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VICTIMISMO FEMINISTA

Mujer, diles que no es eso, no es eso

En un acto de feminismo demagógico, la vicepresidenta Fernández de la Vega, ofreció una cena en El Pardo, sólo para mujeres, en presencia de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet. A mí estas cosas no me parecen necesarias, más bien las considero frívolas, propias de sectores sociales aburguesados y satisfechos. Pero ella justificó que era para animar a la presidenta de Chile a "luchar contra el conservadurismo de su país".

En un acto de feminismo demagógico, la vicepresidenta Fernández de la Vega, ofreció una cena en El Pardo, sólo para mujeres, en presencia de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet. A mí estas cosas no me parecen necesarias, más bien las considero frívolas, propias de sectores sociales aburguesados y satisfechos. Pero ella justificó que era para animar a la presidenta de Chile a "luchar contra el conservadurismo de su país".
Michelle Bachelet con Fernández de la Vega

Algunas cosas no merecerían mayor atención si no fuera por los supuestos que encubren. Regalar una cena en El Pardo a dos centenares de comensales, sólo mujeres, no pasa de ser una anécdota simpática y colorista, como posar para Vogue o disfrazarse con una vestimenta africana. Pero hoy, De la Vega da una cena pagada, no con cargo a su cuenta personal, sino con nuestros impuestos; ayer, se fue de viaje a África con un séquito sólo de mujeres, cuyo coste, según algunos medios, fue superior a la ayuda que damos a uno de los países visitados.

Si el descaro con el que se gasta el dinero público es cuestionable, lo que llama la atención es la justificación: para animar a la presidenta de Chile a "luchar contra el conservadurismo de su país".

A primera vista, me parece ridículo; vista con más tranquilidad, me parece que puede esconder los tópicos habituales de cierta ideología sobre la mujer: el victimismo de la cultura machista, el derecho al aborto, el menosprecio de la vocación maternal, la familia y el hogar como una tarea opresora para la mujer, entre otros. Yo creo que la defensa de la mujer pasa, en primer lugar, por no rebajar su dignidad y su imagen a una cantidad, en virtud de la presencia pública por una cuota obligatoria; y pasa también por no utilizar, adulterar, instrumentalizar a la mujer para fines políticos, a conveniencia del poder. A la mujer no se la defiende practicando un machismo con falda.

Bien pensado, para progresismo, el de la presidenta Bachelet, que es presidenta de su país. En España no está ni se espera a una presidenta. Nunca se sabe, pero de darse el caso, puede venir del ámbito de los populares o conservadores, que, hoy por hoy, reúnen el mayor número de mujeres con credibilidad y mérito, que están donde están no para completar la cuota, sino por capacidad de trabajo, competencia y honradez. No es una opinión, es un hecho, el periodo más abundante de mujeres en cargos públicos y políticos fue el de los ocho años de los populares. En segundo lugar, si es por conservadurismo, en España la Jefatura del Estado debe ocuparla un varón, discriminando a los miembros reales femeninos.

De modo que, el conservadurismo al que se refiere Fernández de la Vega creo que va por otro camino. Acaso puede referirse a los tópicos anteriormente numerados, algunos de ellos reclamados bajo la expresión "derecho a la salud reproductiva". Bajo la afirmación de que la mujer es dueña de su cuerpo y con él puede hacer lo que le parezca, se acude al tópico del conservadurismo para reclamar el derecho a abortar. Nada más contrario a la dignidad de la mujer, cuya naturaleza la ha preparado para el gran misterio de engendrar la vida. Prestaríamos más ayuda a la mujer con políticas de conciliación de la vida familiar y laboral, con políticas de ayuda a la familia, que respeten la familia fundada en el matrimonio, protejan la maternidad y defiendan a la mujer de la explotación sexual.

La pobreza tiene rostro femeninoAnte el falso progresismo feminista, la Iglesia está atenta y denuncia que, en varias regiones del Continente americano, la mujer es víctima de la discriminación, del abuso sexual, de la explotación laboral y de la prepotencia masculina. La pobreza tiene también rostro femenino. Además, deplora como abominable la esterilización, a que son sometidas mujeres pobres y marginadas, practicada a menudo de manera engañosa para las víctimas o para conseguir ayudas económicas de organismos internacionales, como recordó Juan Pablo II en Ecclesia in America 45.

Es cierto que a la Iglesia se la acusa con frecuencia de no prestar la debida atención a la importancia y al protagonismo de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. A veces, acertadamente, y en otros casos limitándose a reclamar que las mujeres puedan ser ordenadas sacerdotes. Creo que tenemos que reflexionar más y abrirnos a nuevas y más amplias cotas de responsabilidad de la mujer en la Iglesia, pero no hace falta romper la doctrina y la tradición del sacerdocio. El tema no es sencillo, pero la necesaria igualdad dentro de la Iglesia no requiere que todos hagamos lo mismo.

Si nos adentramos en la historia de la Iglesia como historia que es nuestra, vemos que la mujer ha sido, desde siempre, la que ha construido la Iglesia. Desde el seno de la propia familia, "iglesia doméstica" como le llama el Concilio Vaticano II, a través de la transmisión y la educación de la fe. La mujer ha realizado y sigue realizando una misión insustituible en la Iglesia y en el mundo, unida a su especial vocación de madre y cuidadora de la vida.

Los cambios en la división del trabajo han alterado este papel evangelizador tradicional de la mujer. Pero, en muchas comunidades, en las Misiones y también en algunas regiones de España, la mujer consagrada es la que mantiene viva la comunidad animada por la oración, la escucha y la meditación de la Palabra de Dios. La Iglesia sabe de la mujer, ella es la que mantiene viva la presencia samaritana de la Iglesia en los dispensarios, las escuelas, los centros de promoción, los programas de atención a los enfermos de SIDA... En los lugares más inhóspitos y alejados, encontramos una comunidad de mujeres consagradas, entregadas de cuerpo y alma a los más pobres, a los últimos.

Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social "León XIII"

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