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VIÑETAS SOBRE MAHOMA

Nihilismo y barbarie

El caso de las viñetas sobre Mahoma publicadas hace meses por un diario danés, que ha producido una espiral de odio contra Occidente en el mundo islámico, ofrece diversos aspectos que merecen un tratamiento diferenciado.

El caso de las viñetas sobre Mahoma publicadas hace meses por un diario danés, que ha producido una espiral de odio contra Occidente en el mundo islámico, ofrece diversos aspectos que merecen un tratamiento diferenciado.
Manifestantes quemando una bandera danesa

En primer lugar es cierto que en esas viñetas se manifiesta una concepción de la libertad entendida como ausencia de vínculos, que es típica del nihilismo occidental contemporáneo. Agredir las convicciones y los sentimientos religiosos de miles de personas puede ser una forma de transgresión habitual en una sociedad pasada de rosca, pero será difícil encontrar en ello alguna aportación positiva a la convivencia civil. Por otra parte, los cristianos ya estamos curados de espanto, y sabemos cómo se las gasta ese laicismo transgresor que exhiben con demasiada frecuencia algunos medios de comunicación. Naturalmente, ante eso no se trata de cruzarse de brazos, sino de ejercer en libertad esa función de "sanar la razón común" que el Papa asigna a la fe cristiana en el contexto de las modernas sociedades secularizadas. La crítica cultural, el debate abierto, y si hubiera lugar, el recurso a las instancias del Derecho, son los instrumentos con los que los cristianos nos movemos para afrontar este tipo de situaciones.

Por el contrario, el mundo musulmán ha perdido una extraordinaria ocasión para replantear su relación con el Occidente moderno y para abrir un verdadero espacio a sus razones en el debate público. No se trata sólo de la brutal desproporción entre la publicación de las viñetas y una reacción de violencia que se ha llevado por delante varias vidas humanas, así como edificios incendiados y saqueados. Lo que aquí se ha puesto de manifiesto es una incapacidad radical para afrontar la discrepancia y el conflicto en términos de convivencia justa y ordenada. Los musulmanes conocen los recursos legales que las sociedades occidentales prevén, porque millones de ellos viven desde hace años en dichas sociedades, beneficiándose de su seguridad jurídica y de su prosperidad económica. También podían haber bajado a la arena de los medios para hacer valer sus razones, criticando la deriva iconoclasta de algunos humoristas y la frivolidad ramplona de tantas manifestaciones de nuestra cultura en crisis. También conocen (al menos lo conocen sus líderes y sus elites intelectuales) que la libertad de prensa es un pilar de las sociedades occidentales, y que por tanto no se pueden imputar las ofensas de un periódico, a las instituciones públicas de su país, tal como ha subrayado la nota de la Santa Sede.

Sin embargo, los conductores de la reacción islámica han preferido convertir este caso en una batalla contra Occidente, como reconocía el periódico Arab News: "somos testigos del poder del Islam, capaz de poner de rodillas a una nación occidental". Esa ha sido su opción, y por ella merecen que la comunidad internacional les reclame sin ambages sus responsabilidades. Las amenazas de muerte, los asaltos a embajadas, la quema de banderas, y por supuesto, los asesinatos cometidos en el contexto de esta furia desatada, nos hablan de una dirección hacia el abismo que el liderazgo musulmán no sabe o no quiere impedir. Estamos ante otra forma de nihilismo, cebada además con la violencia más absurda. No son reflexiones para el optimismo, pero esto es lo que hay a día de hoy, y hará mal la Europa de Zapatero y compañía, si se empeña en no verlo.

Una última reflexión para aumentar la amargura. Estoy seguro, y las noticias que llegan de distintos puntos así lo confirman, que la vida de las comunidades cristianas, desde Egipto al sur de Filipinas, se ha tornado, si cabe, más hosca y peligrosa en las últimas semanas. El fácil recurso de identificar a las minorías cristianas de la zona con unos humoristas daneses puede funcionar desde ya, poniendo en grave riesgo la hacienda y la vida de millones de personas a las que tenemos demasiado olvidadas. Algún día se escribirá, para sonrojo de muchos, la historia de estas probadas comunidades que han mantenido su fe pese a todas las tormentas, incluida la penúltima, la de ahora mismo.
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