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IGLESIA Y PRESERVATIVO

Nuestro campo es el mundo

¡Señor, qué caos! Después de todo lo leído y lo oído en torno a la Iglesia y el preservativo, resulta difícil rescatar el hilo de Ariadna que nos permita arrojar un poco de luz sobre lo que ha sucedido estos días, pero quizás no sea completamente inútil intentarlo. Lo primero y casi olvidado, es el carácter singular de la entrevista con la que comienza todo. Digo singular porque por una vez, y quiera Dios que no sea la última, un hombre de Iglesia ha tenido la lucidez y el arrojo de tomar la iniciativa en el áspero y difícil diálogo con el mundo, con un mundo que (por mucho que nos duela) ya no es cristiano.

¡Señor, qué caos! Después de todo lo leído y lo oído en torno a la Iglesia y el preservativo, resulta difícil rescatar el hilo de Ariadna que nos permita arrojar un poco de luz sobre lo que ha sucedido estos días, pero quizás no sea completamente inútil intentarlo. Lo primero y casi olvidado, es el carácter singular de la entrevista con la que comienza todo. Digo singular porque por una vez, y quiera Dios que no sea la última, un hombre de Iglesia ha tenido la lucidez y el arrojo de tomar la iniciativa en el áspero y difícil diálogo con el mundo, con un mundo que (por mucho que nos duela) ya no es cristiano.
El preservativo como arma contra el SIDA, objeto de polémica

En efecto, la Ministra Salgado se había despachado a gusto sobre la irracionalidad de la Iglesia en el asunto de la prevención del SIDA; según ella, sus posturas (a saber, educar en el recto uso de la sexualidad y en la fidelidad conyugal) son impracticables e inútiles en la lucha contra la pandemia, y obedecen a mitos precientíficos. No sólo eso: la Iglesia, con su intransigencia, estaría contribuyendo a la extensión de la enfermedad.

Por una vez, lo repito, en vez de esconder la cabeza y encajar el golpe, o en lugar de responder dialécticamente (¡y tú más, Ministra!), alguien tomó la iniciativa. Y así, el Secretario de la CEE, Padre Martínez Camino, se dirigió por carta a la ministra para pedirle una entrevista en la que deshacer malentendidos y prejuicios mutuos, y encontrar una base común en la lucha contra el SIDA. La señora Salgado tardaba en responder, de modo que el tenaz Secretario dio a conocer su intención a los medios, y sólo entonces llegó la respuesta de Sanidad, y el 18 de Enero, el día de autos, tuvo lugar el encuentro, distendido y cordial según relatan las crónicas.

El padre Martínez CaminoMartínez Camino llevaba en su cartera el Plan de prevención integral contra el SIDA conocido por las siglas ABC (abstention, befaithfull, condom), que había publicado la prestigiosa revista The Lancet con la firma de un buen puñado de científicos, entre ellos varios premios Nobel. Subrayemos un dato: el Secretario de la CEE no acudía a un debate teológico provisto del arsenal del Dezinger, sino a un diálogo en campo contrario, con un responsable público que hasta ese momento negaba a la Iglesia la capacidad de hacerse presente en un debate de interés general, manteniendo su propia identidad. La ABC, aplicada en países como Uganda, ha puesto de relieve el fracaso de las inversiones multimillonarias en preservativos llevada a cabo por las agencias de la ONU, y el éxito de políticas razonables como la desarrollada por el Presidente Museveni, que ha conseguido reducir drásticamente las cifras de la enfermedad con un programa que propone recuperar los valores familiares conforme a la tradición del país. Resulta que la Iglesia no andaba descaminada: educar para un amor fiel y para una sexualidad responsable, es también un instrumento eficaz en la política de prevención, y de eso se trataba en la entrevista con doña Elena Salgado.

A la salida de su entrevista, el Secretario de la CEE explicó en pocas palabras todo esto, y ante la pregunta de una periodista (¿ABC?: “entonces, ¿preservativos también?”) respondió esta sucinta frase: “Los preservativos tienen su contexto en un Plan integral y global de lucha contra el SIDA”. El propio Martínez Camino ha reconocido que la frase resultó escasa, y dejaba abierto un campo de interpretación, pero la más inverosímil de todas es que el ortodoxo jesuita (otrora martillo de herejes para algunos periodistas allí presentes) hubiese pretendido alterar por su cuenta la doctrina de la Iglesia en esta materia. No se trataba de exponer el Magisterio de la Iglesia a la Ministra de Sanidad, sino de encontrar un terreno común para colaborar, cada uno desde su responsabilidad e idiosincrasia, y para eso la ABC era un buen instrumento. Por otra parte, la Iglesia siempre ha reconocido que las políticas y legislaciones (que sí deben tener un sólido fundamento moral) no pueden reflejar, ni siquiera en el mejor de los casos, el cien por cien de la exigencia moral católica. La encíclica Libertas, de León XIII, reconocía que en ciertas ocasiones los poderes públicos deben tolerar el mal, si con ello aseguran mejor el bien común. Entonces, ¿por qué asombrarse de que Martínez Camino llevase bajo el brazo el susodicho ABC para hablar con la ministra? ¿Dónde están la novedad o el escándalo?
 
Pueden estar tranquilos los de fuera y los de dentro, que no pasó por la mente del Secretario cambiar la doctrina de la Iglesia sobre el preservativo. Doctrina, dicho sea de paso, que no siempre se explica con la necesaria claridad y profundidad, despojados del miedo a ser mal entendidos… A fin de cuentas, eso es algo con lo que debemos contar, y ni siquiera se evita cuando la comunicación es perfecta. No sé qué me produce mayor tristeza, si la interpretación disparatada que se retroalimentó en los medios durante veinticuatro horas, o el cultivo de la sospecha respecto al Secretario, que realizaron con insensatez y a veces con malicia, algunos ambientes católicos.

La fase final del disparate, nos dibujaba a un Martínez Camino a los pies de los caballos, sentado en el banquillo de los acusados e inclinando la cerviz ante las exigencias despóticas de Roma, y con esto se cerraba el guión de una película que seguramente estaba escrito de antemano. No me extraña de algunos medios, pero me duele y me asusta ver crecer esta planta en el propio jardín de la Iglesia. Creo que hay muchas cosas que aprender de este nuevo revolcón mediático, y espero que junto a las necesarias precauciones, una de ellas sea recordar que nuestro campo es el mundo, y que tenemos que arriesgarnos a vivir la fe al aire libre con todas sus consecuencias, incluso a riesgo de ser manipulados e incomprendidos. Como ha hecho el P. Martínez Camino.

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