la figura histórica de la Iglesia.

Cualquier momento de la historia podría alumbrarse con ese verso de Eliot, pero a mí me ha venido a la memoria con motivo del primer aniversario de la muerte de Don Luigi Giussani, el fundador de Comunión y Liberación. Él, que fue un gran lector del poeta inglés, consideraba que los Coros de la Roca eran una profecía de cuanto sucedió en la Europa de la secularización. Pero lo que me llama la atención es que la propia historia de este sacerdote milanés, la suya y la que ha nacido de su respuesta a Cristo, constituye una ilustración de eso que intuía el gran Eliot. De hecho, podemos situar el inicio de la historia durante un viaje en tren de un jovencísimo Giussani, cuando traba conversación con un grupo de jóvenes que van de excursión y comprueba su absoluta ignorancia del significado de la fe cristiana. Aquellos jóvenes habían nacido en el surco de la tradición cristiana y mantenían las estructuras formales de esa tradición, pero ya era para ellos un edificio deshabitado y sin vida. En aquellos jóvenes, Giussani vio el inicio de una gran destrucción de parte del cuerpo eclesial, cuyas dimensiones eran aún insospechadas. De aquel encuentro surgió su decisión de enseñar Religión en una escuela pública (el Liceo Berchet de Milán), y siempre según la intuición de Eliot, podemos decir que allí comenzó también un capítulo de esa reconstrucción continua que el Espíritu obra en la Iglesia a través de hombres y mujeres concretos.

Es cierto que esa reconstrucción no se realiza nunca sin dolor y sin una cuota de incomprensiones. Lo recordaba bellamente el cardenal Ratzinger en su impresionante homilía del funeral de Don Giussani, en el Duomo de Milán: "si el Espíritu Santo, conforme a las necesidades de los tiempos, crea algo nuevo, que en realidad es el regreso a los orígenes, puede resultar difícil orientarse y encontrar el conjunto pacífico de la gran comunión de la Iglesia universal". Giussani atravesó ese valle oscuro de las incomprensiones con su espíritu de humildad y su amor inquebrantable a la Iglesia, y así pudo ver crecer en torno a él, fuera de cualquier planificación, un pueblo creyente. Una imagen sintetiza esta historia mejor que mil palabras, aquella de la Vigilia de Pentecostés de 1998, cuando tras haber relatado la historia de Comunión y Liberación ante medio millón de personas en la Plaza de San Pedro, el viejo sacerdote se arrodilló mirando a los ojos a Juan Pablo II, y éste se inclinó para besarlo en la frente. El Papa confirmaba de este modo el largo camino de don Giussani, a quien denominó "maestro de humanidad, defensor de la razón y de la religiosidad inscrita en el corazón del hombre".

Un año después, el carisma de Don Giussani profundamente arraigado en la buena tierra de la Iglesia, sigue dando frutos de caridad, cultura y misión. Porque una fe vivida sin reducciones, como acontecimiento que responde a la espera del corazón, sabe hablar a los desvelos del hombre contemporáneo, sabe interpretar sus rebeldías e iluminar sus extravíos. Y así es como en todos los ámbitos y circunstancias, sus hijos intentan llevar a cabo la tarea que él les encomendó: que la experiencia de Dios como Misterio de caridad retorne a la mayoría, a la gente del montón, a los que él siempre supo hablar al corazón.
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